DE LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE AL TRIUNFO DEL ESTALINISMO (PARTE 3)

Posted by Nuestra publicación: on viernes, marzo 17, 2017

DE LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE AL TRIUNFO DEL ESTALINISMO (PARTE 3)


LA OPOSICIÓN DE IZQUIERDAS
La degeneración del Partido Comunista de la URSS y del Estado obrero en Rusia atravesó por diferentes etapas y cada una supuso un descenso mayor. No fue un proceso pacífico, al contrario, la nueva casta dominante tuvo que librar una virulenta lucha en el seno del partido y de la Internacional Comunista contra el ala leninista representada por la Oposición de Izquierdas.
A finales de 1923, con Lenin gravemente enfermo, el Triunvirato dirigente del partido —Stalin, Zinóviev y Kámenev— comenzaba la batalla contra Trotsky y ponía en práctica una política que socavaba la democracia interna. Pero las viejas tradiciones del bolchevismo todavía pervivían entre amplios sectores de la dirección y los cuadros intermedios, y Lenin seguía siendo un obstáculo importante. Cuando los atropellos y el sofoco de la vida partidaria comenzaron a dar señales alarmantes, se alzaron numerosas voces exigiendo la vuelta a las condiciones de democracia interna y libre discusión que siempre existieron en el seno del bolchevismo.
El 15 de octubre de 1923, 46 dirigentes bolcheviques hicieron pública una declaración demandando el fin del poder de los funcionarios y de la persecución contra los militantes que expresaban opiniones diferentes sobre el rumbo político del partido y de la dictadura proletaria. Trotsky, que permaneció en un principio al margen de la declaración de los 46, se solidarizó plenamente con ella   publicando una serie de artículos bajo el nombre de El Nuevo Curso, donde reclamaba la participación real de la clase trabajadora y las nuevas generaciones de comunistas si se quería mantener y estimular la dictadura proletaria. La oleada de protestas en el interior de las filas bolcheviques coincidía en el calendario internacional con el fracaso de los comunistas alemanes durante la crisis de ese año.
En meses posteriores se fragua la campaña contra Totsky y el “trotskismo”, calificativo inventado por el Triunvirato, y se multiplican las acusaciones contra el fundador del Ejército Rojo por “subestimar” al campesinado y la “capacidad” de la Rusia soviética para avanzar hacia el socialismo. Una avalancha de artículos en los órganos de prensa soviéticos y del partido, firmados por Stalin y Zinoviev, trataron de desacreditar la obra de Trotsky haciendo especial énfasis en su pasado no bolchevique. Trotsky se defendió escribiendo Lecciones de Octubre, una reafirmación de su posición leninista durante la revolución, y a la vez una denuncia del lamentable papel que en las horas decisivas jugaron algunos de los viejos bolcheviques.
La lucha entre la nueva burocracia emergente y la fracción leninista del partido, agrupada en la Oposición de Izquierdas, está documentada y no disponemos del espacio para un análisis pormenorizado de la misma. En cualquier caso, la muerte de Lenin dio vía libre a las fuerzas más conservadoras y a los arribistas, proporcionando una gran oportunidad para que el aparato se presentara como el hilo conductor de las tradiciones leninistas. Pero las cosas habían cambiado considerablemente respecto a los años heroicos; ahora un nuevo aliento dominaba a la organización bolchevique: el que provenía de los despachos, de una casta de funcionarios del Estado que vieron el terreno despejado lejos de los riesgos y sacrificios de la revolución.
En el V Congreso de la Internacional Comunista, celebrado entre junio y julio de 1924, Stalin y Zinoviev proclamaron la “bolchevización” de las secciones nacionales, sometiendo a su control los aparatos de los partidos comunistas y eliminando a los discrepantes. Este fue el primer paso de otros muchos, aunque la dinámica de depuración desatada no tardó en volverse contra algunos de sus promotores.
Desde finales de 1924 la discusión se centró en las amenazas económicas, políticas y sociales por el mantenimiento de la NEP y la manera de superarlas. En el “gran debate”, dirigentes del Partido como Trotsky o Preobrazhenski insistieron en reforzar la industrialización mediante un plan centralizado, logrando la transferencia del excedente agrícola a la industria y reduciendo progresivamente los altos precios de los productos manufacturados y de consumo, necesarios tanto en el campo como en la ciudad. Con esta orientación estratégica se pretendía dar un salto adelante en la economía soviética que acabara con la situación de atraso y baja productividad de la industria. La tesis a favor de la industrialización fue rechazada por el aparato dirigente, ya cristalizado en torno a la figura de Stalin, con dos teorías: el socialismo en un solo país y, desprendiéndose de ésta, la llamada a la construcción del socialismo a paso de tortuga formulada por Bujarin. Giuliano Procacci, un estudioso de aquellos años, señala:
“En enero de 1925, a la vez que el largo debate sobre el trotskismo iba tocando a su fin, Stalin reeditaba como prefacio al volumen Camino de Octubre, un escrito suyo en polémica con Trotsky que ya había aparecido el 20 de diciembre de 1924 en Pravda. Como es sabido, se trata de un escrito que alcanzó gran éxito y se reprodujo en las sucesivas ediciones de las Cuestiones del Leninismo. Es sabido, asimismo, que su éxito se debe al hecho que en ese trabajo se formula por primera vez la idea de la construcción del ‘socialismo en un solo país’ (…) Los acontecimientos y las discusiones de los meses siguientes probablemente contribuyeron en gran medida a fijar la atención sobre esa formula. En efecto, a fines de marzo se reunió en Moscú el plenum del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, y el signo bajo el cual se desenvolvieron sus tareas fue la admisión de que, agotada momentáneamente la gran ola revolucionaria abierta por la revolución de Octubre, se había entrado poco a poco en un periodo de ‘estabilización relativa’ del capitalismo (…) En el mismo periodo en que se lanzaba la teoría de la construcción del socialismo en un solo país, se desarrollaba otro debate en la escena política soviética, en cuyo centro se encontraba también la figura de Bujarin. El 17 de abril, éste pronuncia en el teatro Bolshói un discurso que iba a suscitar un amplio eco y viva polémica: en el mismo, Bujarin lanzaba como consigna ‘enriqueceos’ para los campesinos y delineaba la perspectiva política de una continuación por tiempo indefinido de la NEP y, por consiguiente, de una edificación del socialismo a ‘paso de tortuga’ —como lo expresará en el curso de los debates del XIV Congreso (18-31 de diciembre de 1925)— (…)”.
La nueva fórmula echaba por la borda los fundamentos de la teoría marxista del socialismo, que parte del concepto de la economía mundial, no como una amalgama de partículas nacionales sino como una potente realidad con vida propia, creada por la división internacional del trabajo y el mercado mundial, que domina sobre los mercados nacionales. “¿Qué significa la posibilidad del triunfo del socialismo en un solo país? — se interrogaba Stalin— “Significa la posibilidad de resolver las contradicciones entre el proletariado y el campesino con las fuerzas internas de nuestro país, la posibilidad de que el proletariado tome el poder y lo utilice para edificar la sociedad socialista completa en nuestro país, contando con la simpatía y el apoyo de los proletarios de los demás países, pero sin que previamente triunfe la revolución proletaria en otros países”.
Paso a paso se preparaba la degeneración en líneas nacionales y reformistas de la burocracia estalinista, de forma tal que el “proyecto” de construir una sociedad socialista en las estrechas fronteras de la URSS no tardaría en decidir la política de la Internacional Comunista condicionándola a las necesidades de la nueva casta dirigente rusa, a sus intereses materiales y nacionales y, dado el caso, a sus pactos y acuerdos con los diferentes bloques de la burguesía extranjera y sus expresiones políticas. La teoría chocó con el internacionalismo que una generación de revolucionarios había asimilado firmemente y que formaba parte del programa leninista. Cientos de textos de Lenin refutaban esta versión metafísica del socialismo:
“Desde el principio de la revolución de Octubre —señalaba Lenin— nuestra política exterior y de relaciones internacionales ha sido la principal cuestión a la que nos hemos enfrentado. No simplemente porque desde ahora en adelante todos los Estados del mundo están siendo firmemente atados por el imperialismo en una sola masa sucia y sangrienta, sino porque la victoria completa de la revolución socialista en un solo país es inconcebible y exige la cooperación más activa de por lo menos varios países avanzados, lo que no incluye a Rusia (…) Siempre hemos dicho, por lo tanto, que la victoria de la revolución socialista sólo se puede considerar finalizada cuando se convierte en la victoria del proletariado por lo menos en varios países avanzados”.
El termidor de la revolución rusa, con su abandono del internacionalismo proletario y la revolución mundial, respondía a poderosas fuerzas sociales. Stalin conectó con el ambiente de depresión del movimiento obrero ruso, reforzado por las sucesivas derrotas de la revolución europea, y proporcionó una justificación política para todos aquellos burócratas que, hartos de sacudidas, sacrificios y tensiones, podían sacar provecho de las nuevas circunstancias.
Pero un fenómeno político de este calado no podía consolidarse sin graves tensiones, sin resistencia y lucha. Durante la primavera de 1925 las discrepancias en el Triunvirato estallaron. La nueva teoría del socialismo en un solo país era una desviación demasiado grosera del pensamiento de Marx y Lenin. Zinoviev y Kamenev denunciaron la nueva orientación, reconociendo su responsabilidad en los ataques contra Trotsky. Pero el XIV Congreso del PCUS, celebrado en diciembre de 1925, ratificó la nueva teoría y el triunfo de la fracción burocrática. No será hasta la primavera de 1926, en la sesión del Comité Central de abril, cuando Trotsky, Zinoviev y Kamenev coincidan en las votaciones de las enmiendas a las resoluciones de Stalin-Bujarin sobre política económica. A partir de ese momento, la Oposición de Izquierdas se reforzó con la llegada de los partidarios de Zinoviev y Kamenev, dando lugar a la Oposición Conjunta. La presentación pública de las nuevas fuerzas opositoras tuvo lugar en la sesión del CC de junio de ese mismo año y volvió a medir sus fuerzas en el debate sobre la revolución China. En mayo de 1927, ante el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, Trotsky expuso las tesis de la Oposición y condenó la política de Stalin y Bujarin, responsables de la alianza con partido nacionalista burgués del Kuomingtang y la derrota del comunismo chino.
Pero el poder creciente de la burocracia se demostró inmediatamente en el debate interno. Las reuniones públicas en las que participan miembros de la Oposición fueron atacadas por piquetes armados, mientras se generalizaba la coacción para tapar la boca a los discrepantes. A partir de abril de 1927 se produjeron las primeras detenciones de militantes y los traslados forzosos: Preobrazhensky y Piatakov fueron enviados a París junto con Rakovsky; Antonov Oseenko a Praga; Kamenev a Italia. Las expulsiones afectaron a todos los niveles del partido y a las Juventudes (Komsomol), al tiempo que la censura de los escritos y los textos de los oposicionistas arreció. Ante la negativa de la fracción estalinista de publicar su plataforma política de cara al XV Congreso, la Oposición decidió distribuirla clandestinamente. La reacción no se hizo esperar: Miashkovski, Preobrazhenski, Serebriakov y otros 14 dirigentes bolcheviques fueron expulsados. Por su parte Trotsky y Zinoviev lo serían del Comité Central el 23 de octubre, y del partido el 15 de noviembre.
La Oposición Conjunta acusó duramente estas presiones y empezó a agrietarse. Algunos sectores se inclinaban por la escisión, mientras que otros planteaban abiertamente la posibilidad de un entendimiento con la fracción estalinista. Trotsky rechazó enérgicamente ambas posturas, reclamando el enderezamiento de la política partidaria y la vuelta al programa leninista.

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