La desaceleración del crecimiento que
Chile viene experimentado tiene dos fuentes, una externa y otra interna: el paulatino
fin de los súper precios de las commoditties, que en el caso de la economía
chilena constituyen el grueso de las exportaciones, en primer lugar el cobre y
otros minerales, es parte de la primera.
“En su Informe
Anual sobre Comercio Exterior de Chile 2014-2015, la Dirección General de Relaciones Económicas
Internacionales (Direcon) destacó que las exportaciones chilenas tienen una
importante composición minera que llega a una tasa de participación relativa de
54,2% en 2014, totalizando US$41.041 millones, principalmente como consecuencia
del rol protagónico que tienen los envíos de cobre que explicaron el 50% del
total exportado por Chile.”[1]
La desaceleración estructural del
crecimiento chino, pone término a una situación excepcional de altos precios de
las materias primas, que favoreció a las llamadas economía emergentes, y que
permitió a los gobiernos chilenos dinamizar la demanda interna, y evitar o al
menos retardar los efectos de la crisis económico – financiera global, que ha
entrado en una nueva fase tras el fin de la “pequeña locomotora china” de la
economía global que hemos mencionado antes. A lo que hay que agregar una
recuperación precaria en las economías centrales, la catástrofe económica
financiera del sur de Europa
Junto con importantes tasas de
crecimiento, la bonanza de dinero dulce proveniente de los altos precios de las
materias primas permitía el desarrollo de políticas focalizadas contra la
pobreza, según las políticas de intervención social neoliberales[2] e incluso la promesa de
reintroducir algunos derechos universales – como educación gratuita – como respuesta
a las grandes movilizaciones y el malestar social generalizado, sin alterar en lo
sustantivo el modelo de acumulación de capital, que ha favorecido por décadas
la concentración de la riqueza, los grandes grupos económico-financieros y las
multinacionales. Esto es lo que se está agotando ahora.
El agotamiento del ciclo de alto crecimiento
pone en cuestión otra característica del tipo de economía que tenemos, el
acceso fácil al crédito. La creciente concentración de la renta en un
porcentaje muy pequeño de la población, tiene su correlato en la caída de la
participación relativa de los ingresos del trabajo en el conjunto de la riqueza
nacional. Sin embargo, el consumo interno ha sido un pilar del crecimiento
económico. Esta aparente contradicción se explica por el acceso al crédito, y
el endeudamiento generalizado de la población. El 2014 el endeudamiento de los
hogares chilenos alcanzó los niveles más altos desde que el Banco Central tiene
registros. Según el informe de cuentas nacionales del Banco Central, el
endeudamiento promedio de los hogares alcanzó a más del 61% de sus ingresos
disponibles, cifra histórica desde que se tiene registro en el país.[3]
El peso enorme que ha alcanzado el
sector financiero en el mundo entero, tiene que ver con la ruptura con el
modelo previo a la imposición de la globalización neoliberal; los mecanismos de
integración y reproducción social, de antaño definidos en relación a la
inserción laboral, hoy se definen en relación al consumo y su medio favorito de
sujeción, la
deuda. Es lo que se ha denominado “economía
de la deuda”. La economía financiera ha salido de los sectores tradicionales de
la banca y los seguros, para apoderarse del corazón de la Seguridad Social –
sobre todo el sistema de pensiones; las AFP, pero también de la salud mediante
su creciente privatización y la necesidad de recurrir al crédito para financiar
las prestaciones -, de las grandes cadenas de venta minorista – el retail -, Paradojicamente a medida que avanza la
financiarización del globo y de la vida se van desdibujando los límites
precisos de la banca tradicional, y crece la rama que se ha dado en llamar la “banca
en las sombras”. Son sectores que están en el negocio financiero
tradicionalmente atendido por la banca regulada, pero que intervienen libres de
mucho de las reglas del negocio bancario, en Chile la banca en las sombras más
importante es el retail, que ha “bancarizado” mediante la difusión masiva de
tarjetas de crédito no solamente a las familias de trabajadores de ingresos más
estables, si no particularmente a los sectores más precarizados, con tasas de
comisiones y gastos de administración que superan ampliamente a los de la banca
tradicional. Por sus altas ganancias la propia banca participa en estos grupos
comerciales – financieros, algunos de los cuales además han desarrollado sus
propios bancos.
El crédito se traduce en consumo en el
presente con cargo a ingresos futuros. Esto exige que en el futuro los deudores
tengan capacidad de pago de las deudas contraídas, y la continuidad del
crecimiento – al menos la parte basada en la demanda interna – que puedan pagar
sin disminuir su consumo. En otras palabras que el crecimiento sea suficiente
para garantizar esta expectativa en los grandes números de la población. Si hay
una caída del crecimiento, como ocurre en Chile actualmente, los bancos y otros
prestamistas deben aplicar criterios más restrictivos para conceder créditos,
lo que en el marco de la “economía de la deuda” que hemos mencionado antes a su
vez provoca un circulo vicioso de desaceleración de los sectores más vinculados
con el endeudamiento como la construcción de viviendas.
El sector de la construcción de
viviendas es considerado una pequeña locomotora del consumo interno, porque
jala detrás suyo a los sectores relacionados con productos del hogar. Se trata
de sectores que en su conjunto emplean mucha fuerza de trabajo, por lo que una
consecuencia de su desaceleración es un
aumento del desempleo.
Contra los anuncios de nuevas etapas de
incorporación de valor agregado a nuestras exportaciones, o de innovación
general, el modelo de la economía chilena por su carácter exportador y
concentrador de la riqueza, no fue capaz de aprovechar los años de súper
precios de las materias primas, para dar un salto en su desarrollo. No fue
capaz en particular de ampliar la matriz exportadora, reduciendo la
participación de las mercancías de bajo valor agregado (productos de la minería
con mu baja elaboración, celulosa, harina de pescado, fruta) y aumentar los
productos manufacturados o de nuevas tecnologías con alto valor agregado. En
otras palabras nuestras elites, una vez más como ocurrió con el ciclo del
salitre, se han farreado la oportunidad de desarrollar económicamente al país. Como este modelo de crecimiento nunca superó
la dependencia del país a los productos importados, la tecnología del
extranjero, y al capital financiero y multinacional, la caída de precios de commodities
que se ha estado produciendo tiene
consecuencias estructurales.
Ha
llegado la Entanflación.
En el ámbito monetario la fragilidad del modelo se
expresa en la combinación del aumento de la inflación con la desaceleración
económica. La caída de los ingresos por la venta de commoditties implica menor
cantidad de dólares en el mercado interno, y eso provoca un alza del precio del
dólar. Es cierto que esto se compensa en Chile parcialmente por el menor precio
del petróleo y gas que el país importa, pero como el grueso de los productos
manufacturados se importan, salvo que se produzca una deflación – caída de
precios – también de estas mercancías, se produce un alza de la inflación como
efectivamente ha ocurrido. Estamos ante la pesadilla de los técnicos que
gestionan la economía, aumento de la inflación – crecimiento del desempleo –
caída del crecimiento. Las formulas de política monetaria convencionales son
poco efectivas ante esta situación que también se conoce como “estanflación” – estancamiento
del crecimiento con inflación – porque si el Banco Central para cumplir su
mandato de controlar la inflación, aumenta las tasas de interés para disminuir el
crédito y la masa monetaria , el resultado será una mayor contracción
económica.
Aunque los grandes empresarios hacen mucho
escándalo por las reformas, no son las reformas el motor principal de la caída
de la inversión. Esta verdadera “huelga de inversionistas”, es más bien fruto
de la reducción de las expectativas de utilidades relacionadas con el ciclo
general de la economía. Muchos capitales están en compas de espera de la tantas
veces postergada alza de tasas de interés por la Reserva Federal en los Estados
Unidos, que harán las inversiones de capital financiero más atractivas en la
potencia del norte.
Populismo
de derecha y reivindicaciones transversales de trabajadores.
En este escenario recesivo que se anuncia frente a
nosotros, las principales afectadas serán las familias trabajadoras. Los
trabajadores de ingresos medios y superiores a la media precarizados que
carecen de contratos laborales indefinidos, los trabajadores contratistas tercerizados,
los que trabajan bajo la ficción de profesionales libres con boleta de
honorario… sentirán entre los primeros el golpe de la reducción de puestos de
trabajo. Pero también se sentirán especialmente golpeadas aquellas familias que
dependen de ingresos menos precarizados laboralmente, sectores “aspiracionales”
que habían salido de la pobreza o que ya estaban situados en los sectores de
ingresos medios o superiores, y que han accedido a niveles de vida más altos en
gran parte gracias a su mayor capacidad de endeudamiento, pero también de un
cierto crecimiento sobre la media de sus remuneraciones, de pronto sentirán los
efectos contractivos en el consumo[4]
por la dificultad de obtener préstamos, y mejoras salariales.
Estos trabajadores convencidos en su fuero interno de
que ellos pertenecen a “la gran clase media chilena” se van a sentir estafados.
La promesa del modelo de acumulación quedará
frustrada, y generará radicalizaciones sociales y políticas, ante el aborto de
las perspectivas aspiracionales, y en ausencia de una alternativa clara al
servicio de los intereses de los trabajadores, estaremos ante un escenario para
el caldo de cultivo de los populismos de derecha.
El dicho: “Nadie se preocupa de la clase media”, y
que está ciertamente relacionado con el modelo de gasto social eficiente focalizado
en la extrema pobreza, de la lógica neo liberal, adquirirá toda su dimensión.
Pero también, como consecuencia los trabajadores
serán presionados a reaccionar para tratar de mantener y asegurar sus
condiciones de vida. La lucha por reivindicaciones transversales por la
estabilidad en el empleo, contra las pensiones miserables de las AFP, contra el
colapso de los sistemas de salud público y el abuso de las Isapres, o por
educación pública gratuita, por la recuperación de riquezas básicas como el
mar, el agua u otros recursos naturales como el cobre estarán en el centro de
las demandas en el ciclo político y social que se está abriendo.
El Rey
está desnudo.
La salida a la luz pública de la corrupción de la
casta política oligarquizada, está relacionada con el agotamiento del modelo de
crecimiento y acumulación de capital, en Chile. Hay que recordar lo que muchos
parecen olvidar, donde hay corruptos hay corruptores. El destape de decenas de
casos de corrupción connotados a pesar de los esfuerzos para poner fin a esta
seguidilla de escándalos por los aparatos gobernantes tiene a todas las
instituciones deslegitimadas, en el suelo. No son solo las instituciones políticas
del estado, también la Iglesia Católica, militares y Carabineros, incluso los
sindicatos son castigados por la opinión pública a tenor de los sondeos de
opinión (algunos claramente manipulados por cierto). Estamos frente al
agotamiento del modelo institucional de representaciones políticas, al servicio
del neo liberalismo, es decir de los grandes grupos económico-financieros tanto nacionales como multinacionales, que han
hecho de la corrupción y la compra de servidores públicos y de cargos de
representación popular, una práctica cotidiana.
Se ha abierto una crisis mayor de representación
política y social. La propia presidenta Bachelet está herida en su credibilidad
por las revelaciones de los negociados de su hijo - el “caso Caval” en Machalí -
junto a sus socios de la UDI, y lo que ha trascendido del financiamiento de su
llamada “pre-campaña presidencial”, financiada por grandes grupos económicos
como SQM, cuya propiedad es
controlada por Julio Ponce Lerou, el
anterior yerno del dictador Pinochet, gracias al cual se hizo con la empresa. Personaje
que financiaba transversalmente a políticos desde la UDI al PRO de Marcos
Enriquez Ominami.
Estamos frente al agotamiento de las instituciones políticas,
hundidas en el miasma de la corrupción, que revelaron los escándalos Penta,
SQM, Corpesca y muchos otros aparentemente menores, que van desde el
financiamiento de las campañas electorales, y el cohecho en el Congreso
Nacional como ha quedado develado en la Ley de Pesca que privatizo el mar, hasta otros negociados municipales (licitación
de basuras o modificación del plan municipal) en la cadena de relaciones
promiscuas entre grandes grupos de capitalistas y el Estado, gobiernos y
partidos políticos cooptados al servicio del modelo de acumulación neo liberal.
A pesar del difícil pero relativo éxito del
gobierno para poner límites a las revelaciones de corruptelas, de pronto ha
quedado medianamente claro, como en el famoso cuento clásico que “el Rey está
desnudo”.
http://www.mch.cl/2015/07/08/exportaciones-de-cobre-representaron-la-mitad-de-los-envios-de-chile-en-2014/
[2] El
dogma neoliberal indica que el estado debe restarse de intervenir allí donde lo
puede hacer la empresa privada, y que solamente puede hacerlo cuando la gente
pobre no tiene capacidad de acceso al mercado. Allí entra la focalización por
contraposición a los derechos sociales universales garantizados.
[4] Es
cierto que el Mall, o el Shopping Center, se ha transformado en el nuevo templo
de la vida cotidiana, y que la fiebre por consumir, de “tener” en lugar de “ser”,
busca dar sentido al vacío de una existencia sin aspiraciones colectivas mayores,
este consumo enfermo es el “consumismo”. Pero el consumo via endeudamiento también puede ser de primera necesidad, como Alimentación,
Salud, Educación o Recreación, en un país en que los derechos básicos han sido
transformados crecientemente en mercaderías en venta.
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