Engels y la construcción de nuevos partidos de la clase trabajadora

Posted by Nuestra publicación: on viernes, noviembre 22, 2013

Incorporar la lógica de la transición en la construcción del Partido de Trabajadores.
Patricio Guzmán S.


Nos contamos entre los convencidos de es necesario construir un partido de la clase trabajadora, para llevar adelante transformaciones revolucionarias en la sociedad. Pero la construcción de una fuerza política real, de un poder alternativo al de las clases dominantes, con peso en la balanza social, es un tema complejo y son necesarios acuerdos serios, sin los cuales las etapas iníciales de un tránsito difícil y muchas veces frustrante, puede terminar en nada por fuerzas centrifugas. En nuestra historia, de los últimos 40 años, se acumulan muchos “falsos comienzos” que han terminado abortados. Problemas que desde luego no se reducen a declaraciones de principios, y tampoco a un programa bien elaborado y discutido colectivamente.

En la vieja socialdemocracia europea, aquella que mantenía una práctica reformista y gradualista junto con el horizonte normativo, la utopía del socialismo que finalmente, y de manera inevitable llegaría, la misma que colapso enfrentada a la primera guerra mundial, había un programa mínimo de reformas por las que luchaba en el día a día, en los sindicatos, en las organizaciones sociales de todo tipo que construía en la clase obrera, en el trabajo de sus grupos parlamentarios, y el programa máximo de la revolución socialista, que recordaba en los grandes días de fiesta del partido y de la clase, pero no existía ningún puente que uniera de manera consistente ambos programas, ambas practicas.

Durante la revolución rusa, los socialdemócratas revolucionarios, que después pasaron a llamarse comunistas, construyeron ese puente. Un programa, y una batería de consignas, que a las grandes masas parecía la respuesta creíble y necesaria a las condiciones en que estaban, como el control por los trabajadores de la producción, la apertura de la contabilidad de las empresas, y la reorganización política con la democracia directa de los trabajadores y campesinos en los consejos, que a partir de órganos de lucha de frente único, pasaron progresivamente a convertirse en los órganos de un poder dual, desde el cual los trabajadores podían ejercer su dictadura contra la dictadura del capital. [1]
Pero al mismo tiempo, un programa que impedía el normal funcionamiento del capitalismo, y por lo mismo llevaba hacia medidas socialistas. En este sentido, es que sin olvidar los momentos de pasaje revolucionarios de un estado de cosas a otro, la revolución es un proceso.

Como consecuencia de la restauración capitalista, provocada por la burocracia estalinista en la URSS, Europa del Este, y China, hubo desde fines de los años 80 una reacción capitalista, que provocó en la mayoría de los países la destrucción de los partidos de masa en los que la clase trabajadora reconocía su representación, y en general un debilitamiento de las organizaciones de izquierda.

Muchos de los antiguos partidos de masas de trabajadores, desde el reformismo más o menos colaboracionista con el sistema, pasaron directamente a la defensa del nuevo orden global capitalista. Este ha sido el caso en Chile con los partidos socialista y comunista, incorporados a la administración del gobierno, es decir de los “negocios de la burguesía”.

En cierta medida volvimos cerca del punto de partida. No tenemos los partidos de masas que existieron en nuestra historia, ni las grandes corrientes minoritarias que les disputaban la conducción por la izquierda. Con la falta de representación política de la clase trabajadora, la proliferación de grupos sectarios, de caudillos iluminados,  y de confusión programática. En este sentido, las cartas de Engels que reproducimos son de una gran actualidad, salvando las distancias históricas, y con las limitaciones que toda analogía tiene. No hay mejor camino, nos recuerda Engels para lograr una clara comprensión teórica que aprender de los propios errores en la experiencia propia, y para una clase entera y grande no hay otro camino.

Los retornos a situaciones similares al del pasado, siempre incorporan las lecciones y experiencias anteriores tal como han sido elaboradas en la memoria colectiva. En nuestro país, la derrota y los traumas del 73, y de los oscuros años de la dictadura que siguieron. Los procesos de exclusión y frustración que acompañaron la transición pactada, y el fin de los partidos de trabajadores reformistas de masas, y también del grueso de las organizaciones revolucionarias. La experiencia odiosa de los regímenes estalinistas, a la vez totalitaria y colaboracionista con el imperialismo, y su influencia en los partidos comunistas y de izquierda en general, que desprestigiaron la idea socialista en grandes segmentos de la población, y descompusieron y desmoralizaron dos o tres generaciones de militantes, pero también nuestras victorias, las aspiraciones y luchas por la justicia social que son lugares de nuestra historia, forman parte de la realidad de la conciencia que tenemos que tomar en cuenta, en la construcción de una nueva dirección política.

Hacer política revolucionaria sobre falsedades…

Cuando nos dirigimos hacia nuestra clase, cuyo instrumento político aspiramos a construir, tenemos que partir siempre de las necesidades de la gente, de las necesidades individuales y colectivas como grupo social, pero también del estado de la conciencia, y de las formas de la sociabilidad, hoy muy atrasadas respecto a las tareas a cumplir. Entre lo uno y lo otro necesitamos incorporar la lógica de la transición en la construcción del partido.



Dos cartas de Federico Engels, Sobre la construcción del Partido de la Clase Trabajadora.

A Florence Kelley-Wischnewetzky
En Nueva York

Londres, 28 de diciembre de 1886

Mi prefacio[*] tratará enteramente, como es lógico, de los inmensos éxitos logrados por los obreros norteamericanos en los 10 meses últimos y, desde luego, se referirá también a Henry George y a su programa agrario. Sin embargo, no puede pretender a una exposición circunstanciada del problema; además, no creo que haya llegado la hora de hacerlo. Es mucho más importante que el movimiento se extienda, que progrese regularmente, que arraigue y abarque en lo posible a todo el proletariado norteamericano, a fin de que arranque y progrese desde el comienzo sobre una base correcta y teóricamente perfecta. No hay mejor camino para lograr una clara comprensión teórica que el de durch Schaden klug werden [aprender en los errores propios], en la amarga experiencia propia. Y para una clase entera y grande no existe otro camino, sobre todo en una nación tan eminentemente práctica, que desprecia tanto la teoría, como los norteamericanos. Lo importante es llevar a la clase obrera a que se ponga en movimiento como clase; una vez logrado eso, no tardará en hallar el camino seguro, y quien se le oponga, H. G. o Powderly, será echado tranquilamente por la borda con sus pequeñas sectas. Por eso veo también en los K. of L.[1] un factor muy importante en el movimiento, al que no se debe vilipendiar desde fuera, sino revolucionarlo desde dentro. A mi juicio, muchos alemanes que viven en Norteamérica han cometido un grave error cuando, al verse cara a cara con el poderoso y glorioso movimiento fundado sin su participación, intentaron convertir su teoría importada y no siempre entendida correctamente, en algo así como un alleinse ligmachendes Dogma [un dogma que lo salva todo] y se mantuvieron apartados de todo movimiento que no aceptaba ese dogma. Nuestra teoría no es un dogma, sino la exposición de un proceso de evolución que comprende varias fases consecutivas. Esperar que los norteamericanos emprendan el movimiento con plena conciencia de la teoría formada en los países industriales más antiguos es esperar lo imposible. Los alemanes debían haber procedido de acuerdo con su propia teoría, si la comprendieron como nosotros la entendimos en 1845-1848, debían haber participado en todo movimiento obrero verdaderamente general, aceptando el punto de partida faktische [de hecho] de la clase obrera y elevándola gradualmente al nivel de la teoría, señalando que cada error cometido, cada revés era consecuencia inevitable de los errores de orden teórico en el programa original. Debían, como lo dice el Manifiesto del Partido Comunista, in der Gegenwart der Bewegung die Zukunft der Bewegung zu repräsentieren [defender dentro del movimiento actual el porvenir de ese movimiento][**]. Pero, antes que nada, dejen que el movimiento se consolide, no aumenten la confusión inevitable en los primeros tiempos, imponiendo a las gentes cosas que no pueden en el momento presente valorar como es debido, pero que lo aprenderán bien pronto. Un millón o dos millones de votos obreros en noviembre del año próximo por un partido de obreros bona fide tiene un valor infinitamente mayor en el presente que cien millones de votos por una plataforma doctrinalmente perfecta. La primera tentativa seria de unir a las masas a escala nacional --pronto habrá que emprenderla, caso de que el movimiento progrese-- los pondrá a todos cara a cara: los adeptos de Georges, los de los K. of L., los tradeunionistas, etc. Y si nuestros amigos alemanes aprenden bastante el idioma del país hacia entonces para tomar parte en las discusiones, será pues el momento oportuno para que critiquen los puntos de vista de los demás y, una vez probado lo insostenible de las distintas posturas, para que lleven a los obreros a la comprensión de su posición actual, posición creada por la relación entre el capital y el trabajo asalariado. Pero yo consideraría gran error todo lo que pudiese retardar o impedir esta consolidación nacional del partido obrero --sobre no importa qué plataforma-- y, por tanto, no pienso que haya llegado ya el momento para exponer enteramente y a fondo la actitud, tanto respecto de Henry George, como de los "Knights of Labor".
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NOTAS
[*] F. Engels, El movimiento obrero en Norteamérica. Prefacio a la edición norteamericana de «La situación de la clase obrera en Inglaterra». (N. de la Edit.)
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[**] Véase la presente edición [C. Marx & F. Engels, Obras Escogidas, en tres tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1974], t. 1, pág. 139. (N. de la Edit.)
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[1] Knights of Labor («Orden de los caballeros de trabajo»): organización de los obreros norteamericanos fundada en 1869 en Filadelfia; tenía hasta 1878 un carácter de una sociedad secreta; la Orden agrupaba principalmente a los obreros no calificados, incluidos los negros; se planteaba la creación de cooperativas y la organización de ayuda mutua. La dirección de la Orden negaba, en esencia, la participación de los obreros en la lucha política y propugnaba la colaboración de clases; en 1886, la dirección de la Orden se opuso a la huelga nacional, prohibiendo a sus miembros la participación en ella; a pesar de ello, los miembros de filas de la Orden tomaron parte en la huelga, después de lo cual la Orden comenzó a perder influencia entre la masa obrera, disgregándose a fines de la década del 90.
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Fuente: C. Marx & F. Engels, Obras Escogidas, en tres tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1974, t. III, págs. 508-510, 568.Digitalización: Juan Rafael Fajardo, para el Marxists Internet Archive, marzo de 2001


A Florence Kelley-Wischnewetzky

27 de enero de 1887

CREO que el movimiento norteamericano, precisamente en este momento, se ve mejor desde el otro lado del océano. En el lugar, las rencillas personales y disputas locales deben oscurecer gran parte de su grandeza. Y lo único que realmente podría retardar su marcha sería que se consolidasen esas diferencias. En cierta medida esto será inevitable, pero cuanto menos ocurra tanto mejor. Y los alemanes son quienes más deben precaverse contra esto. Nuestra teoría es una teoría de desarrollo, no un dogma a aprender de memoria y a repetir mecánicamente. Cuanto menos se les machaque a los norteamericanos desde afuera y cuanto más la pongan a prueba con su propia experiencia —con ayuda de los alemanes— tanto más profundamente se incorporará a su carne y su sangre. Cuando nosotros volvimos a Alemania en la primavera de 1848, nos unimos al Partido Democrático por ser este el único medio posible de llegar a la clase obrera; fuimos el ala más avanzada de ese partido, pero al fin y al cabo un ala. Cuando Marx fundó la Internacional, redactó las reglas generales de manera que pudieran ingresar todos los socialistas obreros de esa época: proudhonistas, lerouxistas e incluso el sector más avanzado de las trade unions inglesas; y fue sólo gracias a esta amplitud que la Internacional llegó a ser lo que fue: el medio para disolver y absorber gradualmente a todas estas sectas secundarias, con excepción de los anarquistas, cuya repentina aparición en varios países no fue sino el efecto de la violenta reacción burguesa que sucedió a la Comuna y que por ello podíamos dejar que se marchitasen solos, como ocurrió. Si de 1864 a 1873 hubiéramos insistido en trabajar sólo con quienes adoptan ampliamente nuestra plataforma, ¿dónde estaríamos hoy? Creo que toda nuestra experiencia ha mostrado que es posible trabajar junto con el movimiento general de la clase obrera en cada una de sus etapas sin ceder u ocultar nuestra propia posición e incluso nuestra organización, y temo que si los germanoamericanos eligen una línea distinta cometerán un grave error.




[1] Lo cual no tiene nada que ver con una dictadura de estado totalitaria de un sector separado de las masas trabajadoras privadas de sus derechos democráticos