Incorporar la
lógica de la transición en la construcción del Partido de Trabajadores.
Patricio Guzmán
S.
Nos contamos
entre los convencidos de es necesario construir un partido de la clase
trabajadora, para llevar adelante transformaciones revolucionarias en la
sociedad. Pero la construcción de una fuerza política real, de un poder
alternativo al de las clases dominantes, con peso en la balanza social, es un
tema complejo y son necesarios acuerdos serios, sin los cuales las etapas
iníciales de un tránsito difícil y muchas veces frustrante, puede terminar en
nada por fuerzas centrifugas. En nuestra historia, de los últimos 40 años, se
acumulan muchos “falsos comienzos” que han terminado abortados. Problemas que
desde luego no se reducen a declaraciones de principios, y tampoco a un
programa bien elaborado y discutido colectivamente.
En la vieja
socialdemocracia europea, aquella que mantenía una práctica reformista y
gradualista junto con el horizonte normativo, la utopía del socialismo que finalmente,
y de manera inevitable llegaría, la misma que colapso enfrentada a la primera
guerra mundial, había un programa mínimo de reformas por las que luchaba en el
día a día, en los sindicatos, en las organizaciones sociales de todo tipo que
construía en la clase obrera, en el trabajo de sus grupos parlamentarios, y el
programa máximo de la revolución socialista, que recordaba en los grandes días
de fiesta del partido y de la clase, pero no existía ningún puente que uniera
de manera consistente ambos programas, ambas practicas.
Durante la
revolución rusa, los socialdemócratas revolucionarios, que después pasaron a
llamarse comunistas, construyeron ese puente. Un programa, y una batería de
consignas, que a las grandes masas parecía la respuesta creíble y necesaria a
las condiciones en que estaban, como el control por los trabajadores de la
producción, la apertura de la contabilidad de las empresas, y la reorganización
política con la democracia directa de los trabajadores y campesinos en los
consejos, que a partir de órganos de lucha de frente único, pasaron
progresivamente a convertirse en los órganos de un poder dual, desde el cual
los trabajadores podían ejercer su dictadura contra la dictadura del capital.
Pero al mismo
tiempo, un programa que impedía el normal funcionamiento del capitalismo, y por
lo mismo llevaba hacia medidas socialistas. En este sentido, es que sin olvidar
los momentos de pasaje revolucionarios de un estado de cosas a otro, la
revolución es un proceso.
Como
consecuencia de la restauración capitalista, provocada por la burocracia
estalinista en la URSS, Europa del Este, y China, hubo desde fines de los años
80 una reacción capitalista, que provocó en la mayoría de los países la
destrucción de los partidos de masa en los que la clase trabajadora reconocía
su representación, y en general un debilitamiento de las organizaciones de
izquierda.
Muchos de los
antiguos partidos de masas de trabajadores, desde el reformismo más o menos
colaboracionista con el sistema, pasaron directamente a la defensa del nuevo
orden global capitalista. Este ha sido el caso en Chile con los partidos
socialista y comunista, incorporados a la administración del gobierno, es decir
de los “negocios de la burguesía”.
En cierta
medida volvimos cerca del punto de partida. No tenemos los partidos de masas
que existieron en nuestra historia, ni las grandes corrientes minoritarias que
les disputaban la conducción por la izquierda. Con la falta de representación
política de la clase trabajadora, la proliferación de grupos sectarios, de
caudillos iluminados, y de confusión
programática. En este sentido, las cartas de Engels que reproducimos son de una
gran actualidad, salvando las distancias históricas, y con las limitaciones que
toda analogía tiene. No hay mejor camino, nos recuerda Engels para lograr una
clara comprensión teórica que aprender de los propios errores en la experiencia
propia, y para una clase entera y grande no hay otro camino.
Los retornos a
situaciones similares al del pasado, siempre incorporan las lecciones y
experiencias anteriores tal como han sido elaboradas en la memoria colectiva. En
nuestro país, la derrota y los traumas del 73, y de los oscuros años de la
dictadura que siguieron. Los procesos de exclusión y frustración que
acompañaron la transición pactada, y el fin de los partidos de trabajadores
reformistas de masas, y también del grueso de las organizaciones
revolucionarias. La experiencia odiosa de los regímenes estalinistas, a la vez
totalitaria y colaboracionista con el imperialismo, y su influencia en los
partidos comunistas y de izquierda en general, que desprestigiaron la idea
socialista en grandes segmentos de la población, y descompusieron y
desmoralizaron dos o tres generaciones de militantes, pero también nuestras
victorias, las aspiraciones y luchas por la justicia social que son lugares de
nuestra historia, forman parte de la realidad de la conciencia que tenemos que
tomar en cuenta, en la construcción de una nueva dirección política.
Hacer política
revolucionaria sobre falsedades…
Cuando nos
dirigimos hacia nuestra clase, cuyo instrumento político aspiramos a construir,
tenemos que partir siempre de las necesidades de la gente, de las necesidades individuales
y colectivas como grupo social, pero también del estado de la conciencia, y de
las formas de la sociabilidad, hoy muy atrasadas respecto a las tareas a
cumplir. Entre lo uno y lo otro necesitamos incorporar la lógica de la
transición en la construcción del partido.
A Florence Kelley-Wischnewetzky
En Nueva York
Londres, 28 de diciembre de 1886
Mi prefacio[*] tratará enteramente, como es lógico, de los
inmensos éxitos logrados por los obreros norteamericanos en los 10 meses
últimos y, desde luego, se referirá también a Henry George y a su programa
agrario. Sin embargo, no puede pretender a una exposición circunstanciada del
problema; además, no creo que haya llegado la hora de hacerlo. Es mucho más
importante que el movimiento se extienda, que progrese regularmente, que
arraigue y abarque en lo posible a todo el proletariado norteamericano, a fin
de que arranque y progrese desde el comienzo sobre una base correcta y
teóricamente perfecta. No hay mejor camino para lograr una clara comprensión
teórica que el de durch Schaden klug werden [aprender en los errores propios],
en la amarga experiencia propia. Y para una clase entera y grande no existe
otro camino, sobre todo en una nación tan eminentemente práctica, que desprecia
tanto la teoría, como los norteamericanos. Lo importante es llevar a la clase
obrera a que se ponga en movimiento como clase; una vez logrado eso, no tardará
en hallar el camino seguro, y quien se le oponga, H. G. o Powderly, será echado
tranquilamente por la borda con sus pequeñas sectas. Por eso veo también en los
K. of L.[1] un factor muy importante en el movimiento,
al que no se debe vilipendiar desde fuera, sino revolucionarlo desde dentro. A
mi juicio, muchos alemanes que viven en Norteamérica han cometido un grave
error cuando, al verse cara a cara con el poderoso y glorioso movimiento
fundado sin su participación, intentaron convertir su teoría importada y no
siempre entendida correctamente, en algo así como un alleinse ligmachendes
Dogma [un dogma que lo salva todo] y se mantuvieron apartados de todo
movimiento que no aceptaba ese dogma. Nuestra teoría no es un dogma, sino la
exposición de un proceso de evolución que comprende varias fases consecutivas.
Esperar que los norteamericanos emprendan el movimiento con plena conciencia de
la teoría formada en los países industriales más antiguos es esperar lo
imposible. Los alemanes debían haber procedido de acuerdo con su propia teoría,
si la comprendieron como nosotros la entendimos en 1845-1848, debían haber
participado en todo movimiento obrero verdaderamente general, aceptando el
punto de partida faktische [de hecho] de la clase obrera y elevándola
gradualmente al nivel de la teoría, señalando que cada error cometido, cada
revés era consecuencia inevitable de los errores de orden teórico en el
programa original. Debían, como lo dice el Manifiesto del Partido Comunista, in
der Gegenwart der Bewegung die Zukunft der Bewegung zu repräsentieren [defender
dentro del movimiento actual el porvenir de ese movimiento][**]. Pero, antes que nada, dejen que el movimiento
se consolide, no aumenten la confusión inevitable en los primeros tiempos,
imponiendo a las gentes cosas que no pueden en el momento presente valorar como
es debido, pero que lo aprenderán bien pronto. Un millón o dos millones de
votos obreros en noviembre del año próximo por un partido de obreros bona fide
tiene un valor infinitamente mayor en el presente que cien millones de votos
por una plataforma doctrinalmente perfecta. La primera tentativa seria de unir
a las masas a escala nacional --pronto habrá que emprenderla, caso de que el
movimiento progrese-- los pondrá a todos cara a cara: los adeptos de Georges,
los de los K. of L., los tradeunionistas, etc. Y si nuestros amigos alemanes
aprenden bastante el idioma del país hacia entonces para tomar parte en las discusiones,
será pues el momento oportuno para que critiquen los puntos de vista de los
demás y, una vez probado lo insostenible de las distintas posturas, para que
lleven a los obreros a la comprensión de su posición actual, posición creada
por la relación entre el capital y el trabajo asalariado. Pero yo consideraría
gran error todo lo que pudiese retardar o impedir esta consolidación nacional
del partido obrero --sobre no importa qué plataforma-- y, por tanto, no pienso
que haya llegado ya el momento para exponer enteramente y a fondo la actitud,
tanto respecto de Henry George, como de los "Knights of Labor".
___________________________
NOTAS
[*] F. Engels, El movimiento obrero en
Norteamérica. Prefacio a la edición norteamericana de «La situación de la clase
obrera en Inglaterra». (N. de la Edit.)
*
[**] Véase la
presente edición [C. Marx & F. Engels, Obras Escogidas, en tres tomos,
Editorial Progreso, Moscú, 1974], t. 1, pág. 139. (N. de la Edit.)
*
[1] Knights of Labor («Orden de los caballeros
de trabajo»): organización de los obreros norteamericanos fundada en 1869 en
Filadelfia; tenía hasta 1878 un carácter de una sociedad secreta; la Orden
agrupaba principalmente a los obreros no calificados, incluidos los negros; se
planteaba la creación de cooperativas y la organización de ayuda mutua. La
dirección de la Orden negaba, en esencia, la participación de los obreros en la
lucha política y propugnaba la colaboración de clases; en 1886, la dirección de
la Orden se opuso a la huelga nacional, prohibiendo a sus miembros la participación
en ella; a pesar de ello, los miembros de filas de la Orden tomaron parte en la
huelga, después de lo cual la Orden comenzó a perder influencia entre la masa
obrera, disgregándose a fines de la década del 90.
*
Fuente: C. Marx & F. Engels, Obras Escogidas, en tres tomos,
Editorial Progreso, Moscú, 1974, t. III, págs. 508-510, 568.Digitalización:
Juan Rafael Fajardo, para el Marxists Internet Archive, marzo de 2001
A Florence Kelley-Wischnewetzky
27 de enero de 1887
CREO que el movimiento norteamericano,
precisamente en este momento, se ve mejor desde el otro lado del océano. En el
lugar, las rencillas personales y disputas locales deben oscurecer gran parte
de su grandeza. Y lo único que realmente podría retardar su marcha sería que se
consolidasen esas diferencias. En cierta medida esto será inevitable, pero
cuanto menos ocurra tanto mejor. Y los alemanes son quienes más deben
precaverse contra esto. Nuestra teoría es una teoría de desarrollo, no un dogma
a aprender de memoria y a repetir mecánicamente. Cuanto menos se les machaque a
los norteamericanos desde afuera y cuanto más la pongan a prueba con su propia
experiencia —con ayuda de los alemanes— tanto más profundamente se incorporará
a su carne y su sangre. Cuando nosotros volvimos a Alemania en la primavera de
1848, nos unimos al Partido Democrático por ser este el único medio posible de
llegar a la clase obrera; fuimos el ala más avanzada de ese partido, pero al
fin y al cabo un ala. Cuando Marx fundó la Internacional, redactó las reglas
generales de manera que pudieran ingresar todos los socialistas obreros de esa
época: proudhonistas, lerouxistas e incluso el sector más avanzado de las trade
unions inglesas; y fue sólo gracias a esta amplitud que la Internacional llegó
a ser lo que fue: el medio para disolver y absorber gradualmente a todas estas
sectas secundarias, con excepción de los anarquistas, cuya repentina aparición
en varios países no fue sino el efecto de la violenta reacción burguesa que
sucedió a la Comuna y que por ello podíamos dejar que se marchitasen solos,
como ocurrió. Si de 1864 a 1873 hubiéramos insistido en trabajar sólo con
quienes adoptan ampliamente nuestra plataforma, ¿dónde estaríamos hoy? Creo que
toda nuestra experiencia ha mostrado que es posible trabajar junto con el
movimiento general de la clase obrera en cada una de sus etapas sin ceder u
ocultar nuestra propia posición e incluso nuestra organización, y temo que si
los germanoamericanos eligen una línea distinta cometerán un grave error.
Lo cual no tiene nada que ver con una dictadura de estado totalitaria de
un sector separado de las masas trabajadoras privadas de sus derechos
democráticos
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