LA REALIDAD Y (DE) LAS CIENCIAS SOCIALES
Por Juan Varela Reyes
Sociologo, Magister en Ciencias Sociales
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“Los filósofos no han hecho más que interpretar
De diversos modos el mundo, pero de lo que se
Trata es de transformarlo”
(Carlos Marx: “Tesis (11) sobre Feuerbach”)
¿Cuál es el desafío que tienen las Ciencias Sociales en la actualidad? , consecuentemente, ¿cuál es el papel que nos cabe a los que hacemos del acontecer social nuestra preocupación vital?; ¿nos corresponde tan sólo dar una cuenta menor de los hechos y asumir con ello una supuesta neutralidad al analizarlos, posición, ésta que tan bien le ha hecho a este estado de cosas?
Esas preocupaciones, y otras a lo mejor más importantes, son las que rondan a la hora de tratarnos de explicar el acontecer social, político y de los problemas que hoy revuelven visceralmente nuestra existencia.
Puede que señalar algunos malestares nos acerque a aquellas situaciones y fenómenos que han irrumpido con fuerza en las últimas décadas, ante las cuales hemos ideado formas de aproximación novedosas, en un afán de explicarnos lo que ocurre.
Puede que se trate de nuevas formas discursivas que se han instalado con la fuerza de la dominación ideológica e intelectual y que ha obligado a irnos acomodando a circunstancias nuevas; se ha dicho, por ejemplo que los discursos generan realidades, pero se nos ha olvidado que la realidad es la que genera aquellos discursos y que son, en últimas, los porfiados hechos los que hemos tratado de acomodar a estas nuevas concepciones de la realidad, que se imponen a partir del papel que han venido cumpliendo las pequeñas burguesías intelectuales.
Pero aquellas hipótesis, hechas también desde el plano discursivo, de alguna manera no dan cuenta de aquello que sigue estando allí, no ha cambiado, sigue golpeando con la misma fuerza e intensidad la vida de millones de personas; y nosotros, simplemente hemos llegado tarde a sus explicaciones y en el afán de ser nosotros también “novedosos” hemos vuelto la mirada hacia otro lado, hacia donde se ha hecho posible visualizar sólo los efectos de lo que ha sucedido y no nos hemos hecho cargo de desentrañar, con nuestros propios instrumentos, la lógica esencial que mueve y ordena todo este andamiaje teórico e intelectual de la dominación, que ha potenciado como nunca la dominación ideológica y política, como forma, contenido y condición de la explotación y la enajenación económica.
Con este inexperto trabajo pretendemos hacernos cargo de las interrogantes que anunciamos al principio, abrirlas a algunas dimensiones y poder establecer otras preguntas, tan acuciantes como aquéllas. Durante un tiempo nos hemos dado vueltas en tratar de buscar explicaciones a nuestras problemáticas con cierta soberbia y no asumiendo que hay un instrumental que, en lo esencial, nos señala que lo que ha surgido como novedoso no es otra cosa que los viejos problemas históricos no resueltos y que han sido mimetizados bajo la lógica de la dominación y de la aceptación acrítica de todo.
Nuestras preocupaciones están referidas a hechos concretos, reales y no tan sólo a divagaciones que pudieran golpearnos con la lógica del idealismo. Se trata de preocupaciones que tienen como telón de fondo, como escenario, el desarrollo de la sociedad capitalista en la cual vivimos y de lo que nos tenemos que hacer cargo es de la tarea de su explicación; porque es allí donde radican las interrogantes fundamentales que preocupan: la vida material y espiritual de millones de personas.
La hermenéutica – en su tarea de la explicación y la comprensión – debe tener un asentamiento en la realidad concreta; en los fenómenos y en los hechos porque ellos son los determinantes primero de la situación material de nuestra vida y son el colofón de nuestro esfuerzo intelectual. Sin ello, nuestras divagaciones no tendrán más que la soberbia idealista de quedar tranquilos con nuestra conciencia, sin asumir las travesías en las que se encuentra la humanidad; travesías por un desierto en el que se han ido borrando las rutas y caminos y nos plantean la obligación de construir aquellas vías para andar y avizorar un punto de llegada, sabiendo que el punto cero ya está claro. Es por ello que nos debemos hacer cargo de una puesta en escena de los principales problemas que hoy aquejan a las mayorías, dilucidarlos de la mejor forma posible y buscar las pistas que permitan esos encuentros, primero con nosotros mismos y los otros, de los cuales formamos indisoluble parte.
2.- Economía.
¿Cómo nombrar esto que se nos vino encima?
Sobre la crisis del capitalismo desarrollista de la década de los 70 se fundó un nuevo modelo de acumulación que venía a superar aquel otro surgido de la gran depresión de los años 30 y que tenía como objetivo enfrentar los efectos de la Segunda Guerra Mundial, y entregar al capitalismo las herramientas que le permitieran superar la situación que dio lugar a estos hechos. Cuando hablamos de crisis nos estamos refiriendo a momentos coyunturales del desarrollo capitalista en su avance por seguir con su proceso de acumulación y, por lo tanto, referidas a una disminución en su tasa de ganancias y de ninguna manera implica que ellos dejen de ganar, al contrario estas crisis, en muchos casos, son generadas y su superación implica un salto hacia estadios superiores de acumulación y de explotación.
Esta situación, que pudiera aparecer novedosa, al despuntar el siglo XXI, no es otra cosa que la expresión de aquello que está en el origen y en el desarrollo del capitalismo, sus crisis, y tan antiguas como ellas son las formas como la burguesía las ha ido enfrentando y venciendo. Dos son las acciones que emplea esta clase dirigente, la burguesía, para sortearlas: “de una parte, por la destrucción obligada de una masa de fuerzas productivas; de otra parte, por la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los antiguos” 1 . Como podemos, ver, se trata, en todos los tiempos y en todas las épocas de los mismos mecanismos y las mismas herramientas y con ello se difuma el aura de novedad de los procesos actuales del desarrollo capitalista, como ejemplo, aquello que se ha dado en llamar globalización, forma encubierta de las disputas inter imperialistas por hacerse de nuevos mercados. La globalización, como proceso, se ha manifestado como el nuevo paradigma explicativo del desarrollo capitalista, como lo inédito, como lo azaroso, como la confluencia de fuerzas extrañas. Pero tras su fachada híbrida no hay otra cosa que el avance del capitalismo en su etapa superior: el imperialismo y el neocolonialismo:
“El discurso de la globalidad no sólo obedece a una realidad epistémico legitima. Se está usando también para una reconversión de la dependencia. A menudo contribuye a ocultar u ocultarse los efectos de la política neoliberal conservadora en los países del Tercer Mundo y los problemas sociales más graves de las cuatro quintas partes de la humanidad. En las líneas esenciales del mundo actual es indispensable ver lo nuevo de la globalidad, pero también lo viejo, y en lo viejo se encuentra el colonialismo de la Edad Moderna. Un colonialismo global que hoy es también neoliberal .y posmoderno. La reconversión es en gran medida una recolonización” ”2
Durante las últimas décadas se han producido transformaciones en la economía, asistimos a situaciones que, insistimos, aparecen como inéditas, pero no son más que señales de los nuevos mecanismos de desarrollo capitalista. Sin embargo, nos las hemos arreglado para analizar la causa de nuestros males a partir de las consecuencias que vemos y palpamos, de los efectos que ha tenido la aplicación de estos nuevos modelos de acumulación y nos hemos despreocupado de pensar en la lógica de funcionamiento del capitalismo, tarea de por sí más difícil, ya que indudablemente aquellos efectos son el punto de partida y por nuestras incapacidades también aquéllas se han transformado en los puntos de llegada, vale decir, por esa vía llegamos a señalar, por ejemplo, que el capitalismo es intrínsecamente “perverso” y eso ya es una afirmación que puede ser hecha desde el sentido común, el más común de los sentidos, sólo al observar nuestra realidad, pero ello nos deja exactamente en el punto de partida de todo.
En esta parte queremos abordar dos dimensiones de la “situación” económica; porque ellas, de alguna manera, son el reflejo de lo que acontece. Abordamos estos dos aspectos principalmente por una razón de orden práctica: son aquellos niveles de la economía más visibles. Ellos son la concentración económica y la explotación de los trabajadores. De alguna manera ellas dos están íntimamente relacionadas, ya que una da lugar a la otra: sin explotación de los trabajadores no hay acumulación posible y por lo tanto no hay concentración.
Trabajo Enajenado y explotación: una vuelta a Marx
Escuchamos corrientemente que hoy día el país ha logrado un desarrollo económico comparable al de los países desarrollados y los discursos triunfalistas dicen que ello se debe a que Chile ha sabido aprovechar las ventajas comparativas que brinda ese proceso así llamado de globalización; es decir, las ventajas que tiene para el imperialismo la nueva división internacional del trabajo que, para resumirlo, se grafica en que unos pocos siguen ganando y los más siguen perdiendo.
Se dice también que ello tendría su explicación en la aplicación de “la economía de mercado”, engañoso concepto que, sin ser economistas y por la simple observación nos damos cuenta de que todo proceso económico se lleva a cabo en un lugar, real o simbólico, llamado mercado. En ese espacio, se dice, todos hemos concurrido, en igualdad de condiciones, y el crecimiento tiene que ver, según el discurso oficial, en que algunos han sabido aprovechar esas ventajas competitivas.
Pareciera ser entonces que sería la conjunción de aquellos hechos y fenómenos los que estarían provocando las enormes ganancias y la concentración escandalosa de parte de unos pocos. Pareciera ser, también, que los procesos de producción y acumulación son procesos inmateriales, en donde no intervienen personas y en donde no cabría la explotación. Ello se ha dado sobre la base de ocultar ese hecho fundamental de la explotación humana y, junto con ello se invisibiliza al actor fundamental: los obreros. Con ese doble proceso de ocultamiento, lo que se visibiliza es sólo una parte de la contradicción, aquella que le conviene a la dominación, a aquellos que se han hecho de la sartén y del mango. Ello se ha hecho, en primer lugar, por la vía de instalar oscuros y crípticos discursos y reflexiones de algunos que se han auto proclamado como “pos” marxistas que en realidad como dice Atilio Borón más bien habría que llamarles ex – marxistas. Para muestra una de estas “joyitas” que, mediante una parafernalia lingüística plantea que: “La contradicción fuerzas productivas / relaciones de producción es una contradicción sin antagonismo, mientras que la lucha de clases es, por su parte, un antagonismo sin contradicción” 3
¿De qué se trata entonces el problema?
Enajenación del trabajo
“Cuanto más se vuelca el trabajador en su trabajo
Más poderoso es el mundo de los objetos que crea frente a
Sí mismo”
(Carlos Marx: “Manuscritos Económico – Filosóficos”)
Abordar los cambios que, como producto de la aplicación del modelo neoliberal, se evidencian en el proceso del trabajo, requiere el ejercicio de ubicar dichas transformaciones desde una mirada histórica, ya que la tentación que cabría es quedarnos sólo en lo evidente y lo obvio: señalar que la globalización y los avances tecnológicos han transformado radicalmente las formas de división social del trabajo y las fuentes y magnitudes que han adquirido las desigualdades sociales, que tienen su fuente originaria en la explotación de los trabajadores y con lo cual, también, cabría el riego de confundir puntos de partida con la llegada, es decir, los fines.
Es por ello que brevemente trabajaremos con el concepto de “trabajo enajenado” de Marx, el maestro de la sospecha y, la pregunta que cabe es: ¿de qué sospecha Marx?
Marx ubica las ideologías o formas de la conciencia en la superestructura, lo que incluye toda forma de pensamiento: ideas, imágenes, símbolos, valores. Esta superestructura está determinada por la base real de la sociedad, la estructura económica, que se constituye de las fuerzas productivas y las relaciones de producción que surgen en el proceso de la producción.
La ideología, la filosofía, la religión de todo momento histórico son las de la clase dominante y su finalidad es mantenerla en sus privilegios, justificando la estructura económica de ese momento, es decir, en el caso actual, la relación entre opresores y oprimidos y es ahí donde hay que ubicar la fuente de las desigualdades sociales. El hombre necesita de la religión y crea su Dios y sus dioses (consumo – poder – dinero, a manera de ejemplos actuales), cuando se hace consciente de sus limitaciones. De esta forma se auto aliena, porque vive en una situación de alienación en el trabajo.
El error de la filosofía (y aquí radica la sospecha de Marx) ha sido considerar que el hombre es un ser abstracto e individual, cuando no es más que un ser social; es decir, la esencia humana no es algo abstracto e inmanente a cada individuo. El hombre es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales en el proceso de producción de su vida material.
Hecha esta pequeña introducción, abordaremos lo que tiene que ver con el trabajo enajenado, como queda expresado en los “Manuscritos”. El punto de partida de nuestro abordaje es la afirmación que hace Marx: “El trabajador se vuelve más pobre a medida que produce más riqueza y a medida que crece su producción en poder y en cantidad. El trabajador se convierte en una mercancía tanto más barata cuanto más bienes produce” 4
Marx plantea que es el hombre el que, por medio de su trabajo físico e intelectual, transforma la naturaleza y para satisfacer sus necesidades crea objetos. Por tanto, el proceso del trabajo es una obra humana. Ahora bien, si consideramos el trabajo de ese modo él debiera ser la fuente fundamental de satisfacción de las necesidades humanas. Sin embargo, esa necesidad vital se pierde en el proceso de enajenación, en la conversión que se produce a partir de lo siguiente:
· El producto del trabajo del obrero se convierte en un objeto ajeno, se transforma en algo extraño (ya no le pertenece), ya que lo domina y lo esclaviza. Se dice que el trabajo “humaniza” al obrero, pero lo cierto es que se trata, en las actuales circunstancias, de una labor destinada sólo s producir cosas que al final se le escapan de las manos.
· En segundo lugar, la actividad del trabajador se convierte en algo ajeno, se transforma en una carga, algo que le tortura, se ha convertido en un medio que sólo sirve para satisfacer necesidades. En la actualidad los trabajadores sienten que el trabajo es algo que no permite una plena realización de sus facultades y capacidades inherentes a su condición y vocación de creador. Cuando Marx habla del trabajo se está refiriendo a aquella actividad humana que tiene como centro la humanidad del trabajador.
· Una tercera conversión tiene que ver con las relaciones que se producen en todo proceso de producción. El trabajador establece en ese proceso relaciones de distinta índole, ya con el patrón, ya sea con sus propios compañeros. En el momento actual, la cooperación, la solidaridad de clase ya no existe ni se hace posible; ellas se han convertido en relaciones de competencia, de enfrentamiento, de guerra contra el otro y en muchos casos se trata de una virtual guerra entre pobres.
A partir de esos procesos de conversión de la actividad de los trabajadores, conviene resumir y graficar lo que trasunta el trabajo enajenado, de aquello que habla Marx y que tanta actualidad tiene hoy, porque ese es el meollo del problema.
El trabajo enajenado es lo que se le quita al trabajador y se refiere a lo siguiente, graficado más o menos de este modo: Si un trabajador corta un árbol, prepara la madera, corta, talla, cepilla y arma una mesa, al final de eso puede decir: “esta mesa la hice con mis manos y por tanto es mía”. Sin embargo, en una industria que fabrica mesas y que utiliza el método de división funcional del trabajo, a este trabajador le llega un trozo de madera y a el debe agregarle otro trozo de madera y trabajar en ello; pero, en realidad el trabajador no sabe ni lo que es ni lo que hace o que parte del mueble, o mesa según nuestro ejemplo, le tocó hacer y en una gran tienda o súper mercado podrá ver la mesa ya terminada y no puede reconocer en ella su esfuerzo, que parte hizo él y por tanto no la siente como suya, no siente como propia la mesa, pero esa mesa tiene algo de su labor, de su esfuerzo y del trabajo de sus compañeros que hicieron esa y muchas más mesas de las que pudieron haber hecho estando separados. De ese desconcierto se aprovecha el capitalista y les hace creer a los obreros que esa mesa pertenece al dueño de la industria de mesas. Esto es lo que está en la base del capitalismo, la expropiación de los medios de producción. Por ello el salario que recibe el trabajador no guarda relación con el precio de la mesa y si el precio de la mesa aumenta se incrementan las ganancias del capitalista, no así el salario del obrero.
Cuando Marx se refiere al “hombre enajenado” está diciendo que en el sistema capitalista los objetos son más importantes que los objetos, es decir, que las personas. O sea, por esa vía, los objetos se “humanizan” en la misma medida que los hombres se “cosifican”; vale decir, en fin, el hombre, el trabajador, se transforma en un objeto medible en tiempo (mano de obra) y según sea el tiempo que trabaje será el salario que recibe y al capitalista no le va a importar si con ese salrio el obrero pueda vivir o no.
La enajenación del hombre trabajador se da cuando el capitalista logra que el trabajador entregue la mayor parte de su vida a un objeto que al final no será de él, le ha sido enajenado.
A partir de los anteriores planteamientos es necesario entregar nuestra reflexión con el abordaje de dos problemas con que nos encontramos corrientemente a la hora de explicarnos los hechos sociales y sobre todo lo que tiene que ver con la situación de los trabajadores hoy día. La primera se refiere al hecho de que la enajenación (es decir la explotación), son hechos reales y concretos, ligados a la vida de los trabajadores, otra cosa distinta son las explicaciones que se da a esa situación, lo que indudablemente tiene que ver con el lugar que se ocupa en la sociedad para ver esa realidad. Decimos esto porque ello está íntimamente unido a la segunda reflexión. Escuchamos en los espacios de debate una consigna que dice que hay que terminar con la propiedad privada, que ella es uno de los males centrales de nuestra sociedad, que ella es la que genera la explotación de los trabajadores, que ella es la causante de la concentración de la riqueza en unas pocas manos, mientras las grandes mayorías sólo tienen lo necesario para reproducir su fuerza de trabajo y su trabajo. Asumiendo que esa forma de propiedad es la causante de grandes problemas para los trabajadores y sus familias, creemos que hay que ubicar el problema central, justamente invirtiendo una de las afirmaciones: es la explotación de los trabajadores la causante de la propiedad privada. Mientras más bienes crea un trabajador, más pobre es, se ha afirmado, y ¿dónde va a parar el fruto de su trabajo?, ¿qué va creando ese excedente?: la propiedad privada.
Es en ese doble proceso, de explotación y de enajenación, en donde descansan todos los males de los trabajadores. La enajenación, es cuando un proceso genera que el ser humano pierde algo, y ese algo se le vuelve ajeno. Entonces, la enajenación es la pérdida de algo y ¿qué es lo que se pierde? El hombre pierde su especificidad, que es distinta a la de un perro u otro animal cualquiera. Dice Marx que la especificidad humana, entre otras cosas, es la actividad libre, creativa, capaz de construir un mundo a su imagen y semejanza propia, transformando la naturaleza. La actividad libre, creativa que le permite crear un mundo humano es el Trabajo. Pero, ¿de qué trabajo se trata? Marx no está pensando tan solo en el trabajo diario para sobrevivir; no está pensando tan sólo en un trabajo que se realiza a cambio de un salario; no está pensando en el trabajo que dentro del capitalismo es forzoso, que se realiza para poder comer, para vestirse,. Marx dice que el trabajo en el capitalismo está completamente alienado. No le pertenece al trabajador, es otro su dueño. Los trabajadores no marcan el ritmo, la “música” que nos marca el ritmo le pertenece al capital.
Para el Che la enajenación sería aquel proceso mediante el cual el ser humano pierde algo y eso que se pierde se independiza del ser humano, cobra autonomía, pasa a regirse por sus propias leyes, y se le vuelve hostil, se le vuelve en contra. Lo que el ser humano pierde lo gana el mundo de las mercancías, el mundo de las cosas. Oímos hablar a veces, en la necesidad de “humanizar” el capitalismo, cuestión falaz, ya que no se puede humanizar algo que es de esencia inhumano; por esa vía lo más seguro es que se va configurando una ontología del capitalismo, una naturalización de la explotación y la enajenación. Lo más seguro es que hoy día asistimos a una cosificación de lo humano y por ende una humanización de las cosas, que adquieren vida propia, independiente de su dueño legítimo: el trabajador.
Por último, aquello que se vive en el plano de la explotación de los trabajadores, se puede, en cierta forma, extrapolar al conjunto de nuestras sociedades. La nueva división internacional del trabajo ha ido generando también una enajenación de todas las riquezas de los pueblos. Sus recursos naturales ya no les pertenecen, son de las grandes multinacionales: el cobre en Chile ya no es de los chilenos, la carne argentina ya tiene otros dueños. Se podría decir, incluso, que lo chileno y lo argentino ya no pertenece a nadie.
La concentración económica.
“Una cierta forma de socialismo surgirá
Inevitablemente de la también inevitable
Descomposición del capitalismo”
Joseph A. Schumpeter
El fenómeno de la concentración económica en pocas manos está muy ligado a las situaciones de desigualdad e inequidad que surgen como consecuencia y condición de la injusta distribución de la riqueza. Sin embargo, antes de pasar a revisar algunas cifras conviene decir un par de cosas, necesarias de subrayar a fin de ir aportando a la comprensión y explicación de este fenómeno.
La primera reflexión tiene que ver con el carácter histórico de la concentración económica capitalista. Si bien es cierto es un fenómeno que se ha puesto en el tapete en determinadas coyunturas políticas de legitimación discursiva de la dominación y, por tanto su misma evidencia y notoriedad empuja a ciertos grupos dominantes – en lo económico, político e ideológico – a apelar y recurrir a un supuesto componente “ético” de la racionalidad capitalista (“salario ético” , “dólar ético”) que el modelo pudiera contener, ello choca inevitablemente con esa racionalidad que no admite en su seno otra “ética” que no sea la ganancia, la competencia, la lucha de todos contra todos y ello es la constante histórica que va indisolublemente unida al desarrollo del propio capitalismo. Lo segundo, que surge de lo anterior, entonces, es que la concentración económica es el fundamento, la condición necesaria, sin la cual desaparece el sentido de “vida” capitalista.
Esta operación de concentración, históricamente, ha transformado al capitalismo en un “sistema de opresión colonial y de estrangulación financiera de la inmensa mayoría de la población del planeta por un puñado de países “avanzados”. 5. A través de ese movimiento la concentración se va convirtiendo en el “botín” que se reparten dos o tres potencias y que para repartírselo “se van armando y van arrastrando a la humanidad a una guerra permanente, que no es de ella” 6
Es cierto, entonces, que la concentración económica es un fenómeno actual y que podemos ver sus implicaciones, por la difusión que tienen sus efectos y la verificación empírica de sus “logros” para las grandes mayorías, pero no se puede desconocer su “trayecto”, ligado al desarrollo del capitalismo como sistema de dominación. Sin ello no es posible la reproducción del capital que descansa, como decíamos, en la explotación y el trabajo enajenado.
Se trata en este trabajo, de ver la historia de la concentración económica capitalista, su marcha y sus efectos no tan sólo económicos, sino también políticos e ideológicos. Para nuestros efectos, y como sólo queremos abrir algunas interrogantes en torno al papel que nos cabe en la explicación asumiremos, de manera breve, un apronte explicativo de este fenómeno a partir de las medidas impulsadas por la dictadura a principios de los años ochenta y mostrar algunas claves de explicación que permitan instalar la discusión, abierta a otras explicaciones e investigaciones. Aquello se inscribe en una crisis del capitalismo signada por el agotamiento del anterior modelo de acumulación (desarrollista keynesiano) y la implantación de otro (neoliberalismo) que aparece con toda su carga de novedad y que ha moldeado el accionar capitalista durante las últimas décadas.
A principios de los años ochenta del siglo XX se produce una crisis recesiva que, como decíamos, obedecía al agotamiento de la estrategia de desarrollo venido desde la crisis de los años 30. A partir de ello la dictadura pone en marcha otra estrategia que tiene entre sus principales características:7
Una exclusión de importantes fracciones del capital en la gestión del aparato del Estado y por lo tanto de la definición de las políticas estatales, y
La centralización del capital que suponía el desequilibrio como criterio de “asignación de recursos” entre las distintas actividades de la economía. 8
Aquel desequilibrio suponía al menos algunas medidas como partes de la estrategia formulada para sortear la crisis y el afianzamiento de ese modelo que se erguía como el gravitante futuro para el desarrollo capitalista, el neoliberalismo:
i. Incremento acelerado de la concentración del capital
ii. Contracción de la demanda interna
iii. Realización del producto en el mercado mundial
iv. Desaparición del empresario no competitivo (“ineficiente”)
Todas estas medidas tuvieron una significación importante en la coyuntura específica de crisis recesiva del capitalismo y de algún modo vino a determinar dos acciones que están en la base del proceso concentrador de la riqueza que se evidencia en la actualidad en el país.
· Por una parte, incremento del fondo de acumulación del capital social en tanto son explotados aquellos rubros de producción que cuentan con las “ventajas comparativas” (competitivas), con lo que se fortalecen los grupos económicos financieros constituidos después del golpe militar y que se transforman en los “próceres” de una clase capitalista en formación permanente.
· Por otra, una apertura de las puertas al capital extranjero en aquellos sectores productivos necesarios para el desarrollo de las economías de los países centrales (oro, cobre, madera, pesca, etc.).
A partir de ello hay que señalar que el carácter concentrador del patrón de acumulación se expresó claramente en la conformación de grandes grupos financieros que hoy día concentran la propiedad de los bancos y de las grandes empresas. Queda claro, también, que si bien se trata de procesos económicos, ellos no son pura economía, se hacen sobre la base de la concentración del poder político (la dictadura) que facilita el marco normativo (democracia) para el desarrollo de los procesos concentradores.
La concentración económica capitalista es un fenómeno “global” y “globalizada” y se pueden mostrar sobre la mesa algunos datos.
“Cincuenta de las más grandes transnacionales perciben ingresos anuales superiores al Producto Interno Bruto (PIB) de las dos terceras partes de los países de todo el mundo”9
“Esto hace que 358 súper millonarios dispongan de ingresos equivalentes a los de los 2.300 millones de personas más pobres del planeta” 10
“Entre 1960 y 1990 habiendo mediado la “década del desarrollo” y todos los esfuerzos hechos por los gobiernos para acabar con las irritantes desigualdades prevalecientes en la arena internacional, la diferencia entre el 20 % más rico de la población mundial y el 20 % más pobre saltó de 30 al 59 veces y llegar en 1995 a 71 veces” 11
En el caso de Chile la situación no es menos irritante:
“Según un estudio de Latino Barómetro 2007, sólo el 10 % de los chilenos cree que la distribución de la riqueza en el país es “justa” o “muy justa”. Muy por debajo del promedio en Latinoamérica, de un 21%. Tan errados no están. Según el último Informe sobre Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en Chile el 20 % más rico se lleva el 60 % de la torta. Y de 177 países sólo 13 tienen una peor distribución de ingresos.
Para Martín Pascual, consultor del Consejo Asesor Presidencial sobre Trabajo y Equidad, la cosa es clara: según una publicación de El Mercurio, los directores de la empresa D & S ganan entre 26 y 28 millones de pesos mensuales. En el caso de CENCOSUD, entre 23 y 57 millones de pesos. Nosotros hicimos una encuesta y monitoreamos a los trabajadores de dichas empresas: el promedio de sueldo de los empleados, comunes y corrientes varía entre 160 y 200 mil pesos mensuales. La diferencia es de 350 veces”,12 acota”
El tema de la concentración económica descansa sobre la desigualdad que en últimas es el gran problema político de estos años, porque ello remite al tema de la democracia. Entre más desigualdades se evidencian menos democracia existe y quizás si el problema en el tema de la democracia no sea tanto su definición sino más bien su funcionamiento; el hecho de que desde las academias y desde el positivismo haya lindas definiciones ello no significa que asegure igualdades. Es su indefinición la que descansa sobre la base de las desigualdades y la concentración económica y política de los sectores dominantes de la sociedad.
Las Ciencias Sociales en la actualidad.
“Cuando creíamos tener todas las
Respuestas, nos cambiaron las
Preguntas”
Durante las últimas décadas nos hemos venido preguntando por el sitio que le corresponde a las Ciencias Sociales en todo el acontecer económico, político, cultural de la sociedad. Estas interrogantes las hemos hecho desde los distintos ámbitos y espacios de nuestros aconteceres, incluso tomando lugar desde las mismas ciencias sociales, como sujeto que se interroga sobre sí mismo.
En una primera mirada nos hemos planteado por el lugar que le cabe a la ciencia social en la explicación. En la actualidad la ciencia social manifiesta malestares que obedecen a ciertas situaciones que, se puede señalar que es “un malestar en la teoría y con la teoría” 13y su afán por aportar a la explicación del acontecer social.
Estas intranquilidades no escapan a las “preocupaciones” de los discursos sobre la crisis de las Ciencias Sociales, la crisis de los paradigmas, dicho en un lenguaje más rebuscado. Sin mucha rigurosidad y sin tratar de desentrañar ni las causas ni los efectos de dicha crisis se han declarado los resultados de aquella afirmación y como solución se instaló una metáfora radical: la de la muerte. La “muerte” de las ideologías, el “fin” de la historia, el “fin” de la sospecha y un largo obituario que a la larga no resultó tan inocente. Por esa vía se cancelaron categorías y conceptos aparentemente en “desuso” y se reemplazaron por otros, falsamente “novedosos”, que sólo cumplieron el papel de afirmar aún más aquellas dimensiones que tan bien le hacen a las posiciones conservadoras y a algunos “progresistas”, de todo cuño, que tuvieron, entonces, el agua suficiente para nadar y avanzar en la consolidación de aquel discurso, discutible también, que se ha dado en llamar como pensamiento “único”, ya que en realidad se trata de un pensamiento dominante y hegemónico, transitoriamente triunfante, que de ninguna forma invalida ni cancela aquel otro que se ha invisibilizado y relegado a los rincones oscuros del edificio intelectual e ideológico del neoliberalismo.
¿De qué se trata la crisis?
Generalmente cuando se habla de la crisis del capitalismo se extrapola dicha situación al conjunto de la sociedad y con ello se dice que es “toda” la sociedad la que se encuentra atravesada por ella, cuando en realidad de lo que se trata es que ella afecta a una forma de acumulación y desarrollo, la forma capitalista y su expresión neoliberal. Lo mismo ocurre en el plano de la Ciencia Social; no han sido todas las formas de concebir las explicaciones sociales las que han entrado en crisis, sino una forma particular de ella. Esta crisis evidenciada en una forma de entender la comprensión social dice relación y está íntimamente ligada a la crisis del sistema capitalista.
Hay algunos factores que dan una cuenta de la situación crítica de las Ciencias Sociales y que han venido a desacreditar la labor teórica. El primero de ellos, tiene que ver con el marco institucional, es decir con aquello que Atilio Borón llama “forma universidad”14 que viene a ser el espacio privilegiado para desarrollar la enseñanza, el aprendizaje y la investigación en lo que toca a las Ciencias Sociales. Un segundo factor dice relación con el papel que han venido cumpliendo, en los capitalismos periféricos, las instituciones no académicas – Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Fundación Ford y otras – en la elaboración de lo que corresponde hacer a las Ciencias Sociales en el plano de la investigación. Una tercera determinación está dada por la significación que ha tenido el mercado en el trabajo de los cientistas sociales que se ven enfrentados al conformismo, “el realismo” y el pragmatismo, en desmedro del espíritu crítico y la necesidad de apurar la teoría. Por último, la gravitación que ha tenido el “practicismo” exigido como condición para el financiamiento por parte de aquellas instituciones que son la fuente de los financiamientos. En suma, el quehacer de los cientistas sociales se ha ordenado en función de los requerimientos de las instituciones “sin fines de lucro” y otras que se han erigido en rectoras del quehacer de la investigación social.
Aquellos factores que hemos mencionado no son toda la explicación de la crisis de las Ciencias Sociales. A lo largo de su desarrollo han pesado y gravitado otras situaciones que tienen que ver con los paradigmas en los cuales se ha asentado su desarrollo. Uno de estos es el positivismo que, desde Augusto Comte ha venido a gravitar en las explicaciones del acontecer social y su correspondiente explicación y la supuesta neutralidad que deben tener los dedicados a la investigación social. “Entonces, nuestras investigaciones en todas las ramas del conocimiento, para ser positivas, deben limitarse al estudio de hechos reales sin tratar de conocer sus causas primeras ni propósitos últimos” 15
Aquella imposición positivista, correctamente interpretado como forma metodológica, era la expresión de intereses y la cosmovisión de una clase conservadora que, habiendo transformado y recreado el mundo a su imagen y semejanza “sólo aspiraba a perpetuar su dominación sobre él” 16. Ello se ha reforzado con la formulación del “padre” de la sociología que planteó que: El positivismo tiende, poderosamente, por su índole, a consolidar el orden público con el desarrollo de una sabia resignación” Entonces, no se trató tan sólo de anunciar e instalar un camino, un método para la labor de las Ciencias Sociales, sino que ese trabajo debía tener una direccionalidad determinada, la consolidación del orden público, que ya sabemos de que orden se trata y junto a ello la proclamación de la “sabia” resignación, ¿dé quien?, ¿de los sociólogos?. Para decirlo con aquel otro lenguaje que es el que corresponde: el positivismo vino a cumplir la función de naturalizar las desigualdades, las resignaciones y el cuidado del orden y, fundamentalmente, la explotación del hombre por el hombre.
Es por ello que la crisis de las Ciencias Sociales debe ser replanteada de otra forma y se trata en lo central de develar la significación del paradigma positivista, para el cual la sociedad debe ser considerada como la yuxtaposición de una serie de partes diferentes y que en su devenir histórico pueden ser combinadas de múltiples formas, en donde el método no es algo inocente, sino más bien la puerta de entrada para la comprensión, desde una sola mirada, la dominante obviamente, de la realidad de las ciencias sociales y de la realidad misma.
En su afán de establecer linealidades, el positivismo también imponía una forma particular de análisis de la realidad social a los dedicados al tema, sociólogos y cientistas sociales, y se trataba en últimas de que ellos se hicieran de la “sabia” resignación proclamada por Comte en orden a guardar una cierta neutralidad valorativa a la hora de analizar y pensar la realidad social. Cuestión discutible, ya que con ello la labor científica se reduce a dar cuenta de los hechos y fenómenos sin ninguna toma de posición respecto a ello, es más se les pedía que se ubiquen en un espacio indeterminado (¿cuál?, ¿el de la dominación?), desde donde sólo cumplirían la tarea de meros vigías del acontecer y su explicación.
No es posible que se asuma una postura neutral a la hora de pensar la realidad, ya que todos los dedicados al tema de la ciencia social hunden sus raíces en ambientes sociales determinados y, por tanto, utilizan inevitablemente presupuestos y prejuicios que van a interferir con lo que perciben e interpretan de la realidad social que a ellos les toca vivir. En este sentido no existen “estudiosos neutrales” 17. Es más, ningún cientista puede ser separado de aquel contexto físico y social del cual forma parte y por tanto, la realidad que analiza siempre está basada en sus propios compromisos filosóficos. Es por ello que toda medición que se haga de la realidad es modificada en el intento de observarla y registrarla.
CONCLUSIONES Y REFLEXIONES FINALES
Sólo en un orden de cosas en el que ya no
Existan clases y contradicciones de clases,
Las evoluciones sociales dejarán de ser
Revoluciones políticas. Hasta que ese momento
Llegue, en vísperas de toda reorganización
General de la sociedad, la última palabra de
La Ciencia Social será siempre luchar o morir,
La lucha sangrienta o la nada. Así está
Planteado inexorablemente el dilema”
(Carlos Marx: “Miseria de la Filosofía”)
No cabe lugar a muchas dudas de que la globalización es el signo, el paradigma de la actualidad, percibimos este proceso tanto como la promesa que encierra, como también de las amenazas que conlleva. Hay distintas versiones sobre este proceso y algunas de ellas hacen su pie de fuerza en la racionalidad económica, dejando de lado aquellos aspectos que tienen que ver con las relaciones personales. Es cierto que dicha racionalidad está fundada en la competencia y ha emergido un nuevo tipo de competencia. Hasta antes de 1990, la competencia se situaba entre dos sistemas: socialismo y capitalismo, que se disputaban la hegemonía mundial; el paradigma de la globalización instala un viejo (¿nuevo?) tipo de competencia: la de todos contra todos. Pero dicha competencia se da sobre una situación de desigualdad: no todos tienen las mismas posibilidades, y ello genera una situación de exclusión, no tan sólo en el acceso a los beneficios de este proceso, sino también a la esfera de la toma de decisiones por parte de todos.
La ciencia y el quehacer científicos han perdido poder para sustituir las formas existentes en esta realidad histórica y para atreverse a proyectar nuevas posibilidades históricas, en su esencia distinta y más humana. El sistema mismo hoy día no es objeto de cuestionamiento y ello se debe a la indiferencia a sus propias metas y fines, más aún, por el ajuste que ha ido buscando dentro de las estructuras determinadas por el poder. La aparente neutralidad y ausencia de una orientación hacia cualquier valor distinto a lo establecido esconde otra orientación implícita hacia posturas conservadoras. Se nota incluso una resistencia muy pasiva al hecho de que se quiera reducirla a mera servidora de la ideología y la política aceptable para las élites dominantes; porque el conocimiento siempre puede ser utilizado e interpretado de manera de dejar a la sociedad desprovista de su autoconciencia crítica.
¿Cuál es la búsqueda que los hombres tienen en cuenta a la hora de preguntarse por su vida? Sin caer en apriorismos que puedan simplificar las respuestas que cada persona se da, de todas maneras, creemos que es la felicidad. Pero, en el actual contexto ¿dónde ubicar esta respuesta?; ¿es posible resolver algo tan central para el devenir de los individuos en las actuales circunstancias? Bajo la arremetida del consumismo y la racionalidad económica esta búsqueda se ve enfrentada a dos callejones sin salida: el mimetismo, traducido en que lo que es bueno para los países desarrollados debería ser bueno para los chilenos y el resto de los habitantes de América Latina. Nuestra cultura se ve reducida a un simple entretenimiento, rodeada de la parafernalia que se expone en las vitrinas de los grandes centros comerciales; un segundo callejón tiene como entrada la exacerbación del fanatismo religioso, étnico, el chovinismo, la intolerancia, que insiste en ignorar el pluralismo y la democracia, como igualdad de derechos y también como derecho a la diversidad, como formas auténticas de construir proyectos individuales y colectivos.
Por último, una breves palabras sobre algo que debe ser ubicado a tiempo en nuestras búsquedas explicativas y sobre todo de aportes a la construcción de nuestras alternativas reales a lo que está ocurriendo con la humanidad. Nos referimos a la Memoria y a las Fuentes. Constatamos que el modelo neoliberal capitalista se afirma en un presente que prescinde abiertamente sobre las miradas a nuestro pasado, a nuestras raíces, sin las cuales es prácticamente imposible y nulo avizorar el futuro y la utopía. Como seres humanos somos contingentes e históricos, existimos en un tiempo y en un espacio que configurando un futuro – Proyecto – siempre se configura desde un pasado, pero que no estamos nunca completamente fijados por ese pasado
Y es en esta tensión entre el pasado (lo que nos ha sido dado) y el futuro (lo que deseamos) que se configura el presente. El presente del ser humano no está libre ni de uno ni de otro; es tiempo y espacio.
No es posible reconstruir el andamiaje de las ciencias sociales sin considerar a Marx que plantea que hay que luchar contra el Estado, contra la propiedad privada, contra el capital, contra la mercancía, contra el mercado, únicas formas de terminar con la enajenación.
El Che hace suyo este pensamiento de Marx, pero no se limita eso sí a recitarlo mecánicamente. Esas enseñanzas tienen para él una vigencia en el mundo contemporáneo. Y eso a pesar de algunos que dicen por ahí que “hay que revisar” el marxismo, como otros, que se dicen “herederos de lo mejor del marxismo”. Para el Che aquellas enseñanzas no pueden seguir recluyéndose en las academias, sino que, a pesar de todo, son los problemas candentes para todos y todas aquellos que pretendemos cambiar el mundo y luchar por la revolución mundial.
Santiago de Chile, Abril de 2008
1 “Manifiesto del Partido Comunista” Carlos Marx y Federico Engels, en OBRAS ESCOGIDAS, Editorial Progreso, Moscú.
2 González Casanova, Pablo: Globalidad, Neoliberalismo y Democracia. Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades. UNAM, México, 1995. pág. 12
3 E. Laclau: “Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo” Nueva Visión, Buenos Aires, Argentina 1993
4 Carlos Marx: “Manuscritos Económicos y Filosóficos” Editorial Centro Gráfico Ltda.. Santiago Chile 2005 p. 63
5 V. I: Lenin: “El Imperialismo, fase superior del capitalismo” Ediciones en lenguas extranjeras. Pekín 1972. p. 6
6 Ibíd.
7 Patricio Rozas, Gustavo Marín: “1988 El mapa de la extrema riqueza 10 años después” CESOC – PRIES – CONO SUR, Santiago Chile 1989 p. 15
8 Ibíd.
9 Atilio Borón: “Tras el Búho de Minerva” Editorial Ciencias Sociales, La Habana – Cuba 2003, p. 25
10 Ibíd. P. 26
11 PNUD : Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo 1996
12 El Mercurio 23 Marzo 2008 “¿Cuánto pecan los chilenos?”
13 Atilio Borón: “Tras el búho de Minerva” Editorial Ciencias Sociales, La Habana Cuba 2003
14 Atilio Borón: “Tras el búho de Minerva” Editorial Ciencias Sociales, La Habana Cuba 2003
15 Augusto Comte: Discurso sobre el espíritu positivista” Londres – 1903 – p. 21
16 Atilio Borón: “Tras el búho de Minerva” Editorial Ciencias Sociales, La Habana Cuba 2003
17 Augusto Comte, cita en: Atilio Borón “Tras el búho de Minerva”