La caída en los precios de las materias primas que se han hundido a su nivel más bajo en 16 años, se une a la derrota de los mercados financieros y a la guerra de divisas mundial que encabezan China, Japón, Europa y Estados Unidos. La desaceleración económica de China está exacerbando la superabundancia de todo, desde el petróleo a los metales, pasando por todos los alimentos básicos. El índice de materias primas de Bloomberg para 22 productos, alcanzó la semana pasada su nivel más bajo desde agosto de 1999. El petróleo se está cotizando a 40 dólares, siguiendo la tendencia que advertìamos en enero de este año. El sentimiento global es extremadamente negativo para todas las materias primas dado que los mercados están plagados de un exceso de oferta.
La oferta de materias primas supera la demanda en medio de los pronósticos para el más lento crecimiento de China desde 1990. El mayor usuario de energía, granos y metales tuvo un crecimiento mucho más débil de lo esperado en el primer semestre del año, y esa tendencia continuará en los próximos meses. Este hecho está impulsando una fuerte caída en los mercados financieros con implicancias directas para toda la economía. El petróleo seguirá en descenso dado que los países productores mantendrán su producción para defender su cuota de mercado. No deberá sorprendernos que el petróleo llegue a 30 dólares el barril en las próximas semanas.
El cobre, considerado como un indicador de la actividad económica mundial, se cotizó la semana pasada a 4.922 dólares la tonelada, su valor más bajo desde 2009. Los productos agrícolas no se han librado de estas caídas y la soja, el trigo y el maíz han descendido fuertemente. Todo esto afecta el crecimiento de los países emergentes que ahora representan una mayor tajada de la economía global. Por eso que una nueva crisis tendría consecuencias más graves que en el pasado. Si la crisis de los años 80, que hundió a los países latinoamericanos en su "década perdida" fue una crisis en la periferia, esta vez esos países se encuentran mucho más conectados al núcleo por lo que la historia será diferente.
Las crisis de los años 80, así como la mexicana de 1994, la asiática de 1997 o la de Rusia de 1998 no fueron más que un ensayo general para la gran crisis del sistema financiero mundial que mostró sus primeros temblores en agosto de 2007 y estalló con toda su furia en septiembre de 2008. Si esta vez el epicentro se ubica en los mercados emergentes, todo el modelo basado en las exportaciones se encuentra en peligro. Las crisis anteriores fueron resueltas gracias al boom exportador de China, cuando crecía a tasas de dos dígitos. Ahora que es China la que está en problemas, el comercio mundial y la maquinaria industrial que ayuda a sostenerlo sufrirá las consecuencias de este declive.
Si hasta hace poco se pensaba que el petróleo más barato podía estimular la recuperación de los países industrializados, esto no ha ocurrido. Los consumidores en Europa, Japón y América del Norte no han utilizado la bonanza de energía más barata para estimular la demanda y el consumo. Los bajos precios de las materias primas están perjudicando gravemente a las economías emergentes, mientras las economías industrializadas luchan con el fantasma de la deflación, el desempleo y la recesión. En este contexto, el golpe de la devaluación china, es una estocada que está haciendo temblar no solo a los mercados sino también a todas las economías desarrolladas.
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