El cientista político Claudio Fuentes S. estima, en una columna de opinión en El Mostrador (“No habrá Asamblea Constituyente”, El Mostrador, 7 de Septiembre de 2014: http://m.elmostrador.cl/opinion/2014/08/26/no-habra-asamblea-constituyente/) que sin “un importante segmento de la elite”, y “sin la presencia de liderazgos fuertes, creíbles y con capacidad de conducir el proceso” no habrá Asamblea Constituyente. Agrega también como requisito: “una significativa presión social”. Esta condición, sin embargo, queda visiblemente bajo el peso ominoso de las otras dos: en su lógica la presión social se debería ejercer sobre la elite, y desde el seno de esa misma elite, al parecer, esto debería llevar a la aparición de un fuerte liderazgo “capaz de conducir el proceso”. Incluso, de sus palabras se sigue claramente que este liderazgo será necesario porque justamente ese mismo proceso implicará “un ambiente caracterizado por la incertidumbre”.
En buenas cuentas, lo que nos dice es que sin presión social la elite no se moverá del marco institucional establecido. Pero, a la vez, con presión social se abrirá un proceso lleno de incertidumbre. Obviamente se podría preguntar ¿quiénes, qué sectores sociales, serán víctima de esa incertidumbre? La respuesta está a la mano: precisamente esa elite y, desde luego, los sectores que representa. Su respuesta a esta encrucijada es explícita e ingenuamente clara: hará falta un fuerte liderazgo. Nuevamente, explicitando lo que resulta una vez más obvio ¿liderazgo de quienes? Y, lo que es más llamativo ¿”fuerte” respecto de quienes?
Elite, liderazgo, fuerza, esos son los términos de quien se presume un científico de la política, y de hecho lo es, como se puede comprobar por sus múltiples certificaciones. Un científico, eventualmente un técnico en el asunto. ¿Alguien que escribe desde la elite, para ella? ¿Un mero observador que constata e informa?
Entre sus constataciones resalta, una vez más, como varios personeros de la derecha lo han insistido de manera reiterada, que el programa de la Nueva Mayoría no podrá cumplir con su promesa de iniciar un cambio constitucional a través de un proceso “democrático, institucional y participativo”. Fuentes se encarga de recordar a esa parte de la elite que está en el gobierno que no hay actualmente ningún mecanismo institucional establecido claramente, y que “la sola idea” de operar suponiendo que lo hay significaría, ni más ni menos, “romper con el orden institucional establecido”. Una frase que escrita y publicada en septiembre, tiene una oscura resonancia. Dados los amargos precedentes, quizás lo que Fuentes espera es que la fracción de la elite en el gobierno no se atreva ni siquiera a mencionar tal idea, cuyas consecuencias funestas podrían ser experimentadas por algunos por segunda vez.
Su realismo lo obliga, sin embargo, a prever la variable suelta y su posibilidad omnipresente: podría haber una sostenida presión social. El orden de su texto es interesante. Antes de examinar en detalle la viabilidad de tal variable ya ha enunciado la respuesta adecuada: “un fuerte liderazgo”. Lo que parece ser una mera descripción del escenario político que se avecinaría en este tema trasluce en todo momento la aprehensión, o el abierto temor, a lo que la presión social podría desencadenar. Al parecer el mensaje, encubierto en la aparente neutralidad de lo descriptivo, es que la Nueva Mayoría debe estar advertida: si no inicia este proceso de una manera “ordenada”, podríamos encontrarnos ente “un ambiente caracterizado por la incertidumbre”… y habrá que hacer algo al respecto.
Nuevamente bajo la apariencia de una descripción neutral de “lo que se dice”, las alternativas para tal orden le resultan inmediatas, claras y curiosamente simples de enumerar. Lo que tienen en común, por supuesto, es que la participación ciudadana sea vía “delegación”. Que el proceso, en buenas cuentas, esté “contralado por los actuales representantes políticos”. El tenor de su relato es tal que su queja, o su advertencia, no parece tener que ver con lo conveniente o inconveniente de este “manejo desde arriba”, sino más bien con la habilidad y disimulo con que sea implementado. Desde su posición de científico de la política, Fuentes no se pronuncia sobre este manejo. Solo parece advertir que podría conducir a una incertidumbre indeseada. Es decir, en su lógica, lo preocupante son más bien las posibles consecuencias de la presión social, debida a la relativa torpeza de la elite, y no el hecho contundente de que lo que presenta como torpeza no es sino expresión de las ambiciones, del desparpajo, del servilismo, de lo que él llama elegantemente “elite política” respecto de sus señores por un lado, y de la demanda popular por otro.
Afortunadamente, de acuerdo a sus argumentos, perece que no tenemos mucho que temer: ni la elite quiere el cambio, ni hay un liderazgo que pueda encabezarlo, ni habrá la presión social suficiente. Un argumento curioso, puesto que invalida la misma necesidad de su columna de opinión: ¿por qué el señor cientista político Claudio Fuentes escribe un artículo para decir lo que no ocurrirá? ¿Será para entusiasmarnos con su frase final: “salvo que enfrentemos una importante y sostenida presión social – muy probablemente no tendremos Asamblea Constituyente”? Desgraciadamente, en el curso de esta misma frase, está la palabra clave que muestra la dirección de sus advertencias. Al referirse a la presión social dice: “salvo que enfrentemos…”. ¿Por qué dice “que enfrentemos”? ¿Pensará que la presión social es algo que debería ser “enfrentado” ¿A quiénes refiere el curioso plural de esta frase: “enfrentemos”? ¿Se incluye él mismo en ese plural? ¿Su artículo formará parte ya de esa necesidad de “enfrentar”?
La situación es esta: parece que es muy improbable que haya una Asamblea Constituyente, sin embargo, se debe escribir un artículo para declarar esa improbabilidad, en ese artículo debe quedar muy claro que, por muy improbable que sea, es necesario prevenir lo que, curiosamente, se declara improbable.
Temores como estos, en este caso en lenguaje “científico”, en otros en tono de alarma, empiezan a ser recurrentes. Advertencias, sugerencias interesadas, amenazas veladas, llamados a la prudencia, invitaciones explícitas a conversar el asunto más bien en la cocina, antes de hacer declaraciones o promesas apresuradas. En la derecha preocupación; en el gobierno la improvisación y las vaguedades contradictorias de costumbre; en la Nueva Mayoría los pillos y los que aún creen que participan de una coalición realmente progresista haciendo los gallitos correspondientes, en público y en privado, por que representan a sectores sociales opuestos, y porque el famoso programa simplemente no establece nada claro. Signos, importantes signos. La preocupación constituyente es una papa caliente en manos del poder. Ya saben que cualquier fórmula tibia o tramposa que propongan sólo activará más el tema, y calentará más los ánimos de un país agobiado por el endeudamiento, la miseria en los hospitales, la mala calidad de la educación, la vergüenza del sistema de pensiones.
Es importante ser capaz de ver estos signos, poner en la discusión pública sus alternativas, salir al paso de cada amenaza velada y de cada falsa promesa. Una Asamblea Constituyente, el señor Fuentes lo sabe muy bien, sólo será posible a partir de una gran presión social, que sea capaz de sobreponerse a las maneras en que la elite quiera “enfrentarla”. Una Asamblea, participativa, elegida de manera proporcional, deliberante, sin comisiones de expertos. Una Asamblea de la que surjan proyectos constitucionales que sean sometidos a deliberación por todo el pueblo, y sobre los cuales se realicen consultas plebiscitarias directas, sobre los contenidos mismos, y no simplemente sobre un “Sí” o “No” cerrados. Una Asamblea de la que surja, por primera vez en la historia de Chile, una Constitución que realmente represente a todos sus habitantes, que impida el regalo de nuestras riquezas básicas, que proclame de manera explícita la autonomía de nuestros pueblos originarios, que consagre de manera directa y explícita el derecho a la educación, a la salud, al trabajo, y obligue al Estado a ser garante y promotor directo de esos derechos.
Lo sabemos, no habrá una Asamblea Constituyente de estas características… sin una sostenida presión popular.
FORO POR LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE
Santiago, 9 de septiembre de 2014
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