Alexander Rabinowitch *
Contratemps, 21-10-2016. http://www.contretemps.eu/
Viento Sur, 4-3-2017. http://www.vientosur.info/
La editorial La Fabrique acaba de publicar “Les Bolcheviques prennent le pouvoir”*, aparecido inicialmente en inglés en 1976. Este libro de Alexander Rabinowitch tiene el enorme mérito de restituir lo que fue realmente la Revolución rusa en Petrogrado, entonces capital de Rusia y sobre todo epicentro de la revolución: un movimiento de insubordinación generalizada en que las clases dirigentes se mostraban incapaces de imponer su dominación como antes y en que las clases subalternas ya no consentían esa dominación (la definición por antonomasia de una “crisis revolucionaria” según Lenin), y al mismo tiempo un momento de aceleración y de bifurcación políticas, cuyas consecuencias serán ingentes a escala mundial.
En particular, el libro examina con todo detalle la política y la acción de los bolcheviques –tanto de la dirección del partido como de los militantes y las organizaciones intermedias– entre julio y octubre de 1917. Permite salvar el escollo cruzado de una disolución del papel del partido bolchevique (que para algunos no habría hecho más que ir a la zaga de los acontecimientos sin desempeñar ninguna función real más que canalizar la combatividad popular) y de una fetichización del mismo (sea negativa, con los bolcheviques como golpistas y usurpadores, sea positiva, como encarnación política del proletariado ruso).
Leyendo el libro se ve claro que es la dialéctica compleja entre una revuelta popular extremamente potente y creativa, una autoorganización de masas en forma de soviets –en los barrios, las empresas, en el frente, así como en el mundo rural, por todas partes se formaban consejos–, y un partido que logró conquistar una audiencia masiva en las filas del proletariado y estaba decidido a llevar a cabo la revolución (es decir, a derribar el poder capitalista), la que explica el destino de la Revolución rusa entre febrero y octubre de 1917.
Un aspecto importante que se desprende del trabajo magistral de Rabinowitch: el papel específico de Lenin. Aunque su acción fue absolutamente decisiva para enderezar en distintas ocasiones la política de la dirección del partido bolchevique y ofrecer una perspectiva de resolución de la crisis revolucionaria –mediante la insurrección armada–, el libro muestra muy claramente que él no fue en modo alguno el maestro de ceremonias de la revolución de Octubre, contrariamente a lo que da a entender una visión policial o estalinista (que a menudo fueron lo mismo), así como cierta ortodoxia trotskista que demasiado a menudo ha sucumbido a una especie de heroización del dirigente bolchevique.
Una de las razones es que Lenin quedó en lo esencial cortado del movimiento revolucionario (al menos hasta la insurrección de octubre): al estar buscado activamente por la policía tras la insurrección abortada de julio, los bolcheviques temían que lo asesinaran en la cárcel y le ordenaron que se fuera de Petrogrado. Pero hay otra razón, que tiene que ver con tres rasgos cruciales del partido bolchevique que llaman la atención al leer el libro:
– la implantación de masas y la confianza de que goza la organización en las filas del proletariado de Petrogrado (y más allá);
– contrariamente a una posterior redefinición deformada del “leninismo” (que divulgó Zinóviev en 1925 y Stalin acentuó posteriormente), la democracia interna, caracterizada por el vigor de los debates que tuvieron lugar entonces en el partido: pese a que la amenaza de la represión y de la contrarrevolución era permanente, en el seno de la organización podían manifestarse divergencias tácticas y estratégicas muy importantes, que incluso podían salir a la luz pública (a diferencia de lo que será el PC de la Unión Soviética bajo Stalin);
– y la autonomía de las organizaciones intermedias del partido, bien se trate de los comités locales, bien de entidades específicas como la organización militar.
Al menos tanto como la capacidad estratégica propia de Lenin (cuyas posiciones quedaron a menudo en minoría o fueron ignoradas o incluso ocultadas por la dirección ante la militancia), fueron por tanto esta implantación de masas (entre los obreros y soldados especialmente), la democracia interna y la flexibilidad organizativa las que permitieron al partido bolchevique mantener el rumbo en las circunstancias fluctuantes del año 1917. Como escribe Rabinowitch en el epílogo de la obra (p. 446-447): “El éxito fenomenal de los bolcheviques también se debe en buena parte a la naturaleza del partido en 1917. Con esto no me refiero ni al liderazgo tan audaz como decidido de un Lenin –cuya importancia histórica, sin embargo, no se puede negar– ni a la unidad o la disciplina organizativa legendarias de los bolcheviques, que muy a menudo se exageran. Quisiera más bien poner de relieve el carácter relativamente democrático, tolerante y descentralizado de las estructuras del partido y de su modo de funcionamiento, así como el hecho de que en aquel entonces operaba fundamentalmente como un partido de masas abierto, en ruptura clara con el modelo leninista tradicional.”
http://werkenrojo.cl/revolucion-rusa-los-bolcheviques-toman-el-poder/
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