VIGENCIA Y LIMITACIONES DE MARIATEGUI ACERCA DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS
Luis Vitale
Santiago 1997.
Ponencia al Simposio Internacional AMAUTA y su Epoca, Lima, 3 al 6 septiembre 1997.
La columna vertebral de las reflexiones de Mariateguí en los diez últimos años de su vida fue la Cuestión Nacional o, mejor dicho, en palabras de Tito Flores Galindo: “ese doble eje conformado por el marxismo y la nación hace que la vida de Mariátegui sea a la vez una página en la historia peruana y una página en la historia del socialismo (...) Precisamente, a partir de su peculiar articulación entre marxismo y nación, Mariátegui acabó elaborando una manera específica - peruana, indoamericana, andina- de pensar a Marx y, como siempre, precisamente por ser más peruano se convirtió en universal”.
Su herejía intelectual lo condujo a incorporar a su filosofía de la historia algunos conceptos de ideólogos tan dispares como Bergson, Nietzche y Sorel, sobre quien se dijo que Mariátegui lo leyó recién en su viaje por Europa. Las dudas que teníamos fueron despejadas por Guillermo Rouillón y Alberto Flores Galindo, que han demostrado lo contrario. Mariátegui incorporó de Sorel algunos de sus aportes, como su dimensión del mito social, la crítica de la idea del progreso, pero más que eso la fuerza anti sistema del sindicalismo revolucionario, sin reservas de ser acusado de anarquista. Los ortodoxos, especialmente los de la Internacional estalinista de la década de 1930, pretendieron calificar o encasillar de soreliano a Mariátegui o de haber hecho una amalgama de las ideas de Marx con las de Sorel, aparentando ignorar que èste fue en la década de 1910 un precursor, junto a Rosa Luxemburgo, de la crítica sin concesiones a la burocracia sindical y al reformismo de la socialdemocracia parlamentarista; cuestionador de la concepción verticalista de partido y, fundamentalmente, motor del sindicalismo revolucionario, tomando distancia del acratismo puro o del anarquismo abstracto. En tal sentido, somos de la opinión que Sorel llevó hasta las últimas consecuencias planteos de Marx, que nunca se atrevieron a llevar “jusq’au bout” los marxistas connotados de su época. Está aún por investigarse si Sorel, en ciertos puntos claves, fue más marxista que mucho de los epígonos. Y, precisamente, por haber enriquecido el materialismo histórico con los aportes de Sorel y otros pensadores iconoclastas, Mariátegui fue el marxista más preclaro y hereje de América Latina.
El interés por las ideas de Mariátegui se reactualizó con la frustración que surgió a raíz de la crisis de eso que se llamó socialismo y de eso que en la mayoría del espectro de izquierda era palabra casi santa. El Centenario del natalicio de Mariátegui coincidió con el momento culminante de la crisis, acicateando la necesidad de búsqueda de una nueva alternativa. Hasta ciertos europeos de izquierda -casi siempre indiferentes y negadores de los pensadores que no sean de su continente- se preocuparon de comentar a Mariátegui y de temas, tan alejados de su realidad antropocéntrica y etnocéntrica, como la de los Pueblos Originarios de nuestra América. De un largo período de ocultamiento se pasó a la apología, al aplauso acrítico. Algunos comunistas argentinos llegaron a decir en abril de 1994 que “así como nos quitaron a Gramsci también nosquitaron a Mariátegui”, sin autocriticarse de que su antiguo líder, V. Codovilla, fue el artífice del entierro
intelectual.
LIMITACIONES DE MARIATEGUI EN LA CUESTION
INDIGENA
Ponemos a discución de los compañeros, especialmente peruanos, algunas de las limitaciones de Mariátegui sobre este tema que facilitará por lo menos dos cosas: una, tratar de comprender en su real dimensión a uno de los más relevantes pensadores del siglo XX, no sólo latinoamericano sino del mundo; dos, contribuir a la formulación de un programa estratégico de los Pueblos Originarios de la contemporaneidad.
Respecto del primer punto, es hora de abordarlo porque después de haber sido sepultado por décadas el pensamiento de Mariátegui, su resurrección ha promovido una tendencia a la idealización. Y en rigor, él como cualquier pensador, está limitado y condicionado por su época y, en definitiva habla por la boca de su tiempo. Uno de los condicionamientos temporales de Mariátegui fue haber vivido en la fase de inicio de la codificación del marxismo. Gramsci fue uno de los pocos que se atrevió a romper el cerco ideológico por su rebeldía a toda imposición que fije límites geográficos al pensamiento.
las clases trabajadoras, sin distinción de costa ni de sierra, de indio ni de cholo”. No obstante acota: “Si en el debate -esto es en una teoría- diferenciamos el problema
del indio es porque en la práctica también se diferencian” Anticipándose a los analistas de la relación etnia-clase, señaló: “El factor de clase se complica con el
factor raza en forma que una política revolucionaria no puede dejar de tener en cuenta. El indio quechua ve su opresor en el ‘misti’, en el blanco”.
comerciantes y propietarios de parcelas. Aunque Mariátegui sostenía que el proceso revolucionario debía ser hegemonizado por el proletariado, al igual que los
marxistas de su tiempo, barruntaba que “la solución del indio tiene que tener una solución social. Sus realizadores deben ser los propios indios”. Mientras más aumentaba el número de obreros de origen quechua, más se vehiculizaba la relación etnia-clase: “En el Perú las masas -la clase trabajadora- son en sus cuatro quintas partes indígenas. Nuestro socialismo no sería, pues, peruano -ni siquiera socialismo- si no se solidarizase, primeramente, con las reivindicaciones indígenas”
Autodeterminación y Nacionalidad
explícitamente que los pueblos originarios podían autónomamente, sin delegar en el partido, auto gestionar su proceso de socialismo. Por eso, en su programa falta
un objetivo estratégico para las comunidades indígenas, salvo el problema de la tierra, el respeto a su lengua y cultura sino básicamente el reconocimiento de que son un -o varios- pueblo-nación, una nacionalidad con derecho a la autodeterminación: un pueblo-nación, como el quechua, aymara o mapuche que cohabita en varios de los Estados-”naciones”: Perú y Bolivia (quechuas), Chile,
Argentina, Bolivia (aymaras), Chile y Argentina (mapuches). Esto no podía ser visualizado por Mariátegui, pero no podemos seguir omitiendo sus omisiones, para bien de los Pueblos Originarios y, sobre todo, para rescatar algunos de los restos de esa izquierda “ortojoda” que todavía trata de imponer su terrorismo ideológico a quienes se atrevan a poner en un pie de igualdad (aunque quizá no con tanta fuerza) al proletariado con los pueblos originarios, campesinos, otros asalariados de capas medias, movimientos de mujeres, ecologistas, pobladores de las zonas urbano- periféricas pobres, estudiantes, juventud en general, cristianos por la liberación, jubilados, tercera edad, homosexuales, lesbianas y otros movimientos sociales.
Mariátegui no alcanzó a explicitar que los pueblos originarios deben ser autónomos para darse su propia política y su tipo comunitario de sociedad heredada del
pasado y anterior a la colonialización española y, obviamente, anterior al Estado y la sociedad peruana.
La Cuestión de la Identidad
De todos modos, Mariátegui lamenta que los quechuas sean mantenido al margen: “los elementos de la nacionalidad en elaboración no han podido aún fundirse
o soldarse. La densa capa indígena se mantiene casi totalmente extraña al proceso de formación de esa peruanidad que suelen exaltar o inflar nuestros sedicentes
nacionalistas”.
Mariátegui no alcanzó a plantear con claridad el derecho a la autodeterminación de los pueblos originarios porque no supo apreciar que los quechuas constituían desde hacía siglos una nacionalidad, quizá por la presión ideológica de quienes temían a un supuesto separatismo de los pueblos originarios. Con este confuso “substratum” ideológico era imposible que abordara con claridad el problema de la identidad.
Ante todo, hay que constatar, sin reservas, que los pueblos originarios, en su mayoría, tienen una identidad que no han alcanzado los peruanos ni otros habitantes latinoamericanos no indígenas, sean mestizos o blancos. Ni siquiera los negros y mulatos tienen el grado de identidad de los pueblos originarios.
Mariátegui se da cuenta de las dificultades para lograr la identidad y unidad nacional: “En el Perú, el problema de la unidad es mucho más hondo, porque no
hay aquí que resolver una pluralidad de tradiciones locales o regionales sino una dualidad de razas, de lenguas y de sentimientos, nacida de la invasión española
y conquista del Perú autóctono por una raza extranjera que no ha conseguido fusionarse con la raza indígena, ni eliminarla ni absorberla”. No obstante, Mariátegui seguía insistiendo en varios de sus escritos en la necesidad de la unidad nacional con los quechuas y de conformar con ellos la identidad peruana: “El indio es en cimiento de nuestra nacionalidad en formación”.
identidades que nunca son cerradas o acabadas en este proceso con avances y retrocesos.
Tierra y Territorio
La categoría de territorio para los Pueblos Originarios es clave para comprender que vá más allá de la reivindicación de la tierra para los pueblos originarios.
El territorio es, en términos actuales, el Ambiente, es decir, la íntima relación entre sociedad global humana y la naturaleza; territorio es el hábitat del pueblo nación
originario, que sigue luchando por reconquistarlo; es la zona donde se hace la vida cotidiana, comunicándose en una misma lengua; Es donde se trabaja y produce
colectivamente, integrándose armónicamente a la naturaleza, sin deteriorarla irreversiblemente.
La tierra para los campesinos, mestizos o blancos, significa la propiedad individual. En cambio, para los pueblos originarios es posesión (no propiedad) colectiva;
territorio es el espacio físico del pueblo-nación originario y contiene, asimismo, identidad y cultura, que es no sólo actividad intelectual sino también canto, baile, comida específica, juegos, deportes y formas de sexualidad. En tal sentido, la cosmovisión de los pueblos originarios puede contribuir a superar el dualismo entre sociedad y naturaleza, el criterio dicotómico de los ideólogos de la llamada “civilización occidental”, como si los seres humanos estuvieran fuera del Ambiente, no del “medio ambiente”, término popularizado por los ecologistas, ya que si el Ambiente es la totalidad de naturaleza y sociedad, no puede ser “medio”. En todo caso, sólo puede hablarse de “medio geográfico” o “medio natural”. Ya lo había dicho ¡cuando no! Marx en una de sus tantas genialidades: “No hay que dividir la historia en historia de la naturaleza e historia de la humanidad: mientras existan hombres, la historia de la naturaleza y la historia de la humanidad se condicionan recíprocamente (...) Mi relación con el ambiente es mi conciencia”. Y agregaba:
“La sociedad es, pues, la plena unidad esencial del hombre con la naturaleza, la verdadera resurrección, el naturalismo realizado del hombre y el realizado
humanismo de la naturaleza”. Demás está decir que los sabelotodo marxólogos europeos no le prestaron atención, porque la ecología podría “desviar” el eje de la lucha de clases. Hacemos esta digresión porque, como dijimos en pág. 4, queremos no sólo discutir Mariátegui sino aportar a los Pueblos Originarios.
Estado-nación
Mariátegui no alcanzó a desentrañar la ideologización que había detrás del concepto Estado-nación. No digo que haya hablado de Estado-nación, sino que a la base de su argumentación no tenía otra concepción del Estado que la manejada por la izquierda de su época. Mariátegui intentó una ruptura con el eurocentrismo, pero no alcanzó a romper con la concepción eurocéntrica del Estado.
formación del Estado, mal llamado nación, como ocurrió con los sicilianos y otras nacionalidades en el momento de la denominada “unificación” de Italia a mediados del siglo XIX. El concepto de Estado-nación surgió en la Europa moderna, en consonancia con un modo de producción específico con fuerte base industrial, agrícola y un mercado interno en expansión, donde la cuestión agraria estuvo estrechamente ligada con la cuestión nacional. Según Pierre Vilar, hasta principios del siglo XIX había confusión entre Estado, como forma política, y nacionalismo, como ideología política.
o principio absoluto, como pensaba Hegel, sino un producto histórico, que así como apareció, también se extinguirá cuando no existan las clases. Hasta el
momento, ninguna sociedad en transición al socialismo ha tomado medidas para el desaparecimiento gradual del Estado, salvo apreciaciones teóricas planteadas por
Lenin, Rosa Luxemburgo, Trotsky y Che Guevara con sus consideraciones sobre la teoría del valor, la consolidación de la conciencia socialista y la mujer y el hombre nuevo.
Al adherir acríticamente a la categoría de Estado- nación, Mariátegui estuvo limitado ideológicamente para reconocer a los quechuas como pueblo-nación dentro del Estado peruano. De todos modos, estaba fuera de esta posibilidad, en la época de Mariátegui, que algún teórico pudiera vislumbrar un Estado multinacional, multiétnico o pluriétnico o de pluralidad de nacionalidades, como lo
han conquistado los sandinistas y en fecha más reciente los movimientos sociales de Colombia. Concepto que aún no agitan los zapatistas, a pesar de que tienen clara su identidad: no utilizan la categoría de pueblo-nación, pero se comportan como tales. Cabría preguntarse si es una nueva jugarreta de desinformación del subcomandante Marcos para no provocar un mecanismo de reacción en el
pueblo mexicano ante un eventual separatismo de los chiapanecos.
Si bien es cierto que no vislumbró todos los matices de la Cuestión nacional, Mariátegui fue el primer marxista latinoamericano en incorporar la problemática aunque pusiera el acento en la cuestión agraria. Y terminaba con una frase para la historia: “La comunidad indígena conserva aún una vitalidad suficiente como para convertirse gradualmente en la célula del Estado socialista moderno (...) La doctrina socialista puede dar un sentido moderno, constructivo, a la causa
indígena”.
A la luz de los fracasos del llamado “socialismo” entrecomillas, real sin comillas, habría que reflexionar si la futura sociedad alternativa al neoconservadurismo
liberal, debería integrar a nuestro proyecto latinoamericanista mucho de los aportes de Mariátegui y de los nuevos Movimientos Sociales. No se trata de hacer
una amalgama de las contribuciones de Mariátegui –que va más allá de lo indígena- con las de los movimientos sociales, sino de integrarlos a una teoría del cambio social revolucionario, lo que nos mueve a formular una reflexión clave: si hoy resulta insuficiente la concepción revolucionaria creada hace un siglo y medio (en 1998 se cumple el 150 aniversario del Manifiesto Comunista) ¿corresponde plantear la “refundación” de la teoría de la transformación radical de la actual sociedad capitalista, incorporando los aportes de Mariàtegui, el Che Guevara
y de los nuevos y antiguos movimientos sociales para dar cuenta de la especifidad del Socialismo Indoamericano?
histórico -no como agregado o complemento sino formando parte “de”- al feminismo anti-patriarcal- antisistema, el ecologismo subversivo, los cristianos por el socialismo, el sindicalismo clasista, los trabajadores de la contracultura y las ideas estratégicas de los pueblos originarios hacia el Estado multiétnico o de
plurinacionalidad.
Hoy más que nunca está vigente aquella frase de Mariátegui pronunciada en 1925: “Y de la crisis de este escepticismo y de este nihilismo nace la ruda, la fuerte, la
penentoria necesidad de una fe y un mito que mueva a los hombres a vivir peligrosamente”.(...) “En la nueva generación arde el deseo de superar la filosofía escéptica. Se elaboran en el caos contemporáneo los materiales de una nueva mística”.
ES LA DEUDA QUE TENEMOS PENDIENTE CON EL AMAUTA
0 Responses to "VIGENCIA Y LIMITACIONES DE MARIATEGUI ACERCA DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS"
Publicar un comentario