Chile - Héroes de la lucha revolucionaria y la resistencia

Posted by Nuestra publicación: on martes, agosto 25, 2015

Dagoberto PEREZ VARGAS

El 16 de octubre de 1975 la DINA logró ubicar a la directiva clandestina del MIR en una parcela de Malloco, produciéndose un enfrentamiento en el que murió Dagoberto PEREZ VARGAS, sociólogo y dirigente del MIR.  La Comisión considera que Dagoberto Pérez cayó a consecuencias de la violencia política.
                                    Nelson Gutiérrez, segundo jefe del MIR, logró huir herido del enfrentamiento de Malloco.  Días después, la médico de nacionalidad británica Sheila Cassidy atendió al dirigente prófugo y como producto de ello los agentes de seguridad comenzaron a buscarla para detenerla.
                                    El primero de noviembre de 1975 la detuvieron mientras visitaba a una enferma en la Casa de los Padres Columbanos.
                                      En el proceso de la detención los agentes de la DINA realizaron múltiples disparos y como producto de ello murió la empleada de la casa Enriqueta del Carmen REYES VALERIO, persona sin ningún tipo de antecedentes políticos y desvinculada de los demás hechos.
                                    La versión entregada por las autoridades indicaba que la doctora Cassidy se refugiaba en el lugar con un individuo no identificado y que al llegar al lugar, los agentes habrían sido recibidos con disparos, resultando un agente herido. Durante el enfrentamiento, Enriqueta Reyes habría sido baleada al interponerse en la línea de fuego del acompañante de la doctora Cassidy.
                                    La versión anterior nunca fue respaldada con testimonios de agentes u otros antecedentes. Tampoco se identifico jamás al agente herido ni al supuesto acompañante de la doctora Cassidy.


PUNTO FINAL.  1 de octubre de 1999 
Una familia aniquilada
Personas

DON Osvaldo Pérez Sánchez con su esposa, Otilia Vargas, profesora jubilada, y su hija Patricia. La foto fue tomada en abril de este año en el 74º cumpleaños de Otilia.
El 20 de septiembre falleció en Santiago don Osvaldo Pérez Sánchez, de 87 años. Era un hombre modesto, parco Olmopulli, comuna de Maullín, donde el bosque de su niñez ha terminado cediendo presencia a las praderas donde pasta el ganado. Perteneció -como sus padres y sus diez hermanos- al Partido Radical. Le habría gustado que esas ideas las compartieran sus hijos pero ellos salieron miristas.Don Osvaldo Pérez Sánchez fue el primer juez de Olmopulli cuando el poblado ascendió de categoría al contar con escuela -cuya directora fue su esposa-; un retén de tres carabineros, cuyo jefe era un primo; y el cementerio, que evitó los funerales -a caballo y en carreta- hasta Puerto Montt.
A don Osvaldo Pérez lo sobreviven sólo su esposa, Otilia Vargas, 74, y una hija, Patricia, 37. Sin embargo, la familia Pérez Vargas fue numerosa, como Dios manda. El mayor de los hijos, Dagoberto, nació en la casa paterna de Olmopulli, y los otros cinco en el hospital de Puerto Montt. En esta familia también hubo sueños de nietos. Pero la tragedia que las FF.AA. desataron en Chile en 1973, cambió el curso de esos deseos. Cinco hermanos Pérez Vargas fueron asesinados por la DINA entre 1974 y 1976. La familia casi fue aniquilada y don Osvaldo Pérez Sánchez bajó a su tumba sin obtener verdad ni tampoco justicia. Ni siquiera tuvo el consuelo de sepultar a sus hijos, tres de los cuales están desaparecidos.
La tragedia se escribió así:

Dagoberto
Carlos Pérez Vargas, 25 años, publicista, casado con la costarricense Virginia Valenzuela, fue detenido el 10 de septiembre de 1974 en la oficina que compartía con Miguel Lathrop Cristi en calle Estado 360. A las gestiones de su esposa para ubicarlo, se sumaron los embajadores de Costa Rica, Venezuela y Alemania, sin resultados. En julio de 1975 su nombre apareció en la lista de los 119 chilenos que según la DINA se mataron entre sí en Argentina. Carlos desapareció para siempre.
Aldo Pérez Vargas, 23 años, técnico electrónico y estudiante de sociología, fue detenido por la DINA el 23 de septiembre de 1974 en la calle Uruguay al llegar a Fernández Albano. Hay testimonios -de Rosalía Martínez Cereceda y Edmundo Lebrecht, entre otros- que estuvieron con los hermanos Pérez Vargas en el centro de torturas de la calle José Domingo Cañas y en el campo de concentración de Cuatro Alamos. Aldo jamás apareció.
Carlos y Aldo Pérez fueron detenidos, torturados y finalmente asesinados por la DINA para intentar capturar a otro hermano, Dagoberto, que era miembro de la comisión política del MIR.
Dagoberto Pérez Vargas, 28 años, sociólogo, murió combatiendo el 15 de octubre de 1975, en un enfrentamiento en la parcela Santa Eugenia, ubicada entre Padre Hurtado y Malloco. A ese lugar -donde "estaba apiñada casi toda la dirección del MIR", según testimonio de Andrés Pascal Allende-, logró llegar la DINA después de capturar a un enlace de comunicaciones. Dagoberto Pérez murió cubriendo la retirada de sus compañeros: Andrés Pascal, en ese momento secretario general del MIR, su compañera, Mary Ann Beausire, Nelson Gutiérrez, miembro de la comisión política, su compañera, María Elena, y la hijita de ambos, Paula. El cadáver de Dagoberto nunca fue entregado a su familia.

Carlos

Aldo

Mireya

Iván
Finalmente, los hermanos mellizos Iván y Mireya Pérez Vargas, de 21 años, estudiantes de la Universidad de Chile, fueron asesinados por la DINA el 24 de febrero de 1976 en un allanamiento en el Pasaje Juan Ramón Jiménez 7476 de La Florida. Se ocultaban de una feroz persecución empeñada en aniquilar a esa familia por sus vínculos con el MIR. Los restos de Iván y Mireya fueron recuperados de la morgue el 4 de mayo de 1976 por el sacerdote Pablo Fontaine y el abogado José Antonio Cancino de la Vicaría de la Solidaridad, y sepultados en el Cementerio General.
El padre, don Osvaldo Pérez, había logrado asilarse a fines de 1974 en la embajada de Colombia. En 1975 llegó finalmente a La Habana, donde supo sucesivamente de las muertes de sus hijos Dagoberto, Iván y Mireya, mientras su esposa, Otilia, profesora primaria jubilada, y la hija menor, Patricia, eludían a la DINA en Santiago. Sólo en junio de 1976, bajo protección del CIME, lograron abandonar el país y reunirse con don Osvaldo en La Habana, donde vivieron -al igual que centenares de exiliados chilenos- hasta el fin de la dictadura militar.
Don Osvaldo Pérez pasó sus últimos años con su esposa Otilia y su hija Patricia en una casita del pasaje Los Cerezos en la Gran Avenida. Su salud estaba muy deteriorada. Se sometía a periódicas diálisis por un problema renal. Los médicos habían advertido a Otilia que en cualquier momento podría producirse un paro respiratorio o cardíaco. Ese momento llegó en el taxi que lo trasladaba a una clínica la mañana del 20 de septiembre. Presintió su muerte. Al salir de la casa dijo: "Ahora no vuelvo". A las pocas cuadras reclinó la cabeza y murió tranquilamente, sin un quejido. Como muere un viejo roble, en la dignidad silenciosa del bosque de Olmopulli.
Decenas de amigos y viejos camaradas de sus hijos lo despidieron en el cementerio de La Florida. Vinieron familiares del sur, incluyendo sus hermanos Mamerto y Ubaldina, el sobrino Tomás y muchos otros. Gente del campo, sobria y fuerte. Fue un mediodía gris con llovizna. Al borde de la tumba una oración cálida de Leo Wetli recordó a los hijos asesinados y habló de los hombres buenos y sencillos, como don Osvaldo, que son la sal de la tierra.
En medio del grupo destacaba la figura de doña Otilia Vargas, hoy casi ciega, apoyada en su bastón. Recia en su ternura y aparente debilidad, tiene la chispa y lucidez de la profesora que formó centenares de niños chilenos y seis hijos. Su admirable moral hace honor a la memoria de los que cayeron luchando por la libertad. Está esperanzada en el futuro que soñaron sus hijos. Es un sueño que comparte
M.C.D.