Por A. V. *
Estamos a casi 100 años de los primeros intentos de entrecruzamiento de psicoanálisis y marxismo. A lo largo de casi un siglo, una serie de autores produjeron ideas que hoy quedaron abandonadas por considerarlas fallidas. Se los agrupa bajo el nombre de “freudomarxistas” y se los deja en el baúl de la historia. Esos autores se han vuelto prácticamente desconocidos. No se enseñan sus obras y menos se los discute en el campo del psicoanálisis ni del marxismo. Empecemos por la denominación misma. Se los llamó “freudomarxistas”, a pesar que ninguno de los autores se reconoció como “freudomarxista” y menos aún integró ningún movimiento con ese nombre. Es más, algunos rechazaron ser llamados “freudomarxistas”, porque lo consideraban una “desviación”. Fueron agrupados con ese título a pesar de que no tuvieron en común más que intentar, con distinta suerte, algún cruce entre Freud y Marx.
Los primeros psicoanalistas marxistas se autodenominaron “izquierda freudiana”. Este movimiento de la década de 1920 incluía a psicoanalistas que a su vez eran marxistas como Wilhelm Reich, Otto Fenichel, Sigfried Bernfeld, Vera Schmidt y otros. Tuvieron diversa militancia política y en sus textos intentaron ver qué aportes mutuos podía haber entre psicoanálisis y marxismo, desde distintas perspectivas y de acuerdo al psicoanálisis y marxismo de la época. Sin embargo, esta izquierda freudiana fue combatida tanto en el campo del psicoanálisis como del marxismo.
En el campo del psicoanálisis, la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA) a lo largo de su historia no sólo fue de derecha, sino que además intentó desacreditar todas las supuestas desviaciones bajo la consigna de que “eso no es psicoanálisis”. El clima político en Europa, con el ascenso del nazismo, llevó a que la institución criticara a los psicoanalistas con militancia política de izquierda. Finalmente, por temor a represalias y para “subsistir”, excluyó tanto a sus miembros judíos como marxistas, con una supuesta política de supervivencia para el psicoanálisis. Y tenemos que aclarar que fue avalada por el propio Freud, a quien esto casi le cuesta su propia vida, por su empecinamiento de quedarse en Viena. Esto llevó al exilio de muchos psicoanalistas, entre ellos la de los actores de la izquierda freudiana.
Por otro lado, la historia del psicoanálisis en la Unión Soviética es poco conocida. Previamente a la revolución había un movimiento psicoanalítico importante. En 1904 se tradujo al ruso La interpretación de los sueños, la primera obra de Freud que se publicó en otra lengua. Luego de la revolución de 1917 el psicoanálisis siguió desarrollándose, con experiencias innovadoras como el “Hogar Experimental de Niños” de Vera Schmidt. Sin embargo, tras la muerte de Lenin y el ascenso de Stalin, el psicoanálisis, junto con otras corrientes, fue eliminado por “antisocialista”. A partir de entonces, el estalinismo atacó al psicoanálisis y cualquier intento de relación entre psicoanálisis y marxismo. El nombre “freudomarxista” circuló como una descalificación que aún continúa en el campo intelectual.
¿Por qué recuperar hoy estos intentos de cruce entre psicoanálisis y marxismo? Nos encontramos en tiempos posmodernos con versiones estructuralistas y posestructuralistas del psicoanálisis y del marxismo, donde quedaron depurados ciertos elementos “negativos” tales como el sujeto histórico, el humanismo, la transformación social y la revolución. Parecería que somos efectos de estructuras ahistóricas que nos trascienden. La versión hegemónica y posmoderna del psicoanálisis lo ha transformado en una cosmovisión. Sostiene que, en última instancia, toda nuestra subjetividad depende de una estructura del deseo inconsciente. Y a partir de allí se pueden entender todos los fenómenos, incluidos los sociales, tal como los desarrollos de Lacan y sus discípulos a partir de la formulación de los cuatro discursos, y tomar el propio capitalismo como discurso.
Rescatar estos cruces entre psicoanálisis y marxismo nos permite rescatar la posibilidad de la lucha emancipadora, además de sostener la complejidad de nuestra propia subjetividad.
La subjetividad, tal como la entendemos, precisa de diferentes campos del saber para poder dar cuenta de su complejidad y plantearse un proceso de transformación individual, familiar y social. Unicamente el reduccionismo lleva a considerar que la subjetividad puede ser abordada desde una sola perspectiva, o bien con la coartada que implica considerar múltiples perspectivas sin relación alguna entre sí. Todas válidas, en un intento posmoderno de suponer que cada una puede tener algo de verdad.
El concepto de subjetividad está poco definido al día de hoy. No se sabe de qué hablamos cuando hablamos de subjetividad. Nociones como “producción de subjetividad”, “cambios en la subjetividad”, “desubjetivación”, suelen estar valoradas pero pocas veces aclaradas. Así se conforma un horizonte amplio de definiciones con poca precisión. Al día de hoy es política y científicamente “correcto”, desde estas versiones posmodernas, considerar que la subjetividad es “múltiple” y se puede decir “bio-psico-social”. Pero nunca se profundiza en cuál es la relación y las determinaciones entre los términos, ya que se recurre a la coartada de que todas pueden ser válidas.
El concepto de subjetividad proviene de la filosofía, donde abarca los “fenómenos psíquicos en cuanto fenómenos de conciencia” (Abbagnano, Nicola, Diccionario de Filosofía, Fondo de Cultura, México, 1974). Pero luego fue tomado por diferentes campos: el sociológico, el psicoanalítico, el psiquiátrico, entre otros. El atravesamiento de estos campos implica diferentes conceptualizaciones de la subjetividad. Por un lado, las versiones sociologistas, donde lo determinante es la constitución social del sujeto; versiones psicologistas, donde lo determinante es lo psíquico; y versiones organicistas, tal como la psiquiatría actual, donde se supone que nuestra biología ofrecerá todas las explicaciones. Por lo contrario, sostener la complejidad de la cuestión de la subjetividad en la actualidad implica considerar qué interrelación hay entre lo bio-psico-social.
* Fragmento de la introducción de A la izquierda de Freud.
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