Podemos irrumpe con fuerza y aspira a capitalizar políticamente la indignación ante la estrategia derrotista de la dirección burocrática de Izquierda Unida
Socialismo Revolucionario (CIT en el estado español)
Tremenda resaca la de la izquierda española tras las elecciones europeas del 25 de Mayo. Los comicios han venido a demostrar la política errónea de la burocracia de Izquierda Unida y la forma en la que ha encarado no sólo estas elecciones, sino la respuesta a una crisis tan excepcional y dramática como la actual. En la noche del Domingo Willy Meyer mostraba orgulloso un gráfico que atestiguaba el crecimiento de IU, que ha ganado un millón de votos y ha pasado de 2 a 6 diputados. Sin embargo, la irrupción de Podemos, que en poco menos de 4 meses ha conseguido hacerse con más de un millón de votos, no sólo ha minimizado el crecimiento exponencial que IU aspiraba a monopolizar, sino que pone en seria duda el protagonismo de esta formación como referente de la izquierda política en el futuro. Y es más: Podemos tiene, por su carácter novedoso, todas las papeletas para ir a más y seguir creciendo a un ritmo mucho mayor que el de IU.
Estas elecciones han mostrado lo dañina que es la política burocrática y derechista de la mayoría de dirigentes de IU para la propia formación (política también compartida por las direcciones de los sindicatos mayoritarios) que, en vez de basarse en la movilización y radicalización de este nuevo periodo, buscan contenerlas, con la mirada puesta en gobernar junto al PSOE después de las próximas elecciones generales. Se puede hablar de un punto de inflexión tras estas elecciones, con un nuevo panorama ante el cual los socialistas revolucionarios hemos de responder.
Estos días abundan los análisis que ponen de relieve la excelente campaña de Podemos, que habría sabido "vender" un producto fresco exprimiendo al máximo las oportunidades ofrecidas por los nuevos medios de comunicación y haciendo valer el mayor peso mediático de su líder. Pero las cosas no son tan simples. Son muchos los líderes mediáticos que han concurrido a estas elecciones y la mayoría se ha quedado en el camino. Iglesias y Podemos han podido sacudir la situación al destacarse por un enfoque que parece radicalmente distinto, y un discurso que se centra en el protagonismo popular en vez del parlamentarismo institucional de siempre. En este sentido la aparición de Podemos es muy bienvenida, da un impulso a la izquierda alternativa, y debilita a la burocracia que ha frenado la lucha a lo largo del último periodo.
Para generar confianza entre la gente que sufre a diario los efectos de la crisis no basta con aparecer en TV y en las redes sociales. Hace falta también un mensaje claro y libre de contradicciones sobre la dimensión de la crisis actual, sus causas y las posibles salidas a esta situación excepcional.
La dirección de Izquierda Unida ha fallado precisamente en este aspecto, que es el fundamental: no se puede atacar retóricamente al bipartidismo y ponerse a su servicio a las primeras de cambio en nombre de la gobernabilidad, tal y como ha sucedido en Andalucía (donde PSOE e IU gobiernan juntos) o Extremadura (donde IU permite gobernar al PP con apoyos puntuales). Por si fuera poco los mismos que avalan el pacto andaluz no han descartado nunca un escenario similar para el Estado español, lo que demuestra la corta visión política de una élite más interesada en las carteras ministeriales que en poner en marcha una verdadera alternativa al régimen del 78. De esta forma, IU ha quedado contaminada por la "casta".
A esa falta de credibilidad se le suma otro factor crucial: el veto durante años a cualquier propuesta de refundación de la organización por parte de las "familias" que lideran la ejecutiva actual. Cualquier comparación con el pasado resulta odiosa. A principios de los 90 Julio Anguita lideró un proceso de convergencia que tuvo como resultado a la actual Izquierda Unida, que tras las movilizaciones anti Otan aspiraba a cubrir un espectro más amplio que el ocupado hasta entonces por el Partido Comunista. Después del 15 M y la ola de politización que despertó, IU tenía en su mano liderar un proceso similar y abrir la organización en busca de vías de confluencia con esa gran mayoría social que pide a gritos un cambio radical, con esos millones de personas que están hartas de manifestarse sin que nadie les escuche y ya ven como necesaria la conquista del poder y la apertura de un nuevo proceso constituyente. En la dirección actual de Izquierda Unida ha pesado más, sin embargo, el miedo a perder el control de la situación y los intereses personales de aquellos que aspiran a perpetuarse en sus posiciones de poder. De esta forma las tremendas movilizaciones de los últimos años no se han traducido en un crecimiento del número de militantes ni en un mayor protagonismo de Izquierda Unida en el seno de estas movilizaciones, a excepción de la gran Marcha de la Dignidad del 22M, donde las bases de IU si tuvieron un gran protagonismo que da esperanza para el futuro.
Incapaz de tomar las riendas cuando la situación lo exigía, IU ha acabado por verse desbordada. Aunque ahora todos claman por un gran proceso de convergencia de la izquierda, sería ingenuo pensar que los mismos que hasta ahora se han cerrado en banda a cualquier apertura hayan visto la luz de repente. La izquierda solo puede confluir en espacios abiertos y democráticos en los que los militantes de las distintas organizaciones políticas y los movimientos sociales se encuentren en igualdad y puedan decidir sin cortapisas y desde abajo los próximos pasos a seguir, articulando una verdadera estrategia para la conquista del poder. Las esperanzas deben centrarse ahora en una nueva generación de cuadros procedentes de las últimas grandes movilizaciones y acostumbrados a debatir y trabajar codo con codo y de igual a igual con activistas de la más variada procedencia.
Pero no debemos pensar que todos los riesgos para este proceso provienen de la burocracia de IU. Si algo ha demostrado esta campaña es que Podemos también cuenta con un hermético equipo de asesores dispuestos a tomar decisiones por encima y muchas veces al margen de la voluntad de sus bases. Aunque los ideólogos de Podemos apelan continuamente al poder de la gente y de los "círculos", está por ver que esto no forme parte solamente de una estrategia retórica. Los próximos meses serán cruciales para ver de qué forma se organizan las bases de Podemos y de qué forma pueden suponer un contrapeso horizontal a la estrategia personalista priorizada por Pablo Iglesias y sus asesores. Como el CIT ha subrayado muchas veces en sus análisis sobre el proceso bolivariano, el populismo personalista puede ayudar inicialmente a sumar apoyos con rapidez y ser útil en un proceso electoral, pero, a la larga, resulta perjudicial en la construcción de un movimiento que debe ser radicalmente democrático y contar con los suficientes mecanismos internos de autocorrección y decisión.
A esto hay que sumar también las carencias programáticas de Podemos, que al mismo tiempo que ataca retóricamente a la “dictadura de la Troika y los mercados”, defiende un programa que busca retocarla en vez de acabar con ella. Aunque el programa de Podemos recoge acertadamente todas las demandas de los movimientos sociales (renta básica, reparto del trabajo, servicios públicos de calidad, derogación de la ley del aborto, de las pensiones, de la reforma laboral, …) en la parte estrictamente económica, sus propuestas son claramente insuficientes y no van mas allá de democratizar al BCE, limitar las privatizaciones, adquirir una parte de las grandes empresas de los sectores estratégicos o fomentar la participación pública en las empresas privadas. No encontramos en todo el programa de Podemos una sola medida que vaya en el sentido de romper con el capitalismo. Tanto en IU como en Podemos, ha de haber un debate sobre el programa objetivamente necesario para salir de la crisis y acabar con el capitalismo. Esto sólo es posible a través de políticas claramente socialistas partiendo del impago de la deuda y de la nacionalización bajo control democrático de los trabajadores de los sectores estratégicos de la economía.
Desde SR hacemos un llamamiento a todos aquellos que han votado por la izquierda anticapitalista a que impulsen y participen en asambleas unitarias en sus barrios y centros de trabajo, convocadas de forma unitaria por las organizaciones de izquierda presentes en cada territorio. No se puede basar la confluencia en un mero acuerdo entre cúpulas, entre la dirección de IU y el entorno de Iglesias. Estas asambleas deben formar la base del frente único que la situación exige, para unir fuerzas en la lucha contra del bipartidismo y por una alternativa política del 99%.
El pulso, no obstante, debe continuar ante todo y sobre todo también en las calles, la mejor escuela posible de convergencia política y social. El 22M dos millones de personas de personas se manifestaron en Madrid para exigir Dignidad, una cifra sólo algo inferior a la que suman los votantes de Podemos y la Izquierda Plural. ¿Pura coincidencia? En absoluto. De la indignación anti-política del 15M al voto exigente del 25M hay una larga escuela de lucha que tiene en ese día un hito para la historia. Las Marchas de la Dignidad, a pesar de toda la propaganda criminalizadora del régimen, llegaron incólumes a la cita electoral para asediar el régimen bipartidista. Esa y no otra es la verdadera clave de este éxito electoral y será también la clave de los procesos de convergencia a corto plazo. La izquierda anticapitalista sale reforzada de estas elecciones y legitimada para emprender un nuevo ciclo de luchas. Desde Socialismo Revolucionario, llamamos a todas las organizaciones de izquierda a dejar atrás los personalismos y situarse detrás de la bandera de la movilización unitaria. De esas luchas y no de oscuros cónclaves deben surgir las alianzas y liderazgos del gran cambio que ansían los trabajadores y trabajadoras del Estado español, cambio que sólo se puede realizar por una ruptura con el régimen de 78, y a través de un gobierno de los trabajadores que implemente políticas socialistas.
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