Jaime Sepúlveda
“No lo
pensarías al mirarnos, pero a los seres humanos nos encanta cooperar”.
Estas palabras,
en labios de Jeffrey Kluger, un experimentado periodista de la revista Time
de Estados Unidos refiriéndose a los mineros de Copiapó, podrían parecer
irónicas. “Discutimos, peleamos, vamos a la guerra”, explica Kluger
(Time, 20-09-2010). No cabe duda. Especialmente para el estadounidense medio
--prototipo, según parece, del ser humano actual-- la guerra es una realidad
antigua y cotidiana. Una realidad fuera de sus fronteras, pero que dentro de
ellas alimenta una gigantesca industria militar que impulsa buena parte del
desarrollo de las tecnologías de punta, es el combustible diario de pantallas
de televisión y páginas de periódicos, deja al mes cien hogares con una persona
menos (“poco” frente al más de millón de muertos en Irak y Afganistán en los
últimos 9 años) y quebranta últimamente el aporreado déficit fiscal. En algunos
casos, guerras declaradas, como las mencionadas; en otros, acciones militares
directas, como en Pakistán, Yemen o Somalia; en general, presencia fundamental
en escenarios de guerra diversos del Medio Oriente, América Latina o Asia.
Aunque distante, la guerra es para el estadounidense una realidad cotidiana.
“Guerreamos”,
sí, pero, ¿qué produjo ese milagro de la cooperación entre los mineros?
Circunstancias extremas. “Cuando temes por tu vida, empujas en conjunto”;
y entonces “la clave es crear orden civil en una circunstancia en la cual no
hay ninguno”, dice el coronel Tom Kolditz, en el mismo artículo. Según esta
forma de ver las cosas, en circunstancias normales los “seres humanos” son, en
cambio, egoístas, utilizan al prójimo como instrumento, buscan el goce
ilimitado, por mencionar sólo tres de los diez mandamientos que el “divino
mercado” ha convertido en religión en las últimas décadas (Dufour, Dany-Robert:
Le divin marché).
Menos
concentrado en esta tarea mediática de enseñarnos cómo debemos vernos a
nosotros mismos, Al Holland, sicólogo de la NASA, propone una visión más
transparente: “los mineros hicieron mucho para ayudarse a sí mismos en los
17 días anteriores a su localización... y en parte es por eso que están vivos
aún”. Subraya que además ha sido excelente el apoyo de sus familias y
personas cercanas, que también se han... organizado. (http://www.youtube.com/watch?v=T-zfZN3ZCzs)
Organización.
Cooperación. Palabras raras, que suscitan preguntas y necesitan de explicación,
cuando la guerra y la ley de la selva son la propuesta cotidiana. Los mineros,
y en general la gente que sabe qué es la organización y la cooperación para
enfrentar la vida, no las requieren.
Pero los medios
seguirán machacando sobre este enfoque, que en el fondo está dirigido a la
clase media estadounidense, modelo del “ser humano” actual, pero que nos tratan
de vender a todos los demás.
Cuando los
mineros salgan, serán recuperados para esta normalidad. Según Time, se preparan
para la fama, leyendo “Tácticas para hablar en público”. Serán mejores
tiempos. Estrecharán la mano del presidente de la República, recibirán
donaciones de empresarios generosos. No faltará la oferta de algún libro y, por
qué no, de alguna película protagonizada por Tom Cruise. Y ellos las aceptarán.
Tampoco son tontos.
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