CHILE : A PONER FIN AL LUCRO
La educación debe ser gratuita para los jóvenes y también para todos los trabajadores que quieran estudiar, capacitarse o calificarse, no solo para mejorar sus ingresos, sino que también para elevar sus condiciones de vida y la de sus familias. La lucha de los estudiantes chilenos no es un movimiento social aparte, al cual hay que apoyar desde la vereda. De hecho, sin el apoyo organizado de la clase trabajadora será imposible romper con la lógica capitalista de hacer de la educación un negocio o un “bien de consumo”, como lo explicó clara y pragmáticamente Piñera, el negociante número uno del país.
El movimiento estudiantil en una encrucijada
Tras más de un mes de masivas movilizaciones, el movimiento estudiantil esta en una encrucijada, pues sus demandas han chocado con la dura resistencia del gobierno de los empresarios y de la propia concertación, debido a los enormes intereses económicos y políticos que tienen en común. Para avanzar y salir de este impasse, no se debe seguir creyendo o esperando que desde el gobierno salga una solución, tampoco desde el parlamento, ya que ambos poderes del Estado, ocupados por empresarios y políticos profesionales, solo representan los intereses de la clase alta. Toda esta elite, de Derecha, Concertación y cierta “izquierda”, tienen a sus hijos estudiando en colegios privados, donde reciben la mejor educación del país, que les da la preparación necesaria para controlar de manera eficaz el poder del Estado y así llevar adelante los negocios de todo el gran empresariado.
El problema es que esta elite, como su nombre lo dice, es un porcentaje minoritario de la población chilena. Una minoría que se reproduce y se hace más poderosa en la medida en que no se encuentre con la oposición organizada de la mayoría, y en particular de parte de la clase trabajadora, que con mas de ocho millones de personas sosteniendo el sistema, es el único sector social capaz llevar adelante junto a los estudiantes la batalla por una educación gratuita y de calidad. Los trabajadores organizados son la oposición que necesita la sociedad y en especial la juventud para asegurar que la buena educación no sea un privilegio de pocos y un negocio más, donde se estafa a los jóvenes y sus familias con créditos draconianos; cortando de un hachazo la posibilidad de que millones de jóvenes en las poblaciones y en los pueblos rurales puedan estudiar.
Afortunadamente los trabajadores del cobre hoy están comenzando a movilizarse y a tomar conciencia del llamado honesto y sensato del movimiento estudiantil acerca de la necesidad de que la propiedad, producción y explotación del cobre debe ser renacionalizado. Es un verdadero saqueo lo que actualmente sucede con la principal materia de exportación del país y la principal fuente de ingresos al Estado. Los grandes empresarios están robando a dos manos, con la mano derecha tienen la propiedad y el monopolio de la producción con el 72% en su poder y con la mano izquierda controlan el aparato Estatal, sus leyes e instituciones para expandir y abrir negocios (como la educación de mala calidad para los hijos de los trabajadores).
Es vital que la unificación, entre los estudiantes y los sectores de la clase trabajadora que hoy están asumiendo una responsabilidad a la altura de las circunstancias, se concrete. La lucha por la renacionalización del Cobre, bajo control y administración de los trabajadores, para asegurar una educación y salud gratuita y de calidad, o para una eficiente reconstrucción tras el terremoto; es una demanda que todos debemos apoyar.
Apoyarla como una herramienta eficaz que sirva para cambiar, mejorar y ampliar las perspectivas y condiciones de vida tanto de la juventud, como de los verdaderos productores de riquezas en la sociedad, es decir, los trabajadores y trabajadoras.
Hay que preparar una huelga general
Es necesario dar un salto en el nivel y amplitud de la lucha; hay que paralizar el país y la economía, para detener tantos abusos y ataques a nuestras vidas. Por eso el Paro Nacional y la Huelga General son hoy la mejor arma para comenzar a abrir el camino para la transformación, para que de verdad las cosas cambien. Cuando los trabajadores del cobre y de otros sectores claves de la economía asuman estas demandas para sí y las defiendan como lo hacen los estudiantes, rápidamente el resto de los trabajadores se sumará a la pelea.
La huelga general va a romper con el actual estado de cosas y claramente con el actual impasse en que esta el movimiento estudiantil. Multitudinarias marchas en Santiago y por todo el país sin duda han dado muestras de la gran decisión que miles de jóvenes tienen para defender un sistema educacional sin privilegios, gratuito y de calidad. Sin embargo las marchas, las tomas y las huelgas de hambre no pueden durar eternamente.
El movimiento de los trabajadores y el accionar político de la clase tiene en la nueva generación al mejor aliado para enfrentar de mejor manera la lucha por un país diferente que pueda terminar con el negocio, el saqueo, el lucro, la estafa y la explotación por parte de un puñado de familias ricas que controlan el Estado.
Los estudiantes tienen en la clase trabajadora organizada a su mejor y único aliado para que sus demandas se concreten. Muchos, correctamente, defienden la idea de que a través de un plebiscito la población decida que tipo de educación queremos. Pero, lamentablemente, no será un plebiscito el que va decidir si la educación es o no gratuita, por más que se junten firmas, se consigan adhesiones de políticos, se abran grupos en Facebook o lo pida la santa iglesia (dueña de tantos colegios). La huelga general en cambio deja en claro quien “la lleva” en la actual sociedad, deja en claro quien es mayoría en el país.
En resumen una huelga general abre el camino para que la fuerza y la necesaria organización política de los trabajadores y la juventud se desarrolle lo suficiente para barrer a la minoría empresarial del Estado, de la propiedad de los recursos naturales y de lo servicios básicos y, de esta manera levantar una alternativa de sociedad mejor, distinta al actual sistema capitalista; una sociedad en la que la mayoría de la población a través de una planificación económica, sin burocracia, sea quien decide su futuro -y no como hoy- una minoría privilegiada.
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