Marxismo Contra Terrorismo: ¿Qué dicen los Socialistas Revolucionarios sobre el terrorismo?
Marxismo equivale a revolución. La revolución equivale a violencia. La violencia equivale a terrorismo. Por lo tanto marxismo equivale a terrorismo. Esta es la línea argumental insinuada repetidamente por la clase dirigente y los medios de comunicación. Sin embargo, la corriente principal de la tradición marxista ha sido siempre firmemente contraria al uso del terrorismo.
El tema fue ampliamente debatido por primera vez en Rusia a finales del siglo XIX cuando los Narodniks, o "Amigos del pueblo", estaban impulsando campañas terroristas en su lucha contra el zarismo. En aquel momento las figuras dirigentes del movimiento marxista ruso, Lenin, Plejánov y Trotski entre otros, se proclamaron firmemente en contra del terrorismo, y ésta es la posición que nuestro movimiento ha mantenido desde entonces.
La explotación y la opresión contra la que estamos luchando no son el producto de los ministros de un gobierno en concreto, o incluso de un gobierno en particular, sino del capitalismo como sistema económico mundial. Sólo se puede acabar con él derrocando su sistema y eso requiere una acción de masas de muchos millones de trabajadores, no el asesinato de individuos o la destrucción de determinados objetivos, sea cual sea su naturaleza. De la misma manera la sociedad que queremos implantar en lugar del capitalismo, una en la que la clase trabajadora posea y controle la industria y el estado, sólo puede ser creada por la acción masiva de la propia clase trabajadora, no por los actos de una minoría. El terrorismo, sea cual sea su motivo subjetivo, representa el intento de una pequeña minoría de substituir esta acción de masas por la suya, de hacer por la clase trabajadora lo que la clase trabajadora sólo puede hacer por ella misma.
Incluso cuando las fuerzas terroristas son grandes, la naturaleza de la organización les obliga a actuar independientemente y de espaldas a la clase trabajadora. E incluso cuando el terrorismo tiene el apoyo de las masas, no puede por menos que impulsar en esas masas una actitud de pasividad, una expectativa de liberación desde arriba.
Además, el terrorismo, si provoca la pérdida de vidas inocentes, aleja a la clase trabajadora de causas que de otra manera podrían apoyar. De esta manera crea una atmósfera favorable para el aumento de la represión estatal, que puede ser y será, dirigida contra la izquierda y el movimiento obrero en general.
Por último, frecuentemente destruye o desperdicia vidas de muchos jóvenes ardientes revolucionarios.
El terrorismo, por lo tanto, no es un arma de lucha de la clase trabajadora, sino de otras clases. Trotsky describió al terrorista como "un reformista con una bomba".
Aunque algunos aspirantes a marxistas o anarquistas ingenuos (el grupo Baader-Meinhof, las Brigadas Rojas italianas, por ejemplo) adoptaron la estrategia terrorista, es el movimiento nacionalista dirigido por la clase media el más característico como organización terrorista. Por lo tanto no es sorprendente que en lugares donde conviven diferentes comunidades nacionales y religiosas llevadas a una absoluta desesperación por una avalancha de represión real (como fue el caso del Líbano) el terrorismo esté tan extendido, mientras que al mismo tiempo no haya ninguna alternativa socialista o de la clase trabajadora a la vista.
Pero la crítica marxista del terrorismo no tiene nada en común con las condenas cínicas y las denuncias articuladas incesantemente por la clase política dirigente y los medios de comunicación. Cuando se trata de violencia y de la matanza de inocentes, gente como Clinton, pueden y de hecho cometen peores atrocidades que el terrorismo más extremista. En cualquier conflicto entre las fuerzas de los estados imperialistas o capitalistas y el terrorismo que representa a los oprimidos, nuestras simpatías están sin reservas con el terrorismo.
Tampoco aceptamos la alternativa que los políticos burgueses contraponen al terrorismo, es decir, la aceptación pasiva de la opresión o, como mucho, un voto en las elecciones parlamentarias.
Desde el punto de vista marxista, la democracia parlamentaria sufre del mismo defecto básico que el terrorismo, es el hecho de esperar que una pequeña élite, aunque sean parlamentarios en lugar de activistas armados, actúe en nombre de los propios trabajadores. El voto y la bomba, son en el fondo dos caras de la misma moneda sustitucionista.
Nosotros no negamos el derecho de la clase trabajadora y los oprimidos al uso de la violencia contra los opresores. Por el contrario, pensamos que esta violencia es inevitable porque las clases dirigentes del mundo no renunciarán a su poder y privilegios sin una dura lucha. Sencillamente, insistimos en que para lograr sus objetivos tal violencia debe ser ejercida no por pequeñas élites sino por el conjunto de la clase trabajadora y dirigida, no contra individuos, sino contra las raíces del sistema capitalista.
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