Cuba - La renuncia de Castro abre un nuevo capítulo

Posted by Nuestra publicación: on martes, abril 15, 2008

¿Cuales son las perspectivas para la revolución?
Peter Taaffe, Socialist Party (CIT, Inglaterra y Gales)
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La renuncia formal de Fidel Castro como Presidente de Cuba abre un nuevo capítulo en la historia de Cuba y su revolución. Desde su enfermedad original en 2006 (un problema intestinal) se han originado intensas discusiones sobre el papel de Castro, vinculadas con el futuro de Cuba. Su renuncia ahora significa que no es probable que se recupere y que el gobierno cubano está buscando a la población cubana apara su muerte, tal vez pronto. Cuando esto ocurra será marcado públicamente por manifestaciones de masas, especialmente en toda América Latina. A pesar de cualquier defecto o errores de Fidel Castro, él es reconocido por las masas oprimidas en todo el mundo como una personalidad monumental que lucho tenazmente contra sus opresores capitalistas e imperialistas.
Esta vez, sin embargo, en los círculos capitalistas, desde Bush a los cubanos millonarios exiliados en Miami – que están salivando ante las expectativas de jugosos beneficios de sus propiedades ‘retornadas’ – hay poca especulación, a diferencia de 2006, sobre el inminente colapso del sistema de la isla. Entonces, como fue declarado por boca de Bush, el imperialismo esperaba motines en las calles de Cuba, un rápido ‘cambio de régimen’, no sólo del gobierno de Cuba si no en su sistema social – una economía planificada – también.
Por el contrario, millones de trabajadores y de pobres en todo el mundo esperaban lo contrario; que Cuba y las conquistas sociales de la revolución perdurasen, incluso si Castro iba a morir de su enfermedad. Sin duda, su considerable presencia todavía se sentirá, pero su renuncia denota su incapacidad para ejercer el poder como lo hizo anteriormente, que ahora probablemente será ejercido por su hermano, Raúl.
Desde 1959, la revolución Cubana ha enfrentado un salvaje embargo impuesto por el imperialismo norteamericano. Ha habido 600 intentos de asesinato contra la persona de Castro. No obstante, mediante su economía planificada, Cuba ha permitido dar un vistazo de las grandes posibilidades para la humanidad, si la camisa de fuerza del latifundio y el capitalismo era eliminada. Figuras heroicas como Che Guevara y Fidel Castro, ejercen una profunda influencia sobre muchos jóvenes y trabajadores en todo el mundo.
La reputación de Cuba en cuestiones sociales, tales como vivienda, educación y, especialmente, salud se ha disparado últimamente. En la increíble cinta de Michael Moore ‘Sicko’, el contraste entre el brutal sistema de salud, orientado por el lucro, en los EE.UU. y la atención de salud gratuita provista por Cuba es destacado crudamente. A norteamericanos comunes que perdieron sus hogares debido a enfermedad, incluyendo a uno por el desarrollo de cáncer, así como una mujer trabajadora que participó en las operaciones de rescate del 11 de septiembre, se les negó atención de salud asequible por el vergonzoso sistema de salud basado en compañías de seguro que existe en los EE.UU. Sin embargo, recibieron ayuda y tratamiento, gratuito, para su dicha, cuando Moore los llevó a Cuba.
Aún más. El año pasado, ocho estudiantes norteamericanos se graduaron de la escuela de medicina cubana después de seis años de enseñanza gratuita. Uno de esos graduados norteamericanos señaló: “La atención de salud en Cuba no se ve como un negocio.” Es precisamente por esto que la clase dominante en los EE.UU. y sus estados títeres en América Latina, en el pasado, hicieron todo lo posible para tratar de destruir el ejemplo de la economía planificada que surge de la revolución cubana. Esto provoca la reacción opuesta de apoyo de las masas de América Latina. Esto es así especialmente en el periodo reciente, dado el brutal neoliberalismo en el continente. Ellos comparan los logros de Cuba con el triste record del latifundio y el capitalismo en la región, así como en África y Asia.
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Logros de la revolución.
En un nuevo libro revelador, ‘Fidel Castro – Mi Vida’, en el que Castro colaboró con el escritor Ignacio Ramonet; Castro expone los impresionantes logros de la revolución. Él comenta: “Ahora tenemos más de 70.000 doctores, además de otros 25.000 jóvenes estudiando medicina... Nuestros vecinos del norte [Estados Unidos] solo pueden enviar helicópteros, no pueden enviar doctores, porque no tienen suficientes para solucionar ninguno de los problemas del mundo. Europa, ese “campeón de los derechos humanos”, tampoco puede; ellos no tienen ni siquiera 100 doctores para enviar a África, donde hay 30 millones, o más, personas infectadas con SIDA... Yo creo que dentro de diez años, tendremos 100.000 doctores, y podremos haber educado 100.000 más de otros países. Somos los educadores más grandes de doctores [del mundo]; creo que ahora podemos educar diez veces más doctores que los Estados Unidos – ese país que se llevó un buen número de los doctores que teníamos e hizo todo lo posible para privar a Cuba de doctores. Esa es nuestra respuesta a eso.”
Entre 1959 y hoy, la expectativa de vida en Cuba ha aumentado en 19 años. Después de la contrarrevolución social en Rusia, a comienzos de los 90, ¡cayó para los hombres a 56 años! ¿Puede haber mayor contraste entre las reivindicaciones de la revolución social y la barbarie de la contra revolución capitalista? Y esto ha sido logrado en medio de las dificultades de una declinación económica masiva a comienzos de los años 90, como consecuencia de la perversa retirada de ayuda, especialmente de suministro petrolero, primero por el ex presidente Boris Yeltsin y luego continuado por Vladimir Putin, como explica Castro en su libro.
Aunque las conquistas históricas de educación y atención médica gratuita fueron preservadas en Cuba, un programa brutal de austeridad fue infligido sobre la gran masas de la población. El régimen se vio obligado a hacer concesiones al ‘mercado’, esto es al capitalismo. Mediante la ‘dolarización’ se desarrolló una economía paralela, que resultó en privilegios relativos para aquellos envueltos en el turismo, donde eran remunerados en dólares, y en sectores que involucran ‘empresas conjuntas’ [joint ventures].
Desafortunadamente, los que siguieron siendo firmes adherentes de la economía planificada, como doctores, profesores, etc., continuaron siendo remunerados en pesos cubanos y sufrieron de acuerdo a ello. Incluso el monopolio estatal de comercio exterior, de acuerdo con el conocido autor de izquierda, Richard Gott, fue formalmente abolido en 1992. Pero, en lo esencial, Cuba siguió siendo una economía planificada, con las empresas extranjeras requiriendo autorización del ministerio de comercio para desarrollar sus operaciones. La descentralización tuvo lugar con cientos de empresas autorizadas a importar y exportar bajo su propia responsabilidad. Sin embargo, Fidel Castro declaró que “nada será privatizado en Cuba si es apto para ser mantenido bajo propiedad de la nación del colectivo de trabajadores”.
Sin embargo, no es cierto, como ha sostenido Fidel Castro en el pasado, así como en este libro reciente, que la burocracia y las desigualdades no existan en Cuba. Fidel Castro no está modelado a la imagen de Stalín, como han intentado retratarlo sus oponentes capitalistas. No existe culto de la personalidad patrocinado por el estado, no hay estatuas ni imágenes de Castro en Cuba mientras él esta vivo. Más aún, aunque él admite que ha cometido errores, y ha zigzagueado de una política a otra – a veces causando un daño importante – durante los últimos 49 años, esto no es comparable con los crímenes monstruosos del estalinismo: colectivización forzada, grandes juicios de purgas, etc.
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Políticas erraticas
Este libro también revela que algunas veces Castro se comporta erráticamente. Por ejemplo, durante la crisis de los misiles de 1962, increíblemente propuso al líder ruso, Nikita Krushchev, que un ‘primer golpe’ nuclear debería ser lanzado contra los EE.UU. por la Unión Soviética. Krushchev replkicó a Castro: “Usted propone que demos un primer golpe contra el territorio enemigo. Esto no sería un simple golpe si no el comienzo de una guerra termonuclear” [p281]
Castro a veces ataca a Stalín: “Desde mi unto de vista hay que culparlo por la invasión de la URSS en 1941 por la poderosa maquinaria militar de Hitler, sin que las fuerzas soviéticas hubieran escuchado nunca un llamado a las armas... Todo el mundo sabe sobre su abuso de la fuerza, la represión, y su característica personal, el culto a la personalidad.” Sin embargo, al mismo tiempo, Castro sostiene que Stalín “también mostró un inmenso mérito industrializando el país, trasladando la industria militar a Liberia – estos fueron factores decisivos en la gran lucha mundial contra el Nazismo”.
Él sostiene que Stalín ‘se desarmó’, en realidad desmanteló las defensas de la Unión Soviética, mientras los Nazis se preparaban para atacar. Pero Stalín no fue el autor original de la idea del ‘Plan Quinquenal’, y la idea que lo acompañaba de industrialización. Fueron Trotsky y la Oposición de Izquierda los que formularon inicialmente estas ideas. Stalín las tomó prestadas y las llevó a cabo de una manera burocrática, con costos grandes e innecesarios para la Unión Soviética y su pueblo. Al mismo tiempo, Castro niega deliberadamente que Che Guevara tuviera ‘simpatias trotskistas’. Castro señala: “Nunca lo escuché hablar de Trotsky... Él era leninista y, hasta cierto punto, incluso reconocía algunos meritos a Stalín.” Es cierto que Che Guevara no era un trotskista conciente. Pero, en su último periodo en Cuba, Guevara fue un crítico del burocratismo y especialmente de los llamados países ‘socialistas’ que había visitado. Más aún, tenía un libro de Trotsky en su mochila cuando fue asesinado en Bolivia en 1967.
Con estos comentarios, sin embargo, Castro revela, en el mejor de los casos, un entendimiento unilateral del estalinismo desde un punto de vista ‘sociológico’ y político. La torpeza de la colectivización forzada, los monstruosos juicios purgas, la aniquilación de los últimos restos del heroico partido bolchevique, no fueron simplemente rasgos de Stalín o ‘errores’ sino consecuencias de la maquinaria burocrática que él personificaba y representaba. Stalín presidio una contrarrevolución política burocrática, como analizó brillantemente Trotsky, que temía al movimiento independiente de la clase obrera y las ideas de la democracia de trabajadores. Fidel Castro se distancia él mismo y al Che Guevara de Trotsky y su crítica del estalinismo debido a que su régimen, en último análisis, también está gobernado por una elite burocrática que no responde ante las masas.
Cuba y su revolución tienen muchas características diferentes a la revolución rusa, y Castro no es Stalín. Sin embargo, a pesar de su enorme popularidad al comienzo, sus debilidades fueron evidentes en la ausencia de control y gestión democrática, y una clara conciencia de clase de la clase obrera y los pobres. El mismo Castro dice que, al principio, todavía “no había una conciencia socialista”. A lo largo de su libro no hay una clara percepción del papel de la clase trabajadora – como fue explicado por Marx – como el agente principal de la revolución socialista, ni de su papel en controlar, junto con los campesinos pobres, el estado de trabajadores que emergió de la revolución.
Él habla de 1968, pero es silencioso completamente sobre el movimiento de la clase trabajadora en Francia ese año, la mayor huelga general en la historia. También pasa por alto vergonzosamente las masacres de estudiantes, durante el mismo año, en México. Al mismo tiempo, debido a vínculos diplomáticos con México – el único estado latinoamericano que reconocía a Cuba, en ese momento – Castro no dijo una palabra sobre las acciones asesinas del gobierno mexicano.
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¿Carácter del estado cubano?
La consecuencia de esto es que el estado presidido por Fidel Castro y Che Guevara, aunque enormemente popular en primera instancia debido al desarrollo de la revolución casi en las fauces del monstruo de EE.UU., no fue controlado por consejos de obreros y campesinos, como fue el caso en Rusia en 1917. Esto dejó un sello históricamente sobre el estado cubano y el tipo de sociedad que emergió posteriormente.
Esto se refleja en la concepción de Castro sobre el estado que él preside. Cuestionado por el autor Volker Skierka, Castro contestó sin rodeos: ‘No creo que sea realmente necesario tener más de un partido... ¿Cómo podría haberse mantenido firmemente nuestro país si hubiera estado dividido en diez pedazos?... Creo que la explotación de un hombre por otro debe desaparecer antes que se tenga verdadera democracia.’
Sin embargo, sin verdadera democracia obrera, la transición al socialismo es imposible. El fin del monopolio del partido único, elecciones justas a consejos obreros genuinos con el derecho de todos ellos (incluidos los trotskistas) a presentarse en las elecciones, estricto control sobre los ingresos y el derecho a destituir todos los funcionarios elegidos, son requerimientos mínimos para un estado obrero democrático. Sin un verdadero control y gestión del estado y la sociedad, una maquinaria burocrática inevitablemente tomará el control, lo cual en último termino amenaza la existencia de la economía planificada. Esta sería una posibilidad real incluso en una economía altamente desarrollada después de la revolución, no digamos una como Cuba, que tiene un Producto Interior Bruto solo del 0.3% del tamaño de los EE.UU.
Es cierto que a comienzos de los años noventa, enfrentando una deteriorada situación económica, se desarrolló una discusión abierta en Cuba, y fueron propuestas enmiendas constitucionales a la Asamblea Nacional, incluyendo una forma de elecciones directas. Sin embargo, esto todavía fue sobre la base de un candidato para cada asiento en el parlamento. Fue una forma de ‘democracia’ que permitió a los votantes seleccionar al candidato de una lista, pero de un partido único. ¡En las últimas lecciones en enero de 2008, había 614 candidatos para 614 puestos! Al mismo tiempo, los miembros del Comité Central del Partido Comunista, el Politburo, y el Consejo de Estado, estaban sujetos en última instancia al veto, si era necesario, de Fidel Castro.
En Mi Vida, Fidel Castro busca contrarrestar la idea que él tiene tal control cuando comentando la ejecución del jefe del ejercito Arnoldo Ochoa por acusaciones de tráfico de drogas, sostiene: “Fue una decisión unánime del Consejo de Estado, que tenía 31 miembros... El consejo de estado se transformó en juez... Lo más importante es que tienes que luchar para asegurarte que cada decisión se hace por consenso de todos sus miembros.” El hecho que en un caso tan importante y altamente controversial se llegó a una decisión unánime por el Consejo de Estado dice algo acerca del carácter de este cuerpo y también sobre el poder ejercido por Castro.
En la introducción a su libro, incluso Ramonet declara que Castro “hace todas las decisiones, grandes y pequeñas. Aunque consulta a las autoridades políticas a cargo del partido y el gobierno, muy respetuosamente, muy profesionalmente durante el proceso de toma de decisión, es Fidel quien decide finalmente”. Castro se defiende contra este cargo. “Mucha gente me trata como un vecino, hablan conmigo”. En último termino, el poder se ejerce, en cualquier estado, por líderes y partidos. Pero cualquier dirección, cualquier partido, y especialmente en un estado obrero sano, necesita que un control estricto sea ejercido por las masas desde abajo.
En el estado obrero sano, como existía en Rusia entre 1917 y 1923, este poder era ejercido por los soviets (consejos), con limitaciones estrictas en diferencias de salarios, con el derecho de destitución, etc. Desafortunadamente, esto no existe en Cuba. Por lo tanto, el dilema que enfrentó la Unión Soviética, pero en una escala menor y sin la monstruosa herencia estalinista también existe en Cuba. León Trotsky planteó la cuestión hace 70 años en relación con la Unión Soviética: “¿La burocracia devorará el estado obrero, o la clase obrera lo limpiará de la burocracia?... Los trabajadores temen que al expulsar a la burocracia, ellos abrirán el camino a la restauración capitalista.
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Descontento creciente
Para grandes sectores de la población en Cuba, esto resume probablemente el estado de animo hoy día. El descontento está creciendo, especialmente entre la nueva generación; el 73% de la población cubana nació después del triunfo de la revolución en 1959. La alienación de la nueva generación plantea el riesgo de una “revolución sin herederos”. El reemplazo de Fidel Castro por su hermano Raúl no resolverá el problema de fondo. Él esta asociado con el ejercito cubano, como primer ministro.
A comienzos de los años 90, Raúl, enfrentado con condiciones austeridad, busco usar al ejercito en algunos experimentos de ‘libre mercado’; se enviaron oficiales a aprender tecnicas de gestión hotelera en España, y contabilidad en Europa. Raúl ha visitado China, en algunas ocasiones, para estudiar las políticas económicas de Beijing. Hans Modrow, el último primer ministro del desaparecido estado de la Alemania del Este, la RDA, está visitando actualmente Cuba para discutir las experiencias de su país en la transición al capitalismo. Raúl ha reducido drásticamente el tamaño del ejercito, e impulsado innovaciones, tales como mercados de granjeros, auto empleo para fontaneros, peluqueros y otros pequeños emprendedores. Es a través de medidas como estas que los elementos del capitalismo ya se han reintroducido en Cuba, aunque todavía no están en posición de destruir las principales características de la economía planificada.
Sin duda hay divisiones dentro de la elite burocrática que controla Cuba. Hay un sector que quisiera la ‘apertura’ al capitalismo de una ‘forma democrática’. Su dificultad es la brutal ‘Helms-Burton Act’ de los EE.UU. Incluso aquellos burócratas que quisieran ver el desmantelamiento de la economía planificada enfrentan la perspectiva del retorno a Cuba de los refugiados de Miami bajo la bendición de los EE.UU.: “Para rematar las empresas estatales al mejor postor” (Wall Street Journal). A diferencia de Alemania del Este después del colapso del muro de Berlín, estos brutos exigirán la devolución forzosa de toda ‘su propiedad’, incluyendo casas ocupadas hoy por trabajadores y campesinos. Más aún, ellos no vacilarían en recurrir a una masiva sangría contra cualquiera asociado con el régimen de Castro.
Los acontecimientos, especialmente las elecciones presidenciales de EE.UU., podrían tener un profundo efecto sobre Cuba. Barack Obama, ya ha indicado que él adoptar una línea más suave con los enemigos tradicionales de Estados Unidos: Cuba, Irán, etc. Él o incluso Hillary Clinton a pesar de sus recientes declaraciones belicosas hacia el régimen Cubano –podrían actuar para limitar o desmantelar completamente el embargo. En Florida está golpeando la recesión económica, con hileras de propiedades vacías. Incluso la nueva generación de refugiados en Miami ha suavizado su implacable oposición previa a terminar el embargo.
Ya hay considerable presión de los granjeros, de la industria turística, ni que decir de McDonald’s, para bajar las barreras, para que ellos puedan sacar grandes mordiscos de beneficios de cuba. Cien congresistas norteamericanos exigieron que el embargo se levante. En esto reside el mayor peligro para los elementos restantes de la economía planificada en Cuba. Millones de turistas norteamericanos inundando Cuba, con un dólar incluso devaluado en sus bolsillos, podrían dar un golpe, quizás uno mortal, a los elementos que quedan de la economía planificada. Como comentó León Trotsky, el verdadero peligro para un estado obrero aislado no es tanto una invasión militar si no vía “bienes baratos en el tren de equipaje del imperialismo”. Esta ‘invasión’ a Cuba hoy tomaría probablemente la forma del turismo, así como la inversión capitalista, si el régimen se ‘abre’ bajo Raúl o cualquier otro líder en el futuro. Esta puede seguir siendo una perspectiva poco probable mientras Fidel Castro viva. Pero el verdadero peligro de la restauración capitalista, a pesar de todo, sigue existiendo.
El petróleo venezolano es una cuerda salvavidas actualmente para Cuba. Pero, ¿que pasará si el precio del petróleo colapsa, como podría ocurrir con el inicio de la recesión económica? Venezuela sería profundamente afectada y, como consecuencia, Cuba también.
Hay, sin duda, otra ala de la dirección cubana y de la burocracia que luchará por mantener una economía planificada. Los Marxistas, como defendía Trotsky, aunque críticos, buscarían un bloque de principio con este sector de la dirección y de la burocracia cubana, y buscarían movilizar una masiva resistencia cubana contra cualquier amenaza de retorno al capitalismo.
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Democracia obrera
Aquellos, como el parlamentario británico George Galloway, tienen cierta razón cuando argumentan que el embargo capitalista a Cuba es un factor importante en la falta de democracia en la isla. Todas las revoluciones – incluso la guerra civil norteamericana – cuando enfrentan la contrarrevolución armada se niegan a permitir a sus oponentes libertad de acción bajo el letrero de ‘democracia’. Pero nosotros no estamos argumentando por la libertad en Cuba de la contrarrevolución para organizar el derrocamiento forzoso de la revolución. Dadas las ventajas de la economía planificada – y especialmente, si ellas fueran extendidas mediante una confederación socialista democrática de Venezuela, Bolivia, y tal vez, Ecuador – los contrarrevolucionarios capitalistas que desean retornar a la barbarie del latifundio y el capitalismo que existen en el continente latinoamericano, encontrarían poco apoyo.
Sin embargo, mientras la prohibición contra los partidos capitalistas de derecha que desean volver al capitalismo puede ser un tema de debate, la cuestión de la democracia obrera no debería serlo. Todos los que apoyan la economía planificada – incluidos los trotskistas y otros – deberían tener permiso de operar en Cuba. Este sería parte de preservar y extender la economía planificada. Sin democracia obrera, Cuba retrocedería décadas y, con ello, las expectativas de la revolución socialista en América Latina y a escala mundial podría sufrir un severo golpe. La permanencia de esta revolución no debería ser colocada en manos de un hombre, sin importar cuan firme y valiente sea, o un grupo de hombres y mujeres. Si no en una clase trabajadora cubana despierta, conciente políticamente, ligada a las masas en América Latina y en todas partes.
Esto no se puede conseguir desde arriba, como han demostrado los errores de Hugo Chávez en Venezuela. Se deberían dar pasos ahora para organizar una campaña de masas en Cuba para preparar el terreno para una verdadera democracia de trabajadores. La crisis mundial del capitalismo globalizado y la rebelión contra el neoliberalismo en América Latina refuerzan la perspectiva de defender y fortalecer las conquistas de la revolución cubana. Pero no se debe perder tiempo en la lucha por la democracia de trabajadores y el socialismo en Cuba, Venezuela, Bolivia y en todas partes.
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Fidel Castro – My Life by Fidel Castro, Ignacio Ramonet (Editor) and Andrew Hurley (Translator), Allen Lane, London, 2007 £25.00