“No es un naufragio de los de antes,
Es decir oceánico y famoso
Es un naufragio en tierra y por lo tanto
Los salvavidas son inútiles”
Mario Benedetti
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Por Juan Varela Reyes, Sociologo.
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Durante los primeros asomos de este nuevo año – que los pregoneros neoliberales se encargaron de signarlo con sus consabidas y rebuscadas promesas de supuestos mejoramientos de los graves problemas que nos afectan y de sus propias dificultades de credibilidad – se han presentado una serie de hechos que no hacen otra cosa que evidenciar la crítica situación de las mayorías y, que lejos de aquella promesa, no se vislumbran signos de mejoría, sino más bien una profundización de las desigualdades e inequidades que agotan la vida de millones de chilenos.
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Por cierto, hemos insistido permanentemente en el tema de la falta de equidad más que en la igualdad, ya que ésta última por si sola no asegura la justicia.Los hechos y situaciones que han asomado en este tiempo los podemos ubicar en dos planos: lo cotidiano y lo general, pero sólo para efecto de sus explicaciones, ya que cada uno por si solo no se explica sin una relación con otros y con la totalidad, asumiendo además, que aquel todo no es la mera adición de partes.
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En el primer caso, es decir, en lo más cotidiano y pedestre de nuestras existencias concretas, se han presentado algunos que parecen sacados de los mejores pasajes kafkaianos. Por ejemplo, se ha descubierto que un “próspero” empresario importaba alimentos para animales y los comercializaba como leche para los niños, por supuesto, ahora todos tratan de explicar burdamente este hecho consumado.
Una dirigente mapuche lleva ya más de 100 días en huelga de hambre y a nadie parece importarle y menos escandalizarse, pero otras trabajadoras han iniciado una medida similar para hacer valer sus derechos laborales, cuestión que también nos parece legítima, y en este caso el despliegue mediático del poder ha puesto el grito en el cielo por su supuesta defensa de la vida, cínicamente algunos “servidores” de lo público han presentado este legítimo hecho con el claro objetivo de ocultar aquél otro que es igual de legítimo.
Ante el alto precio de los combustibles los administradores del modelo han corrido en auxilio de loa afectados, con un parche que pretende aliviar aquella dificultad, mientras millones de santiaguinos seguimos azotados por las dificultades de implementación de un medio de transporte que no ha significado más que una nueva humillación y, en este caso, no ha habido las mismas carreras desaforadas para solucionarlo.
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Millones de estudiantes han sido engañados, nuevamente, por la imposibilidad de hacer uso de su pase escolar durante este tiempo, cuando no hace mucho y con toda la parafernalia acostumbrada se dijo que todos serían favorecidos para usarlo todos los días del año.
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Por cierto hay otros ejemplos de una larga lista y lo que queremos señalar es que cada uno de ellos tiene un denominador común, los afectados son los de siempre, los humillados y ofendidos del modelo y su violenta aplicación y mantención y, para variar, los beneficiados son también los mismos: los que se han hecho del mango y del sartén.
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Pero junto a estos hechos, que hemos llamado cotidianos, emergen otros de carácter más general y estructural. Una nueva crisis de (en) el sistema capitalista ha venido en presentarse, con las sabidas alarmas que provoca y las explicaciones que intentan morigerarla para que no arrecie el pánico y la falta de credibilidad en un modelo indisolublemente unido a la suerte de aquel proceso así llamado de globalización. Pareciera ser que cada nueva crisis tuviera algo de novedoso y así es, sin embargo, el sistema capitalista atraviesa por una crisis de origen y es ella, y las soluciones que ha implementado a lo largo de la historia, las que le permiten mantenerse y reproducirse. Esta crisis permanente dice relación con la necesidad de aumentar constantemente su tasa de ganancia, condición necesaria de su reproducción y determinada por el carácter social de la producción y privado de la acumulación.. Si hablamos de la crisis ello nos obliga a presentar alguna evidencia empírica de la situación del capitalismo a nivel global.
El PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo), señaló en uno de sus últimos informes:
“En 1990 los países así llamados “desarrollados”, con una población cercana al 16 % del total mundial concentraba aproximadamente el 76,4% del producto del planeta, mientras los así llamados países en desarrollo con el 76 % de la población mundial participaba del 23,6% del producto. En la actualidad, los primeros controlan el 80,6% del PNB (Producto Nacional Bruto), mientras los países de bajos ingresos, con el 56,2% de la población sólo participan del 5,4% del PNB”
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Ese es el escenario sobre el que se han presentado estos signos evidentes de una crisis recesiva del capitalismo y, por mucho que los administradores locales del modelo pretendan desconectar nuestra situación de la globalidad ello no es posible, ya que cuando alguien corta la luz en el imperio quedamos todos a oscuras.Se presenta esta crisis y sus efectos aún no son previsibles, pero queremos apostar a que los afectados serán los mismos y ya se ha dado una señal en este sentido: hay preocupación por lo que pasará con la enorme cantidad de recursos que representan los fondos provisionales de los trabajadores y que se verán violentamente disminuidos por esta recesión.
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Decíamos que son dos las dimensiones en que podemos ubicar los hechos que estamos presenciando y, como testigos, estamos obligados a reflexionar sobre ellos, sobre los generales y los cotidianos, asumiendo que ellos están unidos unos con otros, es decir, la reproducción de la riqueza capitalista tiene su contra parte necesaria, la reproducción de la pobreza y aquello está cruzado por la ausencia de la justicia y la equidad.
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En lo estructural hay que decir que el capitalismo realmente existente es necesariamente polarizador a escala global y el desarrollo desigual que va generando, más allá de las crisis periódicas y coyunturales que va presentando, se ha convertido en la contradicción más violenta y creciente y que no puede ser superada según su propia lógica, la lógica del capitalismo.
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En lo particular del laboratorio neoliberal chileno, un cierto ministro ha utilizado como burda explicación de la crisis, una alusión a la metáfora de un mar bravío y ha dicho que el poder tiene un buen traje de baño para nadar en este océano agitado. Lo cierto es que para ellos les sirve aquella prenda, porque ellos pueden mantenerse a flote. Para los demás aquello no basta, se precisan chalecos salva vidas. Pero éstos deben ser hechos por nosotros y a nuestra medida y no aquellos que por más de 30 años sólo han servido para hacer naufragar a muchos y ahogarse a millones.
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Santiago, Enero 24 de 2008