André Ferrari, LSR.
CIT en Brasil.
La crisis del lulismo y el chavismo requiere la construcción
de una nueva izquierda socialista y revolucionario en la región.
Desde el cambio de siglo, América Latina ha participado en
algunas de las luchas sociales más duras contra el neoliberalismo en todo el
mundo. Los partidos de izquierda y figuras autoproclamadas que llegaron al poder en
varios países, se dividen básicamente entre dos experiencias emblemáticas.
Por un lado, la burguesía y el imperialismo, así como las
direcciones burocráticas del movimiento sindical y popular, animaron el modelo
moderado de conciliación de clases y continuidades neoliberales con mayor preocupación
social, representado por el "lulismo".
Por otro lado, una parte sustancial de la izquierda veía a
Chávez y Venezuela como una alternativa más radical y coherente para los efectos de
la transformación social.
Hoy, sin embargo, ambos modelos viven una profunda crisis.
En esta situación, la derecha más reaccionaria intenta ocupar espacio. Sin
embargo, sobre la base de una revisión crítica de estas experiencias y la
fuerza de resistencia de los trabajadores y el movimiento de masas es posible reconstruir la izquierda en un
nuevo nivel.
La dependencia de los productos primarios
El final del ciclo de super precios de productos primarios
exportados por los países de América Latina, principalmente como resultado de
la desaceleración y la crisis de China, afectó duramente a toda la región.
Ninguna de las experiencias recientes en América Latina, ni
siquiera las más radicalizadas como Chávez en Venezuela, rompió con la
dependencia externa y la subordinación a la lógica económica capitalista
internacional.
Como resultado de la lucha de clases, la presión popular y
los procesos políticos en países como Venezuela, Bolivia y Ecuador, lo que hizo
que los gobiernos autoproclamados "bolivarianos" redistribuyeran el
ingreso, de forma relativamente justa, de este tipo de exportaciones.
En 2013, los productos primarios representaron el 73% de las
exportaciones de América Latina a China. Los productos manufacturados
representaron sólo el 6%. Por otro lado, el 92% de las importaciones de China
fueron productos manufacturados.
Ningún país de América Latina está preparado para la nueva
situación de empeoramiento de la crisis capitalista. Momentáneamente, países
como México, más ligado a la economía de Estados Unidos que a la de China,
pueden sufrir menos con el final del auge de los productos básicos. Pero está
condenado a la misma suerte ante la frágil recuperación de Estados Unidos.
Venezuela es el país que más está sufriendo por dos razones
principales: el colapso del precio del petróleo de un lado y el estancamiento
de una "revolución" que se quedó a medio camino y terminó retrocediendo.
Es cierto que el sabotaje de la burguesía contra el gobierno
de Venezuela es parte de la crisis. Pero este argumento es utilizado por el
gobierno de Maduro sólo para justificar su incapacidad para responder a los
ataques y no sacar conclusiones sobre cómo hacer frente a la burguesía.
En Brasil, la base para el pacto social de Lula se derrumbó
definitivamente con la crisis económica. Por lo tanto, la burguesía busca un
instrumento más eficaz para imponer ataques y vencer a los trabajadores.
Rousseff trató de convencerlos de que su gobierno todavía servía para lo mismo
y en esto basa su estrategia contra la destitución, promoviendo retrocesos
estructurales como contrarreformas de la seguridad social y fiscales.
¿Giro generalizado a la derecha?
¿Esto significa la inevitabilidad de que se extienda un giro a
la derecha en la región? Si nuestro criterio es a partir solamente de los
resultados de las elecciones en el último período, podríamos llegar a esa
conclusión.
La victoria electoral de Mauricio Macri en Argentina es
el regreso de la derecha neoliberal abiertamente al poder. En Venezuela, la
victoria electoral de la "Mesa de la Unidad Democrática", logrando la
mayoría en la Asamblea Nacional, también representa una victoria simbólica de
la derecha.
Sin embargo, no estamos ante una reedición de 1990 que era
más bien un periodo derechización en la región y una clara hegemonía neoliberal
con gobiernos como el de Cardoso en Brasil, Menem en Argentina, Goñi en Bolivia, Fujimori en Perú, etc.
El voto a la derecha en algunos países hoy en día es en gran
parte un voto de protesta contra los gobiernos actuales en un contexto de falta
de alternativas.
En las elecciones en Venezuela, la oposición de derecha
creció en 400.000 votos y el chavismo perdió 2 millones en comparación con las
elecciones de 2013 Así que no fue del todo que la derecha ganó. Fue el chavismo el que perdió.
Fue un voto contra un chavismo degenerado, una burocracia
corrupta y una "boliburguesía" que se opone a los intereses
populares.
A diferencia de los años 90 donde había una base de apoyo
para las políticas de estabilización económica, que incluían las políticas
neoliberales más duras, en la actualidad no existe un apoyo popular a la
privatización o la retirada de derechos.
Un ejemplo de esto es que Dilma sólo logró ganar a la derecha
“tucana” (PSDB) en 2014, porque adoptó un discurso que denunció los ataques
neoliberales que Aécio Neves adoptaría en caso de ganar. Gran parte de la
insatisfacción generalizada existente hoy en día es el resultado del hecho de
que Dilma está implementando a fondo estos mismos ataques.
Por supuesto, la manipulación mediática del tema de la
corrupción por los medios puede llevar a un sector, especialmente las clases medias, a
tragar la letanía de que las privatizaciones y recortes de gastos podrían ser
parte de la solución.
Pero este punto de vista no necesariamente va ser
hegemónico. Puede ser contenido por la resistencia de las masas contra estos
ataques, junto con un programa coherente de una izquierda socialista
reconstruida sobre nuevas bases.
Bolivia también
seguirá el camino a la crisis
La estabilidad relativa del gobierno de Evo Morales en
Bolivia, en comparación con Brasil y Venezuela, podría crear ciertas ilusiones en ese modelo. Sin embargo, el "éxito" de Morales es un resultado
momentáneo del hecho de que las principales fuerzas de la oposición de derecha
se incorporaron en el gobierno y el MAS (partido de Morales), lo que reduce su
potencial desestabilizador. Pero no va a durar.
Evo Morales fue capaz de canalizar el proceso revolucionario
de la llamada guerra del agua (2000) y gas (2003 y 2005) y las duras luchas de
2008, cuando el país casi cae en una guerra civil, hacia una vía institucional
más controlada. Con la combinación de importantes avances sociales con
concesiones a las elites, Morales mantiene su base de apoyo. Entre 2005 y 2014,
la pobreza se redujo del 53% al 29%.
La función estabilizadora de Morales convenció gradualmente
a la burguesía de su funcionalidad a los intereses de la clase dominante.
Poco a poco, la base de apoyo del gobierno ha ido cambiando
con crecientes enfrentamientos del gobierno con los sectores de su propia base social.
En 2010, Morales trató de aumentar el precio del combustible y tuvo que
retirarse ante la movilización que se provocó. Poco después habría un conflicto en el
territorio indígena del TIPNIS cuando la base indígena organizada rompe con Morales.
En mayo y junio de 2013 llegó la huelga general contra la
nueva ley de pensiones cuya derrota ha afectado gravemente a la Central Obrera
Boliviana (COB) y, finalmente, fortaleció su vinculación con el gobierno. De
este modo, Morales consiguió interrumpir la formación de un Partido de los
Trabajadores que estaba en marcha y desmoralizó una parte de los movimientos sociales.
En 2014, Morales ganó su tercera elección consecutiva con el
61% de los votos y ganó dos tercios del Congreso. Pero la caída de los precios
del petróleo y la profunda crisis de la economía brasileña y argentina se harán
sentir con fuerza en Bolivia pronto.
La reciente derrota de Morales en febrero en el referéndum
sobre el derecho de disputar una nueva reelección ya indica un escenario de más
dificultades para el MAS y se abrirá paso una situación más conflictiva en
Bolivia.
La construcción de una nueva izquierda socialista
El nuevo ciclo latinoamericano estará marcado por la crisis
económica, la inestabilidad política y el inevitable resurgimiento de las
luchas sociales masivas y radicalizadas. La tarea estratégica en este contexto
es la construcción de una izquierda que saque todas las lecciones de los
errores y traiciones del lulismo y los límites del chavismo.
Por eso no es suficiente proclamarse como alternativa. Será necesario disputar la base social que se descuelga de estos modelos antes hegemónicos y que, en
ausencia de alternativas claras, encontraran alguna supervivencia.
Esta es la construcción de una política capaz de enfrentarse
a la derecha que trata de recomponer su espacio. Pero hacerlo no significa aceptar la
lógica del mal menor. También debe contrarrestar la traición y degeneración de
la vieja izquierda con la alternativa de una organización independiente y un
programa que una las aspiraciones concretas de las masas a la necesidad de
romper con el sistema capitalista en crisis.
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