Mario R. Fernández y Nora Fernández
Los ricos son una especie de animal grande y peligroso, parasitarios y dañinos.
La humanidad enfrenta serios problemas en su
diario vivir; los pueblos tienen que acarrear lastres que en su
mayoría no han creado, desastres del medio ambiente, sufrimiento y
miedo a la guerra, la represión, el crimen y el abuso por sus
semejantes, la carencia de un trabajo estable y digno, la pobreza y
la miseria y la falta de servicios básicos de higiene y de salud que
afecta a más de un tercio de los habitantes del mundo. Pero además
las mayorías en casi todas las sociedades del planeta tienen que
acarrear, casi como si les llevara en brazos, a los ricos del mundo.
Los ricos son una especie de animal grande y peligroso, parasitarios
y dañinos y hombres en su mayoría, aun cuando hay mujeres ricas
también, que aunque nacidos en cualquier extracto social ocupan las
elites del poder y del dinero, verdaderos barones del poder, y hoy
han acumulado dinero como nunca antes en la historia moderna, que
manipulan todo lo que les interese manipular y que persiguiendo sus
intereses pueden ser criminales pero no pagan por ello.
Un sistema de acumulación totalmente injusto.
Hoy, los ricos ya no son simples millonarios
como hace algún tiempo atrás, hoy las fortunas son de miles de
millones de dólares, si usamos la moneda estadounidenses; forman
élites muy reducidas en números si los comparamos al resto de los
privilegiados, no son el uno por ciento de la población total como
tanto se dice en medios oficiales y no oficiales, sino mucho menos,
pero si cuentan con una plataforma de apoyo de entre el uno y el
cinco por ciento de los mas acomodados, que le sirven a la elite
dominante de escolta y sustento o base social, además del apoyo casi
incondicional de las clases medias, estas representan el lado
“presentable” de un sistema de acumulación totalmente injusto
cuando se lo examina. La elite dominante cuenta con la escolta de
otros ricos inferiores, que forman una especie de pirámide de
acomodados, a quienes se suman altos administradores y políticos que
ayudan a la elite dominante a manejar el aparato político mundial,
cuenta la elite además con no pocos adulones profesionales y
aspirantes a millonarios que incluyen incluso a hampones que trafican
drogas, personas y servicios.
Estados Unidos, desde hace más de 200 años,
ha sido un país favorable a la especie parasitaria de los más
ricos, y por eso allí se ha multiplicado con particular facilidad,
no tiene tanto que ver con condiciones biológicas particulares sino
con un ambiente ideológico que desde el siglo 19 viene justificando
la acumulación de riqueza a cualquier costo y como fundamental razón
de ser, algo que observó el entonces cientista político francés
Alexis de Tocqueville cuando escribió su libro, un clásico,
“Democracia en América.” Durante su estadía en Estados Unidos
entre 1830-31, Tocqueville observó el marcado individualismo y la
aceptación sin cuestionamiento de una forma de entender la realidad
que simplemente se sobreentiende. En su libro dice que “los
americanos no tienen escuela de filosofía propia poco les importan
las escuelas de filosofía en que Europa está dividida…Y sin
embargo es fácil percibir que casi todos los habitantes de los
Estados Unidos conducen su entendimiento de forma similar y lo
gobiernan por las mismas reglas, vale decir, sin tomarse nunca el
trabajo de definir las reglas, tienen un método filosófico común a
todo el pueblo.” Y agrega: “Pero si voy más lejos, y busco
entre las características la principal…descubro que cada americano
apela solo al esfuerzo individual de su propio entendimiento…”
algo que Tocqueville entiende tiene limitaciones. De ese
individualismo dominante con foco en el ahora se llega fácilmente a
la sobre valoración de los logros personales, al vivir sin historia
y a la admiración a los ricos cuando la sociedad tiene un foco
totalmente material. El desarrollo norteamericano fue material y los
ricos siguen siendo admirados, ejemplo de triunfo personal, un
triunfo sea como sea y pese a quien pese.
La revista Forbes, Fortune y Bloomber
Businessweek, demuestran esa admiración continuamente, los ricos son
vacas sagradas y la carrera es una escalera infinita hacia la mayor
riqueza. Los ricos, expuestos como celebridades y disfrazados de
generosos aparecen allí con nombre y apellido, pero allí solamente
se hacen carne, sin explicación, sin exploración de lazos de poder
o historia, allí son genios salidos de la nada y al hacerse carne de
esta forma se los transforma en intocables, se hace impensable
criticarlos en otros medios de prensa. De los más ricos, los
“billionaires”, que no pasan de 2000 en todo en el mundo, con
fortunas personales de más de mil millones de dólares, más de un
cuarto de ellos son ciudadanos de Estados Unidos, pero no faltan
representantes de Alemania, India o Brasil. Lo irónico hoy es la
existencia de “billionaires chinos y rusos, algo que nadie podría
haberse imaginado hace apenas treinta años. La historia está llena
de sorpresas, y los nuevos muy ricos en China, que pasan de 200,
hicieron sus fortunas de la forma clásica: explotando simplemente a
los trabajadores de su país y especulando luego con las fortunas
logradas. Los magnates rusos, que no alcanzan a 100, son un caso
único en la historia: formaron sus fortunas violentamente, de la
noche a la mañana saqueando y robando directamente los bienes del
estado posterior al derrumbe de la Unión Soviética, muchos los
llaman por eso “lumpen burguesía” recordándoles sus raíces
antisociales directas.
Sería injusto, sin embargo, dividir a los
ricos en más y menos meritorios, pues en esto de hacerse de fortuna,
y aunque todos los grandes ricos han usado métodos diferentes en la
acumulación de su riqueza, algunas veces a través de un producto o
creándose un proyecto, otras veces aprovechándose de explotar a
otros, extorsionando o engañando, o robando directamente o en
negocios ilícitos, no puede haber excepción en el uso de métodos
antisociales: nadie se enriquece sin ejercer un nivel de
criminalidad. Detrás de toda empresa, sea un banco, una compañia
de seguros, una administradora o colocadora de fondos de pensión, un
gran supermercado, una fábrica, una mina, una procesadora de
alimentos u otros, lo que no pertenece al estado o no está en manos
de una cooperativa, es de seguro una pirámide donde las decisiones
las toman los más ricos aún cuando figuren como accionistas y
cuenten con un servil bien remunerado y a veces hasta famoso que le
pone cara pública a la empresa. Y, serán siempre los accionistas
menores quienes absorban las pérdidas cuando las haya, que los más
ricos muy bien entendidos de lo que sucede abandonaran la empresa a
tiempo llevándose todas las ganancias.
El robo más obsceno es el de la última crisis del 2008 con el rescate financiero a grandes bancos con dineros públicos.
Pero los ricos saben que mantener una imagen es
fundamental, ninguno de ellos quiere llegar a viejo con gran fortuna
pero con fama de ladrón y de asesino, es por ello que se encargan
con dedicación a asegurarse de tapar lo mejor posible todos las
conductas antisociales que les aseguraron su fortuna y usan la
publicidad y la manipulación para crearse una imagen de benefactores
y generosos -ahora que tienen todo lo que quieren pueden invertir lo
necesario en verse bien. La primera generación de toda fortuna tiene
siempre mucho que ocultar, de allí que su preocupación no sea sólo
con hacer más y más dinero sino con incrementar su nivel de
influencia social y política, incrementar influencia ayuda a los
ricos a aumentar su riqueza también, pero además corrompe la
administración de los bienes comunes y del estado y a los servidores
públicos a todos los niveles, y con ello los ricos se aseguran total
impunidad, la justicia y las responsabilidades civiles no les aplica
como al resto y la corrupción aumenta y facilita el parasitismo de
los ricos que viven literalmente de los demás manipulando el o los
estados a su gusto. La segunda generación tiene más fácil tarea
porque el proceso mismo genera la impresión de que al haber heredado
la riqueza no se los puede responsabilizar de cómo se generó. La
segunda generación se ve a sí misma y los demás la ven como más
saneada. Los logros de la primera generación facilitan el continuo
proceso de enriquecimiento de la segunda: la preocupación por
alcanzar niveles de influencia en la sociedad les ha otorgado poder
que usan para continuar corrompiendo a la administración del estado
y enriqueciendo ahora de forma más parasitaria. El estado en sus
diferentes niveles les otorga todas las facilidades y los protege
incluso del pago de impuestos y royalties, a veces tan bajos que son
ridículos. El estado les asegura subsidios para sus empresas,
contratos con soborno (lo que en Estados Unidos es un ejercicio
legal), el uso de la infraestructura y servicios públicos gratis.
Además, el estado en los últimos 35 años les ha asegurado la
adquisición de empresas estatales a precios de ganga, y gracias a la
desregulación de todo les garantiza creciente espacio para que
saqueen. El robo más obsceno quizás de la historia es el de la
última crisis del 2008 con el rescate financiero a grandes bancos
con dineros públicos y a cambio de papeles especulativos sin valor
real.
El mundo occidental sufre una continua pérdida
de trabajos en la industria manufacturera; hasta los empresarios más
pequeños con alguna posibilidad de ganancias en la actividad de
algún producto o servicio, ya sea en áreas rurales o en centros
urbanos, también están en continuo peligro de desaparecer. Muchas
empresas pequeñas y-o medianas han sucumbido o han sido absorbidas
por otras más grandes que simplemente las comprar para cerrarlas por
lo que los pequeños empresarios tienen que conformarse con empresas
que apenas se solventan. Este proceso de monopolización y
acumulación sin fronteras, llamado globalización, destruye las
economías locales gracias a la firma de tratados que no son de
“libre comercio” sino documentos legales para los más ricos y
sus empresas que crecen en su monopolio, acumulan crecientes derechos
sin responsabilidades, aseguran la libre circulación de mercancías
y servicios (incluso financieros) mientras ponen en jaque incluso a
los estados mismos –estos, últimos garantes de sus aventuras de
enriquecimiento y paganinis de toda especulación fallada. Lo
irónico: la diatriba repetitiva de los políticos representantes de
los ricos (casi todos ellos) en su aparente continua preocupación
por la existencia misma, y prosperidad, del llamado “pequeño
negocio o empresa” –una preocupación tan irreal como hipócrita
que se entiende más bien como una burla surrealista.
La producción industrial y la agricultura, en
Europa y en Norteamérica, tuvieron desde 1870 al 1900 un desarrollo
en gran escala, en parte debido a las innovaciones tecnológicas en
factorías, en minas y en el campo, lo que resultó en más
acumulación de dinero para los ricos. En Estados Unidos esta fue la
llamada “época dorada” (Gilden Age en inglés) durante la cual
los ricos disfrutaron en forma casi obscena de una libertad plena de
explotar a sus trabajadores y especular con la complicidad de
autoridades políticas y administrativas. Pero, para fin del siglo 19
emergían esperanzas de cambio gracias a grandes luchas de parte de
la clase trabajadora, lucha que aumentó con el logro del sufragio
universal, el aumento de la participación política y la creciente
organización sindical. De esta forma se consiguieron básicos
derechos laborales y sociales y se constató una vez más que es la
resistencia a la opresión y la lucha por los derechos lo que detiene
el avance del poder de los ricos al subirle el precio a su abuso, y
no un simple proceso civilizatorio. Durante el siglo 20 los
enfrentamientos continuaron por lo que algunos magnates tuvieron que
reconocer la necesidad de lidiar de otra manera con los oprimidos e
incluso aplicar algunas reformas recomendadas por los social
liberales de entonces. No faltaban los ricos que no querían negociar
derechos pues estaban convencidos de que la gente de trabajo no se
merecía nada. En ese tiempo el odio de clases era muy visible: la
mayoría de la gente del pueblo odiaba a los ricos y su
institucionalidad liberal, y los ricos odiaban a la gente del pueblo.
Pero con la llegada de la Primera Guerra Mundial en 1914, el
conflicto de clases disminuyó, reemplazado por un nacionalismo
aparatoso, oportunidad que los ricos usaron para extorsionar a los
trabajadores a que peleen y mueran en sus guerras de dominio.
La Primera Guerra Mundial fue planeada por un
puñado de ricos en una mesa para lidiar con las competencias por
mercados entre los países imperialistas mismos; enviaron a millones
de soldados a la carnicería más grande hasta ese entonces, una
tragedia para hombres, mujeres y niños de Europa y el mundo
colonizado. Los ricos responsables de esa tragedia comenzaban de
nuevo a florecer unos años después y el resultado fue la Segunda
Guerra Mundial y el fascismo, de nuevo el mundo sufre una gran
destrucción de vidas y bienes, pero terminada esta guerra los ricos
y sus empresas ocupaban lugares de importancia incluso en Alemania,
Italia y Japón los países derrotados –olvidado quedaba nuevamente
el sufrimiento y la muerte de millones de seres humanos que por
supuesto no eran parte de las élites acaudaladas.
Y aunque el resultado de ambas guerras no fue
exactamente el esperado por las élites, pues los fascistas no
terminaron con la “amenaza comunista,” y tuvieron que crear y
luego ampliar el Estado de Bienestar Social en los países de Europa
Occidental, Norteamérica y algunos otros, el argumento en contra de
los pueblos no cejo y algunos ricos continuaban predicando contra el
peligro de “malacostumbrar” a los pobres –o sea a la mayoría
de los ciudadanos. En estos tiempos la carta a jugar para los ricos
fue la propaganda, Alex Carey (científico australiano) lo explica
muy bien en “Taking the Risk Out of Democracy” (Quitándole el
riesgo a la Democracia). La propaganda fue usada como arma de
persuasión en la Primera Guerra Mundial por el gobierno de Woodrow
Wilson, Estados Unidos. Tuvo resultados asombrosos, tanto que las
empresas se apropiaron de la estrategia bajo el nombre de “relaciones
públicas.” Hitler mismo, y su partido Nazi, fue un gran admirador
del sistema de propaganda aplicado en Estados Unidos, idea de la que
se apropió e integró en su máquina de terror y de guerra.
El sistema propagandístico se fue
desarrollando durante todo el siglo 20, aumentando en sutileza y
detalle e incluyendo entre sus herramientas la nueva idea de las
“fundaciones” –organizaciones que los ricos crean para mostrar
su filantropía y generosidad con la sociedad al tiempo que persiguen
sus propias agendas y se niegan firmemente a la justicia de salarios
más equitativos y continuados proyectos de justicia social. Parte
del esfuerzo propagandístico de los más ricos es mandar a escribir
sus biografías sesgadas para demostrarse como auténticos. La
amenaza del comunismo o del socialismo como alternativas estaba ya
casi desaparecida para el año 1990 año en que los centros de
propaganda se extienden aún más, con colaboradores llegados desde
la izquierda e incluso de sectores radicales, han sido de gran
utilidad en afirmar la legitimidad de la acumulación de riqueza en
manos de unos pocos y la desesperanza en cuanto a hacer cambios
liberadores.
Una plutocracia nos tiene de rehén y faltan las alternativas.
Cuando los seres humanos eran cazadores y
recolectores dependían unos de los otros, un pequeño grupo
homogéneo que no podía tolerar la existencia de individuos con
conductas antisociales pues ponían en peligro la existencia misma
del grupo todo. Entonces a los antisociales se los abandonaba o
eliminaba, simplemente, los esquimales por ejemplo empujaban al
insistente antisocial al agua helada, otros grupos los eliminaban de
otras formas, todos entendían que los antisociales no eran buenos
pero además entendían que no eran funcionales. Los antisociales de
nuestros días no sufren esta suerte, al contrario, dominan al resto,
son tan dañinos para la supervivencia de la especie como cuando
éramos cazadores y recolectores pero no son tan diestramente
condenados. Han creado su mundo, en el reinan, controlan, deciden
para detrimento de la especie entera. Cargan los dados continuamente
a su favor, reciben los premios y honores, destruyen naciones,
favorecen crímenes, implementan robos, especulan para acumular más
y más riqueza que es poder, escapan de toda responsabilidad porque
la responsabilidad es colectiva aunque el daño sea de un pequeño
grupo, juegan el juego de ganarlo todo sin invertir nada, tienen al
mundo del cuello con un revolver apuntado a la cien pero son
admirados. Lo peor es que son un terrible ejemplo de ser humano pero
los admiran y emulan. Durante una buena parte del siglo 20 muchos
ricos eran más cautelosos, pero la impunidad ha aumentado y se vive
una gran Jauja. Dominan los medios de comunicación, la mayor parte
de la producción y comercialización de alimentos, semillas,
medicamentos, fondos de pensión, instituciones financieras, la
cultura: una plutocracia nos tiene de rehén y faltan las
alternativas.
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