Los Ricos y el Poder

Posted by Nuestra publicación: on viernes, abril 08, 2016



Mario R. Fernández y Nora Fernández

Los ricos son una especie de animal grande y peligroso, parasitarios y dañinos.

La humanidad enfrenta serios problemas en su diario vivir; los pueblos tienen que acarrear lastres que en su mayoría no han creado, desastres del medio ambiente, sufrimiento y miedo a la guerra, la represión, el crimen y el abuso por sus semejantes, la carencia de un trabajo estable y digno, la pobreza y la miseria y la falta de servicios básicos de higiene y de salud que afecta a más de un tercio de los habitantes del mundo. Pero además las mayorías en casi todas las sociedades del planeta tienen que acarrear, casi como si les llevara en brazos, a los ricos del mundo. Los ricos son una especie de animal grande y peligroso, parasitarios y dañinos y hombres en su mayoría, aun cuando hay mujeres ricas también, que aunque nacidos en cualquier extracto social ocupan las elites del poder y del dinero, verdaderos barones del poder, y hoy han acumulado dinero como nunca antes en la historia moderna, que manipulan todo lo que les interese manipular y que persiguiendo sus intereses pueden ser criminales pero no pagan por ello.

Un sistema de acumulación totalmente injusto.

Hoy, los ricos ya no son simples millonarios como hace algún tiempo atrás, hoy las fortunas son de miles de millones de dólares, si usamos la moneda estadounidenses; forman élites muy reducidas en números si los comparamos al resto de los privilegiados, no son el uno por ciento de la población total como tanto se dice en medios oficiales y no oficiales, sino mucho menos, pero si cuentan con una plataforma de apoyo de entre el uno y el cinco por ciento de los mas acomodados, que le sirven a la elite dominante de escolta y sustento o base social, además del apoyo casi incondicional de las clases medias, estas representan el lado “presentable” de un sistema de acumulación totalmente injusto cuando se lo examina. La elite dominante cuenta con la escolta de otros ricos inferiores, que forman una especie de pirámide de acomodados, a quienes se suman altos administradores y políticos que ayudan a la elite dominante a manejar el aparato político mundial, cuenta la elite además con no pocos adulones profesionales y aspirantes a millonarios que incluyen incluso a hampones que trafican drogas, personas y servicios.

Estados Unidos, desde hace más de 200 años, ha sido un país favorable a la especie parasitaria de los más ricos, y por eso allí se ha multiplicado con particular facilidad, no tiene tanto que ver con condiciones biológicas particulares sino con un ambiente ideológico que desde el siglo 19 viene justificando la acumulación de riqueza a cualquier costo y como fundamental razón de ser, algo que observó el entonces cientista político francés Alexis de Tocqueville cuando escribió su libro, un clásico, “Democracia en América.” Durante su estadía en Estados Unidos entre 1830-31, Tocqueville observó el marcado individualismo y la aceptación sin cuestionamiento de una forma de entender la realidad que simplemente se sobreentiende. En su libro dice que “los americanos no tienen escuela de filosofía propia poco les importan las escuelas de filosofía en que Europa está dividida…Y sin embargo es fácil percibir que casi todos los habitantes de los Estados Unidos conducen su entendimiento de forma similar y lo gobiernan por las mismas reglas, vale decir, sin tomarse nunca el trabajo de definir las reglas, tienen un método filosófico común a todo el pueblo.” Y agrega: “Pero si voy más lejos, y busco entre las características la principal…descubro que cada americano apela solo al esfuerzo individual de su propio entendimiento…” algo que Tocqueville entiende tiene limitaciones. De ese individualismo dominante con foco en el ahora se llega fácilmente a la sobre valoración de los logros personales, al vivir sin historia y a la admiración a los ricos cuando la sociedad tiene un foco totalmente material. El desarrollo norteamericano fue material y los ricos siguen siendo admirados, ejemplo de triunfo personal, un triunfo sea como sea y pese a quien pese.

La revista Forbes, Fortune y Bloomber Businessweek, demuestran esa admiración continuamente, los ricos son vacas sagradas y la carrera es una escalera infinita hacia la mayor riqueza. Los ricos, expuestos como celebridades y disfrazados de generosos aparecen allí con nombre y apellido, pero allí solamente se hacen carne, sin explicación, sin exploración de lazos de poder o historia, allí son genios salidos de la nada y al hacerse carne de esta forma se los transforma en intocables, se hace impensable criticarlos en otros medios de prensa. De los más ricos, los “billionaires”, que no pasan de 2000 en todo en el mundo, con fortunas personales de más de mil millones de dólares, más de un cuarto de ellos son ciudadanos de Estados Unidos, pero no faltan representantes de Alemania, India o Brasil. Lo irónico hoy es la existencia de “billionaires chinos y rusos, algo que nadie podría haberse imaginado hace apenas treinta años. La historia está llena de sorpresas, y los nuevos muy ricos en China, que pasan de 200, hicieron sus fortunas de la forma clásica: explotando simplemente a los trabajadores de su país y especulando luego con las fortunas logradas. Los magnates rusos, que no alcanzan a 100, son un caso único en la historia: formaron sus fortunas violentamente, de la noche a la mañana saqueando y robando directamente los bienes del estado posterior al derrumbe de la Unión Soviética, muchos los llaman por eso “lumpen burguesía” recordándoles sus raíces antisociales directas.

Sería injusto, sin embargo, dividir a los ricos en más y menos meritorios, pues en esto de hacerse de fortuna, y aunque todos los grandes ricos han usado métodos diferentes en la acumulación de su riqueza, algunas veces a través de un producto o creándose un proyecto, otras veces aprovechándose de explotar a otros, extorsionando o engañando, o robando directamente o en negocios ilícitos, no puede haber excepción en el uso de métodos antisociales: nadie se enriquece sin ejercer un nivel de criminalidad. Detrás de toda empresa, sea un banco, una compañia de seguros, una administradora o colocadora de fondos de pensión, un gran supermercado, una fábrica, una mina, una procesadora de alimentos u otros, lo que no pertenece al estado o no está en manos de una cooperativa, es de seguro una pirámide donde las decisiones las toman los más ricos aún cuando figuren como accionistas y cuenten con un servil bien remunerado y a veces hasta famoso que le pone cara pública a la empresa. Y, serán siempre los accionistas menores quienes absorban las pérdidas cuando las haya, que los más ricos muy bien entendidos de lo que sucede abandonaran la empresa a tiempo llevándose todas las ganancias.

El robo más obsceno es el de la última crisis del 2008 con el rescate financiero a grandes bancos con dineros públicos.


Pero los ricos saben que mantener una imagen es fundamental, ninguno de ellos quiere llegar a viejo con gran fortuna pero con fama de ladrón y de asesino, es por ello que se encargan con dedicación a asegurarse de tapar lo mejor posible todos las conductas antisociales que les aseguraron su fortuna y usan la publicidad y la manipulación para crearse una imagen de benefactores y generosos -ahora que tienen todo lo que quieren pueden invertir lo necesario en verse bien. La primera generación de toda fortuna tiene siempre mucho que ocultar, de allí que su preocupación no sea sólo con hacer más y más dinero sino con incrementar su nivel de influencia social y política, incrementar influencia ayuda a los ricos a aumentar su riqueza también, pero además corrompe la administración de los bienes comunes y del estado y a los servidores públicos a todos los niveles, y con ello los ricos se aseguran total impunidad, la justicia y las responsabilidades civiles no les aplica como al resto y la corrupción aumenta y facilita el parasitismo de los ricos que viven literalmente de los demás manipulando el o los estados a su gusto. La segunda generación tiene más fácil tarea porque el proceso mismo genera la impresión de que al haber heredado la riqueza no se los puede responsabilizar de cómo se generó. La segunda generación se ve a sí misma y los demás la ven como más saneada. Los logros de la primera generación facilitan el continuo proceso de enriquecimiento de la segunda: la preocupación por alcanzar niveles de influencia en la sociedad les ha otorgado poder que usan para continuar corrompiendo a la administración del estado y enriqueciendo ahora de forma más parasitaria. El estado en sus diferentes niveles les otorga todas las facilidades y los protege incluso del pago de impuestos y royalties, a veces tan bajos que son ridículos. El estado les asegura subsidios para sus empresas, contratos con soborno (lo que en Estados Unidos es un ejercicio legal), el uso de la infraestructura y servicios públicos gratis. Además, el estado en los últimos 35 años les ha asegurado la adquisición de empresas estatales a precios de ganga, y gracias a la desregulación de todo les garantiza creciente espacio para que saqueen. El robo más obsceno quizás de la historia es el de la última crisis del 2008 con el rescate financiero a grandes bancos con dineros públicos y a cambio de papeles especulativos sin valor real.

El mundo occidental sufre una continua pérdida de trabajos en la industria manufacturera; hasta los empresarios más pequeños con alguna posibilidad de ganancias en la actividad de algún producto o servicio, ya sea en áreas rurales o en centros urbanos, también están en continuo peligro de desaparecer. Muchas empresas pequeñas y-o medianas han sucumbido o han sido absorbidas por otras más grandes que simplemente las comprar para cerrarlas por lo que los pequeños empresarios tienen que conformarse con empresas que apenas se solventan. Este proceso de monopolización y acumulación sin fronteras, llamado globalización, destruye las economías locales gracias a la firma de tratados que no son de “libre comercio” sino documentos legales para los más ricos y sus empresas que crecen en su monopolio, acumulan crecientes derechos sin responsabilidades, aseguran la libre circulación de mercancías y servicios (incluso financieros) mientras ponen en jaque incluso a los estados mismos –estos, últimos garantes de sus aventuras de enriquecimiento y paganinis de toda especulación fallada. Lo irónico: la diatriba repetitiva de los políticos representantes de los ricos (casi todos ellos) en su aparente continua preocupación por la existencia misma, y prosperidad, del llamado “pequeño negocio o empresa” –una preocupación tan irreal como hipócrita que se entiende más bien como una burla surrealista.

La producción industrial y la agricultura, en Europa y en Norteamérica, tuvieron desde 1870 al 1900 un desarrollo en gran escala, en parte debido a las innovaciones tecnológicas en factorías, en minas y en el campo, lo que resultó en más acumulación de dinero para los ricos. En Estados Unidos esta fue la llamada “época dorada” (Gilden Age en inglés) durante la cual los ricos disfrutaron en forma casi obscena de una libertad plena de explotar a sus trabajadores y especular con la complicidad de autoridades políticas y administrativas. Pero, para fin del siglo 19 emergían esperanzas de cambio gracias a grandes luchas de parte de la clase trabajadora, lucha que aumentó con el logro del sufragio universal, el aumento de la participación política y la creciente organización sindical. De esta forma se consiguieron básicos derechos laborales y sociales y se constató una vez más que es la resistencia a la opresión y la lucha por los derechos lo que detiene el avance del poder de los ricos al subirle el precio a su abuso, y no un simple proceso civilizatorio. Durante el siglo 20 los enfrentamientos continuaron por lo que algunos magnates tuvieron que reconocer la necesidad de lidiar de otra manera con los oprimidos e incluso aplicar algunas reformas recomendadas por los social liberales de entonces. No faltaban los ricos que no querían negociar derechos pues estaban convencidos de que la gente de trabajo no se merecía nada. En ese tiempo el odio de clases era muy visible: la mayoría de la gente del pueblo odiaba a los ricos y su institucionalidad liberal, y los ricos odiaban a la gente del pueblo. Pero con la llegada de la Primera Guerra Mundial en 1914, el conflicto de clases disminuyó, reemplazado por un nacionalismo aparatoso, oportunidad que los ricos usaron para extorsionar a los trabajadores a que peleen y mueran en sus guerras de dominio.

La Primera Guerra Mundial fue planeada por un puñado de ricos en una mesa para lidiar con las competencias por mercados entre los países imperialistas mismos; enviaron a millones de soldados a la carnicería más grande hasta ese entonces, una tragedia para hombres, mujeres y niños de Europa y el mundo colonizado. Los ricos responsables de esa tragedia comenzaban de nuevo a florecer unos años después y el resultado fue la Segunda Guerra Mundial y el fascismo, de nuevo el mundo sufre una gran destrucción de vidas y bienes, pero terminada esta guerra los ricos y sus empresas ocupaban lugares de importancia incluso en Alemania, Italia y Japón los países derrotados –olvidado quedaba nuevamente el sufrimiento y la muerte de millones de seres humanos que por supuesto no eran parte de las élites acaudaladas.

Y aunque el resultado de ambas guerras no fue exactamente el esperado por las élites, pues los fascistas no terminaron con la “amenaza comunista,” y tuvieron que crear y luego ampliar el Estado de Bienestar Social en los países de Europa Occidental, Norteamérica y algunos otros, el argumento en contra de los pueblos no cejo y algunos ricos continuaban predicando contra el peligro de “malacostumbrar” a los pobres –o sea a la mayoría de los ciudadanos. En estos tiempos la carta a jugar para los ricos fue la propaganda, Alex Carey (científico australiano) lo explica muy bien en “Taking the Risk Out of Democracy” (Quitándole el riesgo a la Democracia). La propaganda fue usada como arma de persuasión en la Primera Guerra Mundial por el gobierno de Woodrow Wilson, Estados Unidos. Tuvo resultados asombrosos, tanto que las empresas se apropiaron de la estrategia bajo el nombre de “relaciones públicas.” Hitler mismo, y su partido Nazi, fue un gran admirador del sistema de propaganda aplicado en Estados Unidos, idea de la que se apropió e integró en su máquina de terror y de guerra.

El sistema propagandístico se fue desarrollando durante todo el siglo 20, aumentando en sutileza y detalle e incluyendo entre sus herramientas la nueva idea de las “fundaciones” –organizaciones que los ricos crean para mostrar su filantropía y generosidad con la sociedad al tiempo que persiguen sus propias agendas y se niegan firmemente a la justicia de salarios más equitativos y continuados proyectos de justicia social. Parte del esfuerzo propagandístico de los más ricos es mandar a escribir sus biografías sesgadas para demostrarse como auténticos. La amenaza del comunismo o del socialismo como alternativas estaba ya casi desaparecida para el año 1990 año en que los centros de propaganda se extienden aún más, con colaboradores llegados desde la izquierda e incluso de sectores radicales, han sido de gran utilidad en afirmar la legitimidad de la acumulación de riqueza en manos de unos pocos y la desesperanza en cuanto a hacer cambios liberadores.

Una plutocracia nos tiene de rehén y faltan las alternativas.


Cuando los seres humanos eran cazadores y recolectores dependían unos de los otros, un pequeño grupo homogéneo que no podía tolerar la existencia de individuos con conductas antisociales pues ponían en peligro la existencia misma del grupo todo. Entonces a los antisociales se los abandonaba o eliminaba, simplemente, los esquimales por ejemplo empujaban al insistente antisocial al agua helada, otros grupos los eliminaban de otras formas, todos entendían que los antisociales no eran buenos pero además entendían que no eran funcionales. Los antisociales de nuestros días no sufren esta suerte, al contrario, dominan al resto, son tan dañinos para la supervivencia de la especie como cuando éramos cazadores y recolectores pero no son tan diestramente condenados. Han creado su mundo, en el reinan, controlan, deciden para detrimento de la especie entera. Cargan los dados continuamente a su favor, reciben los premios y honores, destruyen naciones, favorecen crímenes, implementan robos, especulan para acumular más y más riqueza que es poder, escapan de toda responsabilidad porque la responsabilidad es colectiva aunque el daño sea de un pequeño grupo, juegan el juego de ganarlo todo sin invertir nada, tienen al mundo del cuello con un revolver apuntado a la cien pero son admirados. Lo peor es que son un terrible ejemplo de ser humano pero los admiran y emulan. Durante una buena parte del siglo 20 muchos ricos eran más cautelosos, pero la impunidad ha aumentado y se vive una gran Jauja. Dominan los medios de comunicación, la mayor parte de la producción y comercialización de alimentos, semillas, medicamentos, fondos de pensión, instituciones financieras, la cultura: una plutocracia nos tiene de rehén y faltan las alternativas.