Chile - La corrupción y el ocaso de la democracia pactada.

Posted by Nuestra publicación: on sábado, febrero 20, 2016

 Alfredo Armando Repetto Saieg



Las empresas con la complicidad y beneplácito del duopolio aliancista- concertacionista se coluden contra el pueblo, contra lxs trabajadorxs, contra el bienestar de todos y todas. Lo hacen aumentando el precio de los artículos básicos, los que son imprescindibles. De esa forma aumentan sus ganancias, a costa de los que vivimos de un salario, sumando el saqueo de las riquezas naturales, la explotación de nuestro esfuerzo vía precarización laboral, e incluso a través del robo directo al bolsillo de lxs chilenxs. Eso es la colusión: otra variante de la corrupción, de la descomposición de la casta política, militar y empresarial (que también se viste de sotana) y de su neoliberalismo.

Para no ser cuestionados por la ciudadanía insisten en el libertinaje del mercado, en que los dejen hacer y deshacer a su antojo, en que el Estado no intervenga. Pero, es precisamente la ineficiencia, la competencia desleal, la corrupción endémica en todos los ámbitos del régimen, etc., lo que hace inviable esta sociedad que en ese contexto de crisis de legitimidad, de la que los neoliberales son directos responsables, vuelve una falacia cualquier mejoría de nuestra calidad de vida. Por si no fuera suficiente comprobados los delitos tributarios, la compra y venta de los políticos por parte de los empresarios y la colusión de los supermercados, la Cámara Nacional de Comercio decide no sancionar a Walmart, Santa Isabel, SMU/Unimarc mientras la justicia reasegura la impunidad para el duopolio.

No nos equivoquemos: el neoliberalismo y su “democracia” en la medida de lo posible no es solo un proyecto económico, de liberalización del capital para que este actúe sin límites de ningún tipo, sino que además es un arquetipo de sociedad autoritario, excluyente y violento. Se trata de un modelo civilizatorio, de mercantilizar la vida de lxs trabajadorxs en todos los aspectos, que cada ámbito social pueda ser controlado por los grandes negociados, por las corporaciones: los alimentos y el agua, la energía, la ética, los valores, las artes, los deseos y hasta la política.

Entonces el sector público, el Estado y el régimen político son vistos como meros instrumentos de ese proyecto, controlados por la manipulación de la información, del sentido común y de las elecciones, de la justicia que deja en libertad a los delincuentes de cuello y corbata, de la “democracia” incluso, como bien ocurre en Chile con la transición pactada que nos impusieron en los 80- 90. La conclusión es la misma: la lucha por la democratización de nuestro país pasa por la Asamblea Constituyente libre, soberana y profundamente popular, auspiciada por todxs nosotrxs.