Chile - Seis retrocesos y una reforma desesperada

Posted by Nuestra publicación: on martes, enero 19, 2016



Columna: Seis retrocesos y una reforma desesperada

Los trabajadores han quedado atrapado en un gobierno donde campea la ideología neoliberal que representa su Ministro de Hacienda, un empresariado que ve la oportunidad de avanzar ante la debilidad de un gobierno sin convicciones en la materia, un movimiento sindical débil y fragmentado, y una prensa escrita que solo tiene páginas para los demandas empresariales.

¿Cuándo se jodió la reforma laboral? es la pregunta obvia de cualquiera que lea el disparatado proyecto de reforma laboral que el Gobierno pretende aprobar en los próximos meses.
Y es que el Gobierno se aproxima para perpetrar –con la flamante firma de los ministros Rodrigo Valdés y Ximena Rincón- una de las mayores agresiones legislativa desde el retorno a la democracia al movimiento sindical y a los trabajadores en general.
¿Exagero -dirá quizás el lector- que no comprende como un proyecto de ley salido de las manos de esforzados funcionarios socialistas y comunistas puede ser catalogado de tal?
La conjura de los necios podría llamarse la respuesta. Los trabajadores han quedado atrapado en un gobierno donde campea la ideología neoliberal que representa su Ministro de Hacienda, un empresariado que ve la oportunidad de avanzar ante la debilidad de un gobierno sin convicciones en la materia, un movimiento sindical débil y fragmentado, y una prensa escrita que solo tiene páginas para los demandas empresariales.
¿El resultado de esa conjura?
Páginas y páginas –en cientos de artículos en un interminable proyecto de ley de pequeños, medianos y grandes retrocesos, que pocas dudas cabrán –serán mirados en los próximos años- como el mayor retroceso de los derechos de los trabajadores desde el Plan Laboral de la Dictadura.
Retrocesos de esos que, por supuesto, no han salido en ninguno de los grandes medios de prensa escritos y que el Gobierno silenciosamente ha incorporado en su reforma laboral –con ese silencio que exige “la cocina” en que se ha transformado nuestro proceso legislativo-.
Y eso que sólo nos referimos a los retrocesos, casos en que los trabajadores quedan peor que con las normas creadas por José Piñera en dictadura. Porque además –eso da para otra columna-, la reforma laboral “histórica” se encuentra plagada de falsos avances. Para muestra un botón: se permite negociar colectivamente a los trabajadores del campo y la construcción, pero “sin derecho a huelga, ni fuero sindical”. Tal cual. Ni hablar que avances de verdad –como la negociación colectiva por rama- no está ni por asomo en este proyecto de reforma –, no hay que olvidar que Valdés señaló que los trabajadores chilenos “no estaban preparados” -.
Veamos, entonces, alguno de los retrocesos del proyecto que en su día se dijo “que emparejaría la cancha”, una frase de Javiera Blanco que hoy postula a chiste del año.
Uno. Actualmente todos los sindicatos de empresa tienen derecho a negociar colectivamente en forma reglada con su empleador, independiente de la cantidad de socios que tengan. Sin embargo, con la reforma sólo podrán hacerlo aquellos que al momento de presentar el proyecto de contrato colectivo acrediten – nuevamente- cumplir con el quórum de constitución (art. 303 y 328 del proyecto). Se crea un enorme incentivo a que la empresa “altere” las condiciones del quórum de los sindicatos -despidos colectivos, nuevas contrataciones- y dejen a los “sindicatos molestos” sin quórum para negociar colectivamente. Gran avance, como se ve. Para los empresarios eso sí.
Dos. Derechos laborales individuales como el de jornada ordinaria , extraordinaria y de descanso semanal que hoy son declarados por la ley como irrenunciables, pasan gracias al proyecto del Gobierno a ser disponibles por acuerdo con un cualquier sindicato –siempre que en su conjunto afilien al 30% de los trabajadores-, e incluso individual (el 70% restante). En este último caso –como es obvio- se tratara de la imposición unilateral del empleador (“acepta el pacto o te vas” será la formula de oro-) (art. 374 y ss. del proyecto). En pocas palabras: flexibilidad laboral mayoritariamente impuesta por la sola voluntad efectiva del empleador, apoyada –que mejor- por parlamentarios socialistas y comunistas. De este modo, póngase atención –porque cuesta creerlo- trabajadores chilenos en todos los sectores económicos tendrán jornadas de 7 días corridos sin descanso, y jornadas diarias de trabajo de “12 horas efectivas”. Tal cual lo leyó, la reforma laboral de Bachelet devolverá a trabajadores al Siglo XIX. De golpe y porrazo.
Tres. Si hoy los trabajadores van a una huelga en la negociación colectiva deben votarla dos veces: cuando la declaran y cuando la hacen efectiva. Cuestión ya cuestionada por la OIT por atentar contra la libertad sindical. Con la reforma laboral deberán votarla, además, cada cinco días por decisión unilateral del empleador, quien puede forzar al sindicato a votar la huelga contra su voluntad (artículo 357 bis del proyecto). En pocas palabras: el empleador gobierna ahora la huelga.
Cuatro. Hoy los trabajadores deben esperar doce meses para iniciar una negociación colectiva desde la creación de una empresa, lo que ya es inexplicable atendido que la ley no hace ninguna distinción al respecto. Con la reforma laboral aumenta a 18 meses el plazo que debe transcurrir desde el inicio de sus actividades para que se pueda negociar colectivamente en la mayor parte de estas empresas (en la micro y pequeña empresa). En cualquiera de estas empresas, sus trabajadores deberían esperar casi dos años para negociar gracias a la “reforma laboral histórica”.
Cinco. En la reforma se incluye una norma que permitirá a la empresa perseguir a los dirigentes sindicales “que abusen de los derechos sindicales” (nuevo art. 290). No hay que decir que nadie –menos el Gobierno- tiene la más remota idea de que quiere decir con eso “del abuso”, y como eso se transformará en una eficaz herramienta de las empresas para perseguir dirigentes sindicales que consideré conflictivos y molestos. Curiosa norma redactada por el Gobierno, ya que no se propone lo mismo para las empresas -la reforma no habla de “abusos de los derechos del empleador”-.
Seis. Se modifica quórum de constitución en empresas de hasta 50 trabajadores, exigiendo un mínimo de 8 socios que representen al menos al 50% de los trabajadores de la empresa. En las reglas actuales bastan los 8 trabajadores sin porcentaje de representación alguna, atendido que –esto lo entendió hasta José Piñera- es precisamente ahí -en las empresas péquelas y medianas- donde más difícil es formar sindicatos. Cabe señalar que no se trata de empresas pequeñas –la rotisería de la esquina-, sino de casi la mitad del total de las empresas en Chile.
Para decirlo en breve: con la reforma “histórica” que devolvería derechos colectivos a los trabajadores, será más difícil constituir sindicatos que con las reglas de la dictadura de Pinochet.
Todo un logro.
Pero no todo puede ser tan malo, dirá el militante esforzado, ya que como ha destacado ampliamente el gobierno se elimina la figura del reemplazo en la huelga.
“En memoria de Luis Emilio” dirá emocionado, por otra parte, el militante comunista en su fiesta de los abrazos.
Hay noticias tristes, por supuesto, para el cándido militante. El gobierno -en su afán de darle la razón al mundo empresarial- se inventa un reemplazo “sui generis”: los propios trabajadores deberán poner a los reemplazantes, porque se exige servicios mínimos para cualquier empresa que lo solicite fundada en la ambigua causal de proteger los “bienes corporales del empleador”.
Y si como esta no parece ser suficiente, el gobierno ha incorporado impúdicamente otro ataque al derecho de huelga. En una confusa norma Rodrigo y Ximena pretenden lo siguiente: “Los trabajadores no involucrados en la huelga podrán ejecutar las funciones convenidas en sus contratos. El empleador en el ejercicio de sus facultades legales podrá efectuar las adecuaciones necesarias con este objeto, incluidos ajustes a los turnos u horarios de trabajo, sin que lo previsto en este párrafo constituya práctica desleal” (artículo 406 letra d).
Dicho de otro modo –tratando de entender la torpe redacción del mismo-, el “bonus track” que Valdés y Rincón pretenden entregarle al empresariado es sorprendente: pactar desde ya en los contrato de trabajo “todas” las funciones posibles en la empresa –la polifuncionalidad en su peor versión-, para que llegado el momento –el de la huelga, por supuesto- la empresa puede exigir al reemplazante que supla la función del huelguista. Dicho de otro modo, reemplazo “escondido” bajo “adecuaciones necesarias”.
Se elimina el reemplazo pero se permite el reemplazo.
“Luis Emilio sacúdete en tu cripta”, deberíamos decir, entonces, para ser más rigurosos.
En días pasados la dirigencia empresarial ha salido a gimotear contra la reforma laboral, pagando insertos que aluden a un supuesto consenso de técnicos –básicamente asesores suyos- de que esta reforma perjudica la situación de los empresarios.
Mirado de ese hecho de lejos, quizás se podría llegaría a la conclusión de que se trata de una reforma que fortalece los sindicatos, ya que se trata de un llanto genuino del que pierde poder.
Pero ya en Chile estamos curados de espanto. También el mundo empresarial puso el grito en el cielo –con tanto o más gimoteo que hoy- con la reforma laboral del 2001 (ley 19.759), con la ley de subcontratación del 2007 (Ley 20.123) y con la ley del Multirut del 2014 (ley 20760). Ninguna de esas reformas –pese ruido empresarial apocalíptico en cada una de ellas- supuso un avance relevante para los trabajadores. Todas, a su modo, perfeccionaron el Plan Laboral de Pinochet y Piñera.
Se trata, qué duda cabe, de una puesta en escena que la elite empresarial sabe que le resultado siempre a la perfección: frente a un gobierno ideológicamente capturado, ese llanto coral lo pone de rodillas. Siempre lo hizo y lo vuelve a hacer ahora. El resultado son los notable retrocesos que aquí hemos descritos.
¿Exagero dirá, nuevamente, el lector desprevenido –si queda alguno en Chile a esta altura-?
El resumen de este disparatado y grosero proyecto de reforma laboral es este: habrá trabajadores más precarios que antes –por los pactos de flexibilidad laboral- y será más difícil formar sindicatos que antes –por las reglas de constitución-. Y el reemplazo en la huelga queda escondido bajo la fórmula de servicios mínimos y –de prosperar la intención del Gobierno- bajo el escondite de “adecuaciones necesarias”.
Un par de días más y nuestros Ministros de Hacienda y Trabajo nos proponen volver a ley Le Chapellier: esa que prohibía –en la Francia decimonónica- los sindicatos en la Francia decimonónica.
Igual si, quizás, al final, corresponda reconocer un merito de la reforma laboral del Gobierno.
Es que parece que Ximena y Rodrigo lograrán algo insospechado hasta hace poco con su reforma laboral: que José Piñera nos parezca cada vez menos malo.
No es un logro pequeño, hay que reconocerlo.

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