Patrick Bond *
Traducción de Viento Sur
El 30 de noviembre, el yuan chino se
unirá al dólar, el euro, la libra y el yen como moneda de reserva oficial
mundial, tal como recomendó el Fondo Monetario Internacional (FMI). Lo que esto
augura es una ampliación del desarrollo extremadamente desigual y el abuso de
los excedentes económicos chinos, una vez más, con el propósito de rescatar un
sistema financiero internacional frágil y corrupto. Aparte del propio FMI, el
principal impulsor parece ser el Banco Popular de China, que ahora debería
rebautizarse para llamarse Banco de China de los Banqueros Occidentales. Su
declaración oficial habla de un “acuerdo en que todos salen ganando, China y el
mundo.”
Claro que la palabra “China” se
refiere en realidad a la camarilla neoliberal responsable de la gestión
económica en Pekín y por “mundo” debe entenderse un capitalismo tambaleante que
sufre periódicos espasmos en sus centros financieros hiperespeculativos.
Durante los últimos quince años, dichos centros han contado con la malla de
protección de Washington, que se beneficiaba de la compra por el Estado chino
de bonos del tesoro de EE UU. Después de alcanzar la cota de 1,3 billones de
dólares a finales de 2013, este proceso ha acabado revirtiéndose, pues desde
entonces se ha registrado una venta neta de dichos bonos, por parte de China,
por importe de unos 100 000 millones de dólares. Sin embargo, Pekín todavía
mantiene alrededor de un tercio de sus reservas exteriores en esos bonos, que
representan más de un quinto de todas las carteras de bonos del tesoro de EE UU
en manos extranjeras (a su vez, los 6 billones de dólares de bonos del tesoro
emitidos constituyen alrededor de un tercio de toda la deuda exterior de EE UU,
un importe tan enorme que solo podrá devolverse poniendo a trabajar la
impresora de billetes de la Reserva Federal).
Pekín es consciente de sus problemas
económicos internos, incluido su vasto sobreendeudamiento, el colapso
inmobiliario de las ciudades de segundo orden y la pérdida de 3,5 billones de
dólares que registraron las principales bolsas de valores del país a mediados
de año. Si los banqueros londinenses están en lo cierto, cuando el FMI dé la
bienvenida al yuan, otro billón de dólares de reservas globales podrían
integrarse en los activos financieros chinos. Esto invalidaría la devaluación
del 2 % de su moneda que practicó China en agosto de 2015 y haría que el
conjunto del sistema esté aparentemente más equilibrado, aunque en el fondo se
vuelva mucho más caótico a resultas del contagio internacional de una futura
crisis de la deuda china. Mientras tanto, China probablemente reforzará la
campaña del FMI a favor de incrementar los créditos en su nueva cooperación
monetaria nada altruista.
¿Existe alguna alternativa, alguna
escapatoria de ese “abrazo del oso” financiero entre China y Occidente? Y para
los demás BRICS, ¿existe alguna manera de apoyar al Banco del Sur (que sin el
respaldo de Brasil nace muerto), o de no pagar la “deuda odiosa” (como hizo
Ecuador en 2009), o de imponer estrictos controles de cambios (como hizo
Malasia para detener una fuga de capitales en 1998), o de insistir en que las
autoridades estatales controlen a los financieros locales y no al revés? Aparte
de Rusia, que se enfrenta a sanciones financieras parciales de Occidente,
parece que no, al menos con los responsables neoliberales de las finanzas que
están al mando actualmente. Para ilustrarlo, el Acuerdo sobre la Reserva
Contingente (CRA) suscrito por los BRICS se concibió de manera que el FMI se
refuerza tanto más cuanto más urgente y desesperadamente los prestatarios de
los BRICS necesitan un préstamo de rescate. Las normas del CRA obligan al
prestatario a acudir a Washington para solicitar un préstamo de ajuste
estructural del FMI después de reducir nada menos que un 30 % de participación
en las instituciones supuestamente “alternativas”.
Poco después de ponerse en marcha el
CRA de los BRICS el pasado mes de septiembre, la declaración de Barack Obama
durante la visita del líder chino Xi Jinping confirmó la jugada: “China
desempeña un papel importante en el mantenimiento y el refuerzo y la
modernización de las instituciones financieras mundiales, y Estados Unidos da
la bienvenido a las crecientes aportaciones de China a la financiación del
desarrollo y la infraestructura en Asia y más allá.” A la defensiva después de
que Washington quedara en fuera de juego en este frente a comienzos de año
–cuando el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, impulsado por
Pekín, recibiera el apoyo de Europa y de las instituciones de Bretton Woods–, Obama
dijo a su huésped: “Estados Unidos se compromete a realizar a la mayor brevedad
posible las reformas de 2010 relativas a las participaciones y la gobernanza
del FMI y reitera que el reparto de derechos de voto debería seguir
favoreciendo a los dinámicos mercados emergentes y los países en vías de
desarrollo.”
Diputados republicanos del Congreso
de EE UU bloquean esta iniciativa desde hace cinco años, pues les preocupa la
pérdida de poder en el FMI, pese a que la reducción de su participación es
mínima (del 17 % al 16,5 % de participaciones con derecho a voto). Obama ha
mantenido el poder de veto de EE UU al no dejar que las participaciones con
derecho a voto de sus delegados desciendan por debajo del 15 %. La defensa del
reajuste de las participaciones en el FMI procede principalmente de países que
obtendrán más votos cuando de ponga en práctica el acuerdo de 2010: China +37
%, Brasil +23 %, India +11 % y Rusia +8 %. (Sudáfrica sale perdiendo, ya que su
participación descendería un 21 %.)
¿Qué países, por tanto, pierden más
votos si se pone en práctica el pacto de 2010, tal como ha prometido Obama?
Entre ellos se encuentran los delegados que representan a los siguientes países
del Sur: Nigeria –41 %, Venezuela –41 %, Libia –39 %, Sri Lanka –34 %, Uruguay –32
%, Argentina –31 %, Jamaica –31 %, Marruecos –27 %, Gabón –26 %, Argelia –26 %,
Bolivia –26 % y Namibia –26 %. (Bélgica, Kuwait, Arabia Saudita y Nueva Zelanda
también pierden peso significativamente en el FMI.) Esto con respecto a la
solidaridad de los BRICS con los países del Sur. A cambio, dijo Obama, “Estados
Unidos apoya la presidencia china del G-20 en 2016.” Después de todo, Pekín
también “promoverá el comercio internacional y la inversión como motores del
crecimiento mundial”, aunque se quede fuera de los acuerdos comerciales
suscritos por Obama.
Para ser más realistas, China será el
motor de la crisis mundial. Aunque no siempre sea de fiar, el exdirector del
presupuesto bajo Ronald Reagan y posterior financiero de Wall Street, David
Stockman, critica agriamente, con razón, la sobreacumulación de capital por
parte de China: “Al incrementar su deuda de 2 billones en el año 2000 a 28
billones de dólares en la actualidad, China ha creado de hecho una ristra
interminable de compañías de servicios públicos y elefantes blancos
industriales antieconómicos que dejan a uno pasmado. Por ejemplo, tiene una
capacidad de producción de 1 100 millones de toneladas de acero, de 400 a 500
millones de toneladas más que su economía nacional será capaz jamás de absorber
sobre una base sostenida.”
Por esta razón, los inversores más
frívolos del mundo, conocidos por sus acrónimos cambiantes y la volatilidad de
sus inversiones, acaban de abandonar los BRICS: entre ellos, Goldman Sachs. El
8 de noviembre, el banco que llevó al mundo al borde del abismo financiero
después de especular con hipotecas estadounidenses y otros productos “tóxicos”,
cerró su principal fondo de inversión en los BRIC (sin la S de Sudáfrica). Su
valor máximo de 842 millones de dólares en 2010 se había reducido un 88 % a 98
millones. Durante ese mismo periodo, Goldman y otros inversores han retirado 15
000 millones de dólares de las mismas cuatro economías.
En este contexto, la asimilación del
yuan por el FMI ayuda a preparar a los mercados financieros del mundo para la
próxima versión de la “expansión cuantitativa” practicada por la Reserva
Federal en 2008-2013 y de los rescates con Derechos Especiales de Giro al
estilo de los del FMI en 2009. Si en los próximos meses soplan vientos de
recesión, como se espera, parece ser que los BRICS, y sobre todo China,
soplarán todavía más fuerte para mantener en pie el castillo de naipes
financiero de Occidente. No debieran, pero el equilibrio de poder actual en el
seno de los BRICS parece imponer una posición subimperialista en relación con
las finanzas mundiales, en vez de una actitud antiimperialista. (Los dos
hombres que acaba de enviar el gobierno de Pretoria para codirigir el Nuevo
Banco de Desarrollo de los BRICS en Shanghái dejan atrás sendos empleos bien pagados
en, adivina, ¡Goldman Sachs-Johanesburgo!)
Sería mucho mejor que los ministerios
de finanzas y los bancos centrales de los BRICS pasaran a manos de los
activistas bregados durante la oleada de luchas estudiantiles por la rebaja de
las tasas, en las luchas europeas contra la austeridad, en las acciones de
Occupy, en la defensa de la cancelación de las deudas y en las miles de
movilizaciones en el Tercer Mundo contra el FMI a lo largo del último tercio de
siglo. Claro que todavía no hemos hecho méritos, toda vez que nuestro
contrapoder ha crecido repetidamente para hundirse poco después en las
protestas de la era neoliberal contra las elites empresariales y bancarias.
Pero algún día habremos de conseguirlo.
* Patrick Bond es profesor de
economía política de las universidades de Witwatersrand en Johanesburgo y de
KwaZulu-Natal en Durban (Sudáfrica)
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