Patricio Guzmán S.
En 1998 las protestas mundiales contra el Acuerdo Multilateral de
Inversiones (AMI) consiguieron paralizar las negociaciones para este tratado
que se discutió hasta octubre de ese
año, y que debía ser adoptado en el marco de la Organización Mundial para el
Comercio. El Tratado había quedado arrumbado, pero nunca definitivamente
muerto, sus impulsores esperaron para desempolvarlo y llevarlo nuevamente a la
negociación cuando las condiciones fueran más favorables.
Las negociaciones del AMI se llevaron adelante en secreto, pero el
secretismo desapareció cuando se filtraron lo borradores de las negociaciones.
Se develó entonces que el acuerdo suponía un rediseño de las relaciones entre
los gobiernos y las multinacionales, a favor de estas últimas. Las
multinacionales suponen más del 85% de la inversión internacional, y los
gobiernos perderían los derechos de controlar o poner condiciones sobre las
inversiones, ya sean condiciones laborales, de impacto sobre puestos de
trabajo, productivas o medioambientales. Las grandes empresas podrían demandar
directamente a los gobiernos que estimaran que transgredían sus derechos según
los acuerdos del AMI, y no tendrían limitaciones para la consecución de las
mayores utilidades por encima de otras consideraciones. Como consecuencia, más de 600 organizaciones
en todo el mundo unieron fuerzas y movilizaron a los ciudadanos en contra del
Tratado.
Al filtrarse en internet el contenido de las negociaciones quedó claro que
se trataba de una grave amenaza a la democracia y la soberanía de los estados y
los pueblos. En 67 países de todo el mundo centenares de organizaciones,
unieron fuerzas para movilizar a los ciudadanos para oponerse al tratado.
Bajo nuevas formas las mismas amenazas han reaparecido como Acuerdo de Asociación Transpacífico
(TPP) en la zona del Pacífico, y Acuerdo de Asociación Transatlántica (TTIP).
Desde marzo de 2010, hace tres años y bajo clausula de confidencialidad, con el
mayor secreto se negocia un acuerdo multilateral que englobaría a doce países
de la cuenca del océano Pacífico. Las negociaciones ya están muy avanzadas, se
sabe que la mitad de los capítulos en discusión ya están cerrados, y es posible
que ahora avance rápidamente, una vez que el gobierno de Estados Unidos cuenta
con la mayoría del congreso que recientemente ha aprobado un Fast Track,
después de denodados esfuerzos del presidente Obama que ha tenido oposición
sobre todo de su propio partido Demócrata, y la aprobación de la mayoría del
partido Republicano que a su vez es mayoría en el Congreso.
Promovido por el gobierno de los Estados Unidos, el
tratado involucra a 12 países: Estados Unidos, Japón, Australia, Nueva
Zelanda, Malasia, Brunei, Singapur, Vietnam, Canadá, México, Perú y Chile. Es de notar que China o Rusia no forman parte de las negociaciones.
La confidencialidad y el secretismo en las negociaciones de por sí nos hace
desconfiar, y no es un dato menor pues una condición del ejercicio de la democracia
es la trasparencia, especialmente cuando se trata de un tratado multilateral
que probablemente es el más importante que nuestros países hayan firmado, y que
tendrá consecuencias directas sobre la vida de nuestros pueblos, y sobre las
posibilidades futuras de elegir otras vías de crecimiento y desarrollo.
El tratado beneficiará en primer lugar a las grandes empresas multinacionales,
que ya tienen la parte del león en la economía mundial, y que en su mayor parte
están basadas en los países capitalistas desarrollados “tradicionales” del “mundo occidental” (Europa
Occidental, y América del Norte, Japón y Australia)
Un estudio independiente de investigadores de la Universidad de Zurich difundido
por NewScientist en 2011, mostró que 147 empresas multinacionales, que a su vez
tienen paquetes de control sobre otras miles, controlaban el 40% de la economía
mundial. Estos tratados multilaterales como el TPP,
tienen el objetivo preventivo de mantener la posición dominante que han
alcanzado estos países, sus clases dominantes y sus grandes empresas
corporativas, dominio que ahora está siendo contestado por la emergencia de
nuevas potencias capitalistas como China.
Wikileaks ha filtrado documentos del contenido de las negociaciones del TPP.
En sus más de 26 capítulos, el acuerdo busca regular un gran número de
temáticas, que van desde el comercio de productos agrícolas, carnes, lácteos, la
regulación laboral, derechos de autor, patentes, inversiones estatales y medio
ambiente.
Los gobiernos involucrados en las negociaciones secretas por varios años han anunciado que el acuerdo ya está listo, ahora solo falta la ratificación final en cada país. Pero, hecho insólito, aún sigue siendo secreto! se anunció que pronto será dado a conocer, sin embargo sabemos que algunas clausulas se mantendrán en secreto por varios años más.
Lo que se sabe del TPP, gracias a las filtraciones de Wikileaks ha
producido inquietud internacional. Sabemos que el TPP restringirá el acceso libre
a internet y las libertades digitales, pondrá obstáculos al acceso a fármacos genéricos
y como consecuencia incrementaría el precio de los medicamentos, pondrá límites
al acceso al conocimiento y la cultura, y limitará los derechos de los
consumidores.
Es urgente reaccionar igual que se hizo antes con la amenaza del AMI.
Exigir en primer lugar transparencia en las negociaciones, y rechazar cualquier
contenido lesivo para los derechos de los habitantes de nuestros países. Incluido
el derecho democrático a optar por nuevos modelos de desarrollo social, en que
el bien común, el bienestar de los seres humanos y el medioambiente, y no las
inversiones o la propiedad privada tengan preeminencia.
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