El Capitalismo contra el clima
29 de Marzo de 2015
“El capitalismo depredador ha causado el cambio climático”
Klein, autora de libros de culto del pensamiento crítico global como No Logo o la Doctrina del Shock, presenta su último libro Esto lo cambia todo, el capitalismo contra el clima, una larga crónica-ensayo que vincula el cambio climático con el modelo productivo extractivista enraizado a nivel global desde la caída del Muro de Berlín.
La conexión entre gases de invernadero y calentamiento global viene siendo una cuestión política central para la humanidad desde 1988. Fue precisamente la época en que cayó el Muro de Berlín y Francis Fukuyama certificó “el fin de la Historia”, la victoria del capitalismo occidental. Canadá y los EE.UU. firmaron el primer acuerdo de libre comercio, que sirvió de prototipo para el resto del mundo.
–¿De modo que lo que dice usted es que empezó una nueva era de consumo y energía precisamente en el momento en que la sostenibilidad y contención habrían sido más adecuadas?
–Exacto. Y fue, precisamente, en ese momento cuando nos dijeron que ya no había nada parecido a la responsabilidad social y la acción colectiva, que deberíamos dejarlo todo al mercado. Privatizamos nuestros ferrocarriles y la red energética, la OMC (Organización Mundial del Comercio) y el FMI se comprometieron con un capitalismo desregulado. Por desgracia, esto condujo a una explosión de las emisiones.
-- ¿por qué no ha podido la gente detener este cambio?
–Hemos desechado sistemáticamente las herramientas. Los gobiernos ya no aplican reglas severas que pongan límites a las compañías petrolíferas y demás empresas. Estas crisis se nos vinieron encima en el peor momento posible. Ya no nos queda tiempo. Estamos en un momento de ahora o nunca. Si no actuamos como especie, nuestro futuro está en peligro. Tenemos que reducir emisiones de modo radical.
–¿Qué puede hacerse para mejorar la situación?
–Tenemos hoy que tomar algunas decisiones acerca de qué valores son importantes para nosotros y cómo queremos de verdad vivir. Y, por supuesto, hay una diferencia entre que la temperatura se eleve sólo 2 grados o lo haga 4 o 5 o más. Todavía nos es posible a los seres humanos tomar las decisiones correctas.
–Han pasado 26 años desde que se fundó el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático en 1988. Sabemos, como mínimo desde entonces, que las emisiones de CO2 causadas por quemar petróleo y carbón son responsables del cambio climático. Pero poco se ha hecho por encarar el problema. ¿No hemos fracasado ya?
–Yo veo la situación de modo diferente, dado el enorme precio que tendremos que pagar. Mientras tengamos la menor oportunidad de éxito o de minimizar el daño, tenemos que seguir luchando.
–Hace varios años, la comunidad internacional estableció un objetivo para limitar el calentamiento global a dos grados centígrados. ¿Lo considera todavía alcanzable?
–Bueno, todavía es una posibilidad física. Tendríamos que reducir inmediatamente las emisiones globales en un 6% anual. Los países más ricos tendrían que sobrellevar un peso mayor, lo que significa que los EE.UU. y Europa tendrían que recortar emisiones entre un 8% y un 10% anual. Inmediatamente. No es imposible, sólo que es profundamente irreal políticamente con nuestro actual sistema.
–¿Está usted diciendo que nuestras sociedades no son capaces de hacerlo?
–Sí. Necesitamos un cambio espectacular, tanto en la política como en la ideología, porque hay una diferencia fundamental entre lo que los científicos nos dicen que tenemos que hacer y nuestra actual realidad política. No podemos cambiar la realidad física, así que tenemos que cambiar la realidad política.
–¿Puede una sociedad que se centra en el crecimiento combatir de verdad con éxito el cambio climático?
–No. Un modelo económico basado en un crecimiento indiscriminado lleva inevitablemente a un mayor consumo y a mayores emisiones de CO2. Puede y debe haber crecimiento en el futuro en muchos sectores independientes de la economía de carbón: en tecnologías verdes, en transporte público, en todas las profesiones que proporcionan cuidados, en las artes y, por supuesto, en educación. Ahora mismo, el núcleo de nuestro producto interior bruto comprende sólo el consumo, las importaciones y exportaciones. Ahí tiene que haber recortes. Cualquier otra cosa sería engañarse.
–El Fondo Monetario Internacional afirma lo contrario. Dice que el crecimiento económico y la protección del clima no se excluyen mutuamente.
–No analizan las mismas cifras que yo. El primer problema es que en todas estas conferencias sobre el clima todo el mundo actúa como si fuéramos a llegar a nuestra meta por medio de un compromiso propio y de obligaciones voluntariamente aceptadas. Nadie le dice a las empresas petrolíferas que van a tener que ceder. El segundo problema es que estas empresas van a luchar como fieras para proteger lo que no quieren perder.
–¿Es la presidencia de Obama lo peor que podía haberle pasado al clima?
–En cierto modo. No porque Obama sea peor que un republicano, que no lo es, sino porque estos ocho años fueron la mayor oportunidad desperdiciada de nuestras vidas. Se daban los factores justos para una convergencia realmente histórica: conciencia, valentía, ánimo, su mayoría política, el fracaso de los tres grandes fabricantes de automóviles norteamericanos y hasta la posibilidad de encarar a la vez el cambio climático y el fallido mundo financiero sin regular. Pero cuando accedió al cargo no tuvo el valor de hacerlo. No venceremos en esta batalla a menos que estemos dispuestos a hablar de por qué Obama consideró que el hecho de tener control sobre bancos y compañías de automóviles era más una carga que como una oportunidad. Estaba prisionero del sistema. No quiso cambiarlo.
–Los EE.UU. y China llegaron finalmente a un acuerdo inicial sobre el clima en 2014.
–Lo cual, por supuesto, es algo bueno. Pero todo lo que puede resultar penoso en el acuerdo no entrará en vigor hasta que Obama concluya su cargo. Con todo, lo que ha cambiado es que Obama dijo: “Nuestros ciudadanos se están manifestando, no podemos ignorarlo”. Los movimientos de masas son importantes, tienen repercusiones. Pero para empujar a nuestros líderes hasta donde tienen que llegar, los movimientos tienen que hacerse aún más fuertes.
–¿Cuál debería ser su meta?
-En los últimos 20 años, la extrema derecha, la absoluta libertad de las empresas petrolíferas y la libertad del 1% de los súper-ricos de la sociedad se han convertido en norma política. Tenemos que desplazar de nuevo el centro político norteamericano de la franja derechista a su lugar natural, el verdadero centro.
–¿Está usted diciendo que todos esos pequeños pasos –tecnologías verdes e impuestos al CO2 y un comportamiento ecológico individual– no tienen sentido?
–No. Todos deberíamos hacer lo que podamos, por supuesto. Pero no podemos engañarnos con que eso sea suficiente. Lo que digo es que esos pequeños pasos seguirán siendo demasiado pequeños si no se convierten en un movimiento de masas. Necesitamos una transformación económica y política, que se base en comunidades más fuertes, empleos sostenibles, mayor regulación y un alejamiento de esta obsesión del crecimiento. Esas son las buenas noticias. Tenemos de verdad la oportunidad de resolver muchos problemas de inmediato.
–No parece contar con la razón colectiva de políticos y empresarios.
–Porque el sistema no puede pensar. El sistema recompensa la ganancia a corto plazo, lo que quiere decir beneficios rápidos. Fíjese en Michael Bloomberg, por ejemplo.
–En Norteamérica y Australia, se gasta mucho dinero intentando negar el cambio climático. ¿Por qué?
–Es distinto de Europa. Se trata de una indignación semejante a la de quienes se oponen al aborto y el control de armas. No se trata sólo de que estén protegiendo un modo de vida que no quieren cambiar. Es que han entendido que el cambio climático pone en tela de juicio el núcleo de su sistema de creencias contrario al gobierno y en pro del libre mercado. De modo que tienen que negarlo para proteger su propia identidad. Por eso, por lo que existe esta diferencia de intensidad: los liberales quieren actuar un poquito en la protección del clima. Pero, al mismo tiempo, estos liberales tienen una serie de cuestiones aparte que figuran de modo más destacada en su agenda. Pero tenemos que entender que los más duros de quienes niegan el cambio climático entre los conservadores harán todo lo que esté en su mano para impedir que se actúe.
–¿Con estudios pseudocientíficos y desinformación?
–Con todo eso, por supuesto.
–¿Explica eso por qué relaciona todas esas cuestiones –cuestiones de medio ambiente, igualdad, salud pública y trabajo– que son populares entre la izquierda? ¿Por razones puramente estratégicas?
–Esas cuestiones guardan relación y nos hace falta asimismo relacionarlas en el debate. Sólo hay un modo de vencer en una batalla contra un pequeño grupo de personas que se te enfrentan porque tienen mucho que perder: hay que iniciar un movimiento masivo que abarque a toda aquella gente que tiene mucho que ganar. A quienes lo niegan sólo se les puede derrotar si te muestras igual de apasionado que ellos, pero también cuando eres superior en número. Porque la verdad es que son realmente muy pocos.
–¿Por qué no cree usted que la tecnología tenga potencial para salvarnos?
–Se ha producido un progreso tremendo en el almacenamiento de energías renovables, por ejemplo, y en la eficiencia solar. Pero, ¿en el cambio climático? Yo, en cualquier caso, no tengo bastante fe como para decir: “Como ya nos inventaremos algo en un momento dado, dejemos de lado todos los demás esfuerzos”. Eso sería una insensatez.
–Gente como Bill Gates ve las cosas de modo diferente.
–Y yo encuentro ingenuo su fetichismo tecnológico. En años recientes hemos sido testigos de ciertos fracasos verdaderamente resonantes en los que algunos de los hombres más listos metieron la pata hasta el fondo a una escala grandiosa, ya fuera con los derivados que desencadenaron la crisis o la catástrofe petrolífera de la costa de Nueva Orleans. En una gran mayoría, la gente, nosotros, destrozamos las cosas y no sabemos luego cómo arreglarlas. Y, ahora mismo, lo que estamos destrozando es nuestro planeta.
–Pero la idea no es lo bastante grande, ¿verdad?
–(ríe) Exacto. El movimiento verde pasó décadas instruyendo a la gente para que utilizara su basura como abono, para que reciclara y montase en bicicleta. Pero fíjese en lo que ha sucedido con el clima durante estas décadas.
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