A cuarenta años de la caída en combate de nuestro compañero Miguel Enríquez

Posted by Nuestra publicación: on miércoles, agosto 27, 2014


AQUÍ NO HA MUERTO NADIE
                                                                              Juan Varela Reyes (*)

                                                               “No es el Socialismo ni la política revolucionaria la que ha
                                                               Fracasado en Chile, sino una débil e ilusoria tentativa reformista”
                                                                                              (Miguel Enríquez – Junio de 1974)

A casi cuarenta años de la caída en combate de nuestro compañero Miguel Enríquez se nos presenta el desafío de decir algo sobre su significado, sobre el sentido que ese acto heroico tiene, en las actuales circunstancias, para aquellos que, a pesar de todo, seguimos apurando y soñando de día la necesidad de construir una alternativa revolucionaria a esta sociedad capitalista.

Para ello, creemos pertinente hacernos cargo de ciertas interrogantes y tratar de soltar algunas respuestas en el ánimo de ubicar ese significado, no tanto en los simples panteones de la memoria ni en aquellos espacios en donde sólo se la administra,  sino desde las pequeñas luces que permanecen encendidas y que buscan irradiar y relacionar utopía,  memoria y esperanza.

¿Desde dónde nos ubicamos para realizar el ejercicio de recordar a nuestros héroes?
¿Por qué recordar la muerte de nuestro compañero Miguel Enríquez?

Creemos no andar muy errados si afirmamos que el actual momento de la historia está signado por el triunfo transitorio de las ideas de un modelo de acumulación y de dominación que ha puesto el acento en el egoísmo exacerbado, en la competencia, en la lucha de todos contra todos y para ello  ha llevado a cabo dos ejercicios de dominación ideológica. Por una parte, instalando y afirmando que sus ideas son algo natural y deben ser aceptadas universalmente, porque aparentemente y por ese solo hecho, ellas son verdaderas; por otra, convenciendo a algunos ex luchadores a que crucen hacia el otro lado de la vía. Con ello han logrado tanto el desarme ideológico como orgánico de las aspiraciones por construir algo nuevo y distinto.

Esos dos ejercicios han tenido una consecuencia: el desarme de las expectativas y un arrinconamiento de las propuestas revolucionarias y, por tanto, una derrota, también transitoria, de las ideas de transformación revolucionaria de la sociedad.

(*) Sociólogo. Equipo de Investigación EN CAMINO

Es por ello que nuestros ejercicios de reconstrucción del potencial de la memoria y también de la esperanza, lo hacemos desde el campo de los derrotados, pero tenemos cuidado de hacer la distinción entre derrota y fracaso, ya que la confusión entre ambos conceptos ha sido el argumento de quienes han cruzado la vía y se han situado en la otra orilla. No es lo mismo la idea de fracaso que la de derrota; la primera inmoviliza y por tanto, ofrece sillas donde sentarse y, parafraseando a Neruda son invitados a aceptar y ser parte de los que tienen todo copado: las copas,  los asientos, las camas,  los espejos,  el mar, el vino y el cielo.

La dialéctica de la derrota, en cambio camina con su contradicción, la victoria y también con la posibilidad de la lucha, de construir y de armar las esperanzas y caminar de nuevo. Esa dialéctica derrota – victoria es la que posibilitará también darle nuevos contenidos a la memoria y a su contradicción, el olvido; olvido siempre determinado por un componente adicional, el poder, que impone que es lo que hay que recordar y que es lo que corresponde olvidar.

Por ello, traer al presente la figura y el ejemplo de Miguel Enríquez es, y por sobre todo, una opción política. El ejemplo de su vida participa de nuestras preocupaciones presentes de caminar, de luchar y de construir una Nueva Historia.