Por Sergio Grez Toso
El incendio que ha afectado a Valparaíso y, sobre todo, sus terribles consecuencias para la población más desvalida de sus cerros, tiene como causas estructurales la pobreza, la gigantesca desigualdad social imperante en Chile, el capitalismo dependiente, el modelo neoliberal y el desinterés real de quienes han gobernado el país durante las últimas cuatro décadas por disminuir la desigualdad social y tomar medidas eficaces que reviertan la profunda decadencia en que se encuentra el otrora principal puerto del país. Lo anterior, no es ni más ni menos que el producto de la instauración del actual modelo económico.
Valparaíso, que siempre ha abrigado una población mayoritariamente pobre, ha visto acentuarse su pobreza en las últimas décadas. Como consecuencia de ello, han proliferado las construcciones precarias, de material ligero, incluso de deshechos, levantadas en lugares no aptos para el hábitat humano (las laderas de ciertas quebradas), donde no llegan servicios básicos (agua, electricidad, alcantarillado, remoción de basuras, alumbrado público, calles y escaleras) en la forma adecuada, sino precariamente y lo que es peor aún, a menudo de manera "salvaje", solo por iniciativa de los propios pobladores y, por ende, con medios materiales inadecuados. Esto redunda en hacinamiento humano, habitaciones insalubres amén de precarias, además de acumulación de grandes cantidades de basura en las quebradas, lo que en caso de incendio, se convierte en combustible que acrecienta el área y las consecuencias del siniestro.
La culpa principal de situaciones como esta, recae en el Estado y en el municipio. En el Estado, en tanto no ha atendido con grandes obras de infraestructura las necesidades más urgentes de Valparaíso, y no ha establecido un plan maestro destinado a salvar la ciudad de su, hasta ahora, imparable decadencia. Asimismo, es responsabilidad del Estado y de la casta política que lo administra, la nula adopción de medidas eficaces tendientes a revertir el monstruoso proceso de centralización en torno a la capital, en desmedro de las regiones y de ciudades como Valparaíso. Igualmente, han faltado gravemente a sus deberes los distintos gobiernos municipales (tanto de la Alianza o coalición de la derecha clásica, como de la Concertación), que se han sucedido a la cabeza del gobierno municipal de esta ciudad durante los últimos veinticuatro años, por no haber administrado de manera eficiente y proba los recursos disponibles, y por no haber implementado plan alguno destinado a solucionar de raíz los males de su ciudad. Cabe señalar, por ejemplo, que la ciudadanía se pregunta, qué se hizo con los recursos aportados por la UNESCO a partir de la declaratoria de una parte importante de esa urbe como "Patrimonio de la Humanidad", ya que además de la pintura de algunas fachadas y la restauración de un número limitado de obras arquitectónicas, no se nota un efecto claro de la llegada de esos recursos. La degradación de la ciudad ha continuado, sucediéndose incendios, explosiones de gas, derrumbes e inundaciones que cobran vidas humanas, destruyen edificios públicos, casas y barrios enteros. La basura, suciedad y malos olores se acumulan en calles y quebradas, haciendo más precaria y desagradable la vida de sus habitantes, además de afear una ciudad que, por su entorno natural, debería ser una de las más bellas de Chile.
En este contexto, la intervención de bomberos ha tenido ribetes heroicos. Como es sabido, en Chile este cuerpo está compuesto únicamente por voluntarios no remunerados (lo que es un orgullo nacional) y, aunque el Estado y las municipalidadesles entregan algunos recursos, estos son absolutamente insuficientes para hacer frente a todas las necesidades de un país que, por su alta concentración urbana, sus desigualdades sociales, la condición de pobreza de una parte muy importante de su población, su clima y geografía, presenta en algunos lugares, condiciones particularmente favorables para la propagación de incendios. Los bomberos deben realizar frecuentes colectas públicas para remediar, parcialmente, sus carencias. Similares faltas de recursos sufren las brigadas que combaten incendios forestales. Motivos suficientes para afirmar que la máxima responsabilidad de la falta de medios que permitan luchar más rápida y eficientemente contra estos siniestros que, invariablemente, afectan casi exclusivamente a los sectores más pobres y desprotegidos de la población, recae sobre las autoridades estatales y municipales.
Sintetizando lo anteriormente dicho, podemos afirmar que la desgracia de Valparaíso no es producto de una fatalidad histórica ni geográfica, sino el resultado de una estructura social profundamente polarizada, de una odiosa distribución de la riqueza y de la abulia e inepcia de la casta política cuyo norte no es el servicio público, como afirma de manera majadera en sus discursos, más bien, el usufructo personal y colectivo de los beneficios derivados de su rol de administradora del modelo de economía y sociedad instalado por la dictadura.
[1] Declaraciones reproducidas parcialmente en el reportaje “Incendie meurtrier à Valparaiso: une catastrophe pas si ‘naturelle’”, del periodista Mathieu Dejean, publicado en la página web francesa Lesinrocks, 14.04.2014:
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