Canadá: Mackenzie- Papineau pierde su último combatiente

Posted by Nuestra publicación: on martes, noviembre 12, 2013


Mario R. Fernández, corresponsal  en Canadá
El 4 de septiembre, fallece Jules Paivio  -el último brigadista internacionalista canadiense que luchara en la guerra civil de España en defensa del  proyecto republicano, agredido y finalmente destruido  por el capitalismo fascista de aquellos años. La prensa canadiense cubre, con más de una docena de artículos en diferentes periódicos y revistas, la vida y obra del luchador por primera vez.  Paivio deja de ser alguien a quien nunca se mencionara o reconociera, igual que no se menciono ni reconoció a los 1545 compañeros que lo acompañaron en la creación de esa leyenda, sin duda la más interesante en la historia de la solidaridad canadiense.
La misma prensa que nos desinforma diariamente se atreve, ante la muerte del luchador, a publicar algo contrario a la ideología que defiende y lo hace, particularmente, porque considera que el tema está superado y puede entonces ser reciclado sin riesgos.  Es algo similar a lo que sucede cuando mueren los dictadores “amigos” del sistema, y pueden entonces ser denunciados por sus actos criminales, y finalmente se los consigna a la categoría de “malos” y de “tiranos” porque ya paso su fecha de expiración. Logrado su cometido de someter a sus pueblos, Ferdinand Marcos como Augusto Pinochet, se vuelven “temas seguros” y los medios pueden confiar que los vínculos del sistema con ellos están caducos, que la limitada memoria histórica de los pueblos no registrará que en el pasado esos mismos que hoy los condenan ayer callaron, ignoraron y aceptaron sus crímenes como un inevitable.  Así como Paivio puede hoy ser reciclado como lo que siempre fue, un héroe, Marcos y Pinochet pueden ser reciclados como lo que fueron, criminales contra sus pueblos. La magia del tiempo jugando su partida en el ámbito de las comunicaciones manejadas por poderosos intereses.
En honor a Jules Paivio, quien con solo 19 años cruzó los Pirineos a pie vistiendo zapatos de calle, algo que hicieron muchos internacionalistas de otros países al convocarse y alistarse en una contienda que dejara una marca profunda en la fascinante y compleja historia de España y de la península ibérica, bienvenida sea la VERDAD, aunque nos llegue por esos caminos controvertidos y contradictorios de lo que llamamos “libertad de prensa.”  Jules Paivio pasó dos años en España,  uno luchando en los campos de batalla  y otro prisionero de las tropas fascistas. La guerra de los internacionalistas terminó antes de la caída de la República; la Republica fue una opción democrática construida por los pueblos de España, y una opción que aun no vuelve a levantarse.  Durante esa guerra civil y en circunstancias muy duras perdieron la vida 721 brigadistas canadienses del  Batallón  Mackenzie-Papineau .
El acto solidario fue un acto heroico pero no fueron recibidos en Canadá como héroes. Además del sufrimiento de la lucha y la pérdida de sus compañeros, los veteranos internacionalistas canadienses al volver a su país fueron perseguidos por la policía federal que los consideraba “políticamente sospechosos” y los persiguió y vigilo por muchas  décadas. Estos héroes, sin embargo, continuaron luchando a favor de sus ideales y de su país, para su orgullo, y muchos de ellos se presentaron como voluntarios para pelear en la Segunda Guerra Mundial contra el fascismo. Sorprendentemente, a pesar de su entrenamiento en la lucha real no se les permitió ir al frente, algunos pudieron cumplir tareas útiles a las Fuerzas Armadas canadienses. Paivio trabajo para las fuerzas armadas de su país entrenando tropas en la lectura de mapas.  No falto el periodista malicioso, que aprovechando la ignorancia política de muchos canadienses, trata de desprestigiar la memoria de los internacionalistas llamándolos “soldados de la fortuna.”  Abunda en el país una completa falta de reconocimiento del esfuerzo internacionalista y no se los considera veteranos de guerra –algo por lo que Jules Paivio brego hasta sus últimos días de vida. Sus caídos no fueron nunca incluidos en el “Libro de Conmemoración en la Torre de la Paz” donde figuran todos los soldados que perdieron sus vidas, conmemorados cada 11 de noviembre (día de los veteranos de guerra).  Tampoco recibieron nunca los beneficios que reciben los veteranos de guerra.  Sin duda, los internacionalistas canadienses  deberían haber recibido la “Orden de Canadá” premio que el estado canadiense otorga a quienes contribuyen a la construcción del un mundo mejor –premio que han recibido ya más de 5800 personas -muchos merecidos pero otros inmerecidos y algunos incluso para el descredito de este país. Han recibido este premio algunos notables mamarrachos, premiados por que han alcanzado éxito económico personal y no han faltado incluso quienes han tenido que devolver el premio por haber sido acusados de delincuentes. Y sin embargo, los 1545 internacionalistas, la mejor imagen externa de este país, el mejor ejemplo, sus mejores hijos, no figuran.  Los únicos monumentos levantados a ellos existen gracias al esfuerzo de sus conciudadanos y de voluntarios que en Victoria (British Columbia) y Ottawa se negaron a aceptar dejarlos en el olvido y grabaron para siempre los nombres de aquellos guerreros de la solidaridad internacional, constructores de un mundo mejor, en la piedra. 
El desprecio, la falta de reconocimiento, de las autoridades canadienses con los brigadistas tiene su raíz histórica. En 1937, el gobierno canadiense trato de impedir, sin lograrlo, que sus  ciudadanos fueran a la guerra en defensa de la República española, y con este fin aprobó una ley que prohibía a cualquier ciudadano de este país participar en guerras en el extranjero tanto como la exportación de armas. Eso no impidió que Canadá y Estados Unidos, junto a otros países occidentales,  apoyaran al franquismo,  en una histeria anti socialista y anti comunista, al tiempo que apoyaban al fascismo en casa.  Canadá nunca cambio su posición, al menos España lo hizo cuando hace dos años  le otorgó la ciudadanía española a Jules Paivio, algo que él había solicitado, y el embajador  español en Canadá le entrega  en una ceremonia en Ottawa frente al monumento de los internacionalistas. Fue un reconocimiento merecido por el esfuerzo de Paivio en la lucha contra el fascismo, según palabras del mismo embajador, y que emocionó a Paivio, que desde su silla de ruedas agradeció el reconocimiento de España, reconocimiento  que Canadá nunca le diera.    
Ya con 96 años de edad, esa energía que era Jules  Paivio termina el pasado mes de septiembre. Llegó el silencio del último de estos héroes del honor y el internacionalismo proletario, nos deja como nos dejaron otros  su historia noble imborrable por esas grandes causas de la vida. Sin duda, muchos lo llevan en su corazón como el llevó su hazaña solidaria a otros pueblos.  Los internacionalistas como Paivio fueron producto también de su contexto, de un Canadá de los años treinta donde los trabajadores con empleo eran tan pobres como los desempleados, la gran mayoría vivía en la miseria y la represión del gobierno del Primer Ministro Richard Bennett era seria. Este Primer Ministro fue y es muy admirado por los políticos derechistas, la mayoría en este país; Bennett, quien fue una especie de fundamentalista fascista,  y  el creador de los campos de trabajo (Relief Camps), verdaderos campos de concentración para los hombres  cesantes, sindicalistas e izquierdistas.  Eran tiempos de sufrimientos, pero también eran tiempos de esperanza y protagonismo donde se arriesgaba la vida.
Jules Paivio, se sintió orgulloso por su experiencia de lucha en la España Republicana; conservaba un gran recuerdo de sus compañeros del Batallón Mackenzie-Papineau  y así  se lo expresó  en una entrevista  al escritor Michael Petrou, cuando le dijo: “ Hay gente buena y correcta a través de nuestras vidas que  la conoces,  que la sientes cercana y que la quieres conocer mejor, pero tal vez no se tiene la oportunidad de hacerlo.”  Esto es algo que yo también sentí cuando recién llegado a Canadá, en los años 70, necesité ayuda en una oficina del gobierno pues no podía comunicarme con mi rudimentario inglés. Entonces, llamaron a una persona que trabajaba en esa sección que hablaba español, era un hombre de más de sesenta años con rostro amigable que me preguntó en un acento castellano en que me podía ayudar. Su idioma acentuado como nacido en España me sorprendió; él me contó, con una sonrisa, que había  ido a España a aprender el idioma y a luchar en la guerra civil y en la resistencia francesa. Esto fue el principio de mi motivación por saber más sobre la historia de estos brigadistas.     

La muerte del último internacionalista canadiense, Jules Paivio, cierra una historia que hoy algunos no pueden creer verdadera, la existencia de aquellos hombres solidarios.  Pero existieron.  Nos preguntamos si acaso la fuente de donde surgen este agotada; son otros tiempos que vivimos, otro mundo, un  mundo que aunque muchos abrogaron cambiar terminaron traicionando.  Un mundo que por otra parte está dominado por el saqueo económico y la propaganda, por una ideología sistémica globalizada. En tiempos de crisis, como el presente,  en las “democracias occidentales” y en algunos países de Asia, han surgido movimientos sociales de protesta que demandan cambios, focalizados en las diferentes amenazas que atacan la vida. Estos movimientos no alcanzan a transformar el mundo ni a poner en peligro a quienes tienen el poder, quienes aún tienen cartas a jugar porque las democracias occidentales esconden  la  criatura fascista en su seno, siempre al acecho, y esta anida en todas las clases sociales sustentando, como dijo el poeta español Antonio Machado, a toda esa “mala gente que va apestando  la tierra.”  Se trata de una estrategia siempre al alcance de la mano de ricos y poderosos, de una fuerza que los ayuda a conservar su poder y privilegios. Pero también puede que con el  tiempo y la emergencia debido a la destrucción de la economía  y el medio ambiente,  otros y otras  retomen  la solidaridad de la lucha internacionalista como lo hizo Jules Paivio. Y acaso pueda el mundo ser escenario nuevamente de causas internacionalistas…