MANIFIESTO ECO-SOCIALISTA Marcel Claude
INTRODUCCIÓN
En sus escritos acerca de la desolación, Gabriela Mistral se condolía del árbol muerto, aquel que como ella bien decía: ya seco y en el medio del llano alargaba su blasfemia de árbol roto, mordido de llagas, en el que el viento pasaba aullando a través de su derrota, convirtiéndose en el sentir desesperado de la poetiza.
No menor sería su desolación, si con los mismos ojos de Eduardo Galeano se percatara, hoy como ayer, de que en nuestra América Latina, la región de las venas abiertas, desde su descubrimiento hasta nuestros días, así como en el idílico paraíso del Rey Midas, todo se ha transmutado siempre en capital: la tierra, sus frutos y sus profundidades ricas en minerales, los hombres y su capacidad de trabajo, los recursos naturales y los recursos humanos, la belleza y la sobrecogedora realidad del agua.
En nuestros días, para muchos árboles de nuestra Selva Sureña, aquella que inspirara a la Mistral en su Poema de Chile a describirla en su denso humus como oliendo a coihue y como oliendo a ulmo, para esos árboles hoy convertidos en astillas, no habrá otro destino que incrementar nuestra miseria, porque a la pérdida irreparable de estos y a la devastación que evoca el despoblamiento de vegetación de nuestro suelo chileno, hay que sumar el empobrecimiento social que siempre sigue a la sobre explotación de nuestros recursos naturales.
Como nos los recuerda Eduardo Galeano, tanto allá en Potosí, como en Zacatecas y en el Ouro Preto brasileño, los hombres cayeron en picada desde la cumbre de los esplendores de los metales preciosos, hasta el profundo agujero de los socavones vacíos, y así también, la ruina fue el destino de la pampa chilena del salitre.
Este rito histórico ya lo conocemos y, sin embargo, no terminamos de aprenderlo y cual ciegos e ignorantes, le damos nuevos nombres (sociedad de la información, progreso, crecimiento económico, desarrollo, calidad de vida, realidad virtual) y así lo revestimos de novedad y de relucido encanto, para de esta manera continuar la derrota de no saber nunca y de no poder jamás crear otro desarrollo: uno que sea más amable, más ético y más justo, pero por sobre todo que sea más respetuoso de la vida que somos y de la vida que nos circunda.
M A N I F I E S T O E C O ‐ S O C I A L I S T A
La gravedad de los problemas ambientales y de los degradantes problemas sociales que van aparejados son una cuestión que difícilmente podremos dilucidar puramente con el conocimiento científico. Y es por ello que en esto lo ético juega un papel muy importante. Algunos pensamos seriamente que los problemas ambientales son importantes y que debemos resolverlos adecuadamente. En esto la estadística y la ciencia sólo servirán para documentar nuestras posiciones y argumentos, pero aquí la cuestión esencial es acerca del mundo en el que queremos vivir y, para la gran mayoría de la humanidad, el mundo construido con el optimismo tecnológico ha resultado ser menos cómodo, menos grato y mucho menos amable y hermoso, de lo que la ciencia, la política y el despliegue ilimitado de los negocios habían previsto.
Tanto los problemas sociales de injusticia y abuso como la degradación ecológica que hoy se enseñorea en la tierra y particularmente en Chile, son el fruto fatídico del orden capitalista fundado en el lucro y la ambición desmedida que permite a una elite, una clase hegemónica, acceder a los puestos de comando y control de la sociedad, no sólo para afianzar sus privilegios sino también para ordenar la historia, la política y la economía en función de su particular modo de vida y de creencias.
Este documento pretende ser un aporte, el resumen de reflexiones y experiencias de largos años que nos permitan articular un conjunto coherente de ideas orientadas a fundar un pensamiento político que permita fusionar de manera armoniosa el ecologismo con el socialismo, entendiendo que el hombre no sólo debe ser capaz de construir la justicia en libertad, sino también debe construir un orden racional, inteligente y respetuoso con el orden natural que es, finalmente su matriz fundamental y que no puede desligarse de dicha matriz sin poner en severo riesgo su propia supervivencia.
Nos inspira la necesidad de superar el socialismo científico que, al igual que todo pensamiento hijo de la modernidad y del antropocentrismo exacerbado, olvidara la necesidad de construir una relación hombre‐naturaleza respetuosa y equilibrada. Así también, nos asiste la convicción de que es absolutamente imposible construir un orden nuevo respetuoso de la dinámica de los ecosistemas naturales en el marco del capitalismo que tiene como motor fundamental el lucro y la acumulación de capital que no puede armonizarse con los ritmos de la naturaleza.
Sólo superando el capitalismo y avanzando a una sociedad de justicia que reconstruya las necesarias armonías con la naturaleza, es posible asegurar la supervivencia de la vida en el planeta Tierra y, eso, a nuestro juicio, sólo es consistente con el socialismo. Pero, no cualquier socialismo, sino con aquel que se proponga instalar como eje de sus preocupaciones el uso racional y respetuoso de los ecosistemas naturales.
El capitalismo bajo ningún aspecto podría hacerlo, pues la riqueza que éste genera, existe en la medida que la riqueza natural desaparezca. En la matriz del pensamiento socialista esto es posible, básicamente por la centralidad de la justicia que existe en éste cuerpo de pensamiento y, como es obvio, la degradación de la naturaleza es claramente una relación de abuso e injusticia. Así también, por la centralidad que tiene en el pensamiento socialista la crítica a la explotación que se produce en el capitalismo. Para el capitalismo, no hay relaciones de explotación y lo justo es lo que se determina en el mercado, además de fundar su legitimidad en la creación de riqueza, parte importante de la cual viene de la devastación y destrucción de los ecosistemas naturales.
Estas observaciones no provienen de la investigación científica en laboratorio. Más bien son el resultado de la experiencia práctica, de la observación de lo que ha ocurrido en Chile, por ejemplo, con los pescadores artesanales, los mapuches afectados por la expropiación de tierras, los pobladores afectados por la contaminación inmisericorde de sus ambientes naturales, los pueblos afectados por las celulosas o los proyectos mineros altamente degradantes.
Estas reflexiones son el fruto de una historia que comienza con la colonización española, son el resultado de comprender –como nos lo recuerda Eduardo Galeano en “Las Venas Abiertas de América Latina”‐ que nuestra Patria Grande se especializó en perder desde los remotos tiempos en que los europeos del renacimiento se abalanzaron a través del mar y le hundieron los dientes en la garganta, de saberse parte de una región que sigue trabajando de sirviente, existiendo al servicio de las necesidades ajenas, como fuente y reserva del oro y el hierro, del cobre y la carne, de las frutas y el café, las materias primas y los alimentos con destino a los países ricos que ganan consumiéndolos, mucho más de lo que América latina gana extrayéndolos.
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http://www.rebelion.org/docs/60177.pdf
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