Memoria - A 60 años de la muerte de Jan Valtin, autor de "La Noche quedó atrás"

Posted by Nuestra publicación: on martes, enero 03, 2012


Uno de los testimonios más impactante sobre lo que el estalinismo llegó a hacer con la militancia comunista más abnegada

Su verdadero nombre era Richard Julius Hermann Krebs. Había nacido el 17 de diciembre de 1905 en Alemania. Murió el 1º de enero de 1951 en Estados Unidos. Disciplinado revolucionario y organizador sindical clandestino. Agitador comunista "sin patria ni fronteras". Torturado por la Gestapo. Perseguido del estalinismo. Su libro, como reseña Pepe Gutiérrez-Álvarez, es un apasionante y formidable testimonio que permite formarse una idea de la tragedia revolucionaria del siglo XX. (Redacción de Correspondencia de Prensa)
Una lectura inexcusable:

La noche quedó atrás, de Jan Valtin *

Pepe Gutiérrez-Álvarez
Kaos en la Red 
www.kaosenlared.net/ 

Su autor, Jan Valtin, se llamaba en realidad Richard Krebs, fue miembro activo del Partido Comunista Alemán, en los años previos a Hitler, un revolucionario de estirpe espartaquista al servicio del estalinismo y agente doble, después de haber conocido las prisiones nazis y sus torturas. Valtin se inició pronto en la lucha obrera. Y describe, como activista, especialmente como organizador de huelgas entre los marinos, la estrategia de los comunistas en los años previos a la victoria de Hitler, y fue un fiel miembro del Komintern, sin embargo, a medida que avanza el relato, que está escrito como una verdadera novela, se va notando su perplejidad ante el comportamiento del "partido" alemán que ni tan siquiera se había cuestionado el desastre de la política de "socialfascismo". Valtin vuelve a Alemania en un misión partidaria,  allí es capturado y sufre horrorosas torturas (sus descripciones de los campos nazis y del trato dado a los presos pone los pelos de punta). Para salvarse acepta ser agente doble aunque su idea es, claro está, muy otra.

Capítulo tras capítulo, Valtin va desgranando sus terribles episodios biográficos sin la menor vanagloria, como parte  del precio que tiene que pagar por la opción que ha tomado, así por citar un ejemplo entre muchos: los tres años que Valtin pasó en la cárcel de San Quintin, California, ocupan nada más que una página. Lo que se explica porque, en comparación con los horrores que conocería el autor después en una cárcel nazi, ésas fueron unas vacaciones.

Pero si hay algo que domina toda la obra, y el itinerario del personaje, es la entrega política al "partido" que encarna la marcha de la historia. En un momento dado le dice su primera mujer: "No me engaño a mí misma. Sé dónde estoy. Somos presos, espiritual y físicamente. Nuestros cerebros y nuestros cuerpos están confiados en una avenida estrecha por altos muros sin ventanas a ambos lados. La avenida tiene un nombre. Se llama Disciplina de Partido. Es la cosa más bestial que jamás haya sido inventada". Lo que nos indica bastante cual ha sido la cuestión de tanta y tanta gente que acabó "quemada" después de confiar, o mejor de "entregar" al "partido" su ideal y su pensamiento propio. Esta aberración implica querer disciplinar el pensamiento que es libre, cuando lo único que se puede disciplinar es la acción, sobre todo cuando es aceptada y puede ser debatida. 
Hay un capítulo en el que Valtin narra su estancia en la Unión Soviética, para recibir formación, y en el que escribe: "Nosotros éramos los prisioneros resueltos de una grandiosa ficción que nos reconocíamos como materialistas extremos. Cerrábamos los ojos frente a la tristeza de hoy, al naufragio humano que nos rodeaba por todas partes, al terror y al militarismo que predominaban en el país, poseídos del credo estereotipado de que estábamos marchando hacia delante a pasos agigantados". Este es un libro escrito "en carne viva", contado en primera persona, detallando como llegó a ser agente clandestino al servicio de los soviéticos en la Alemania de Hitler, sus aventuras por el mundo  agitando a las masas con las ideas del comunismo de Lenin en Perú, Estados Unidos, Reino Unido y China.La parte más lacerante, a la que constantemente se vuelve entre relatos de misiones secretas y peligrosísimas  que tienen lugar en el Berlín nazi,  o en Leningrado y en Murmansk, trayectos que tiene que ver con la mujer de la que se enamora locamente, la madre de su hijo, y la terrible elección que se ve forzado a hacer entre el deseo y el deber; entre su amor por su familia y su lealtad a la revolución del proletariado que cree ver en la Rusia de Stalin, y en nombre del cual acepta todos los riesgos.

Su compañera es una artista con una relación ambigua hacia la causa de su marido. Un día, unos meses después de iniciarse la relación, ella le espeta, "Te has convertido en un esclavo. En un fanático esclavo... ¡La Causa, siempre la Causa!... ¿Por qué no podemos tomarnos unas vacaciones y pasear por los campos?". Él le responde: "¿No entiendes que yo sigo el camino más sublime que puede seguir un hombre? Yo pertenezco a la Causa".

No hay que decir que su instrumentalización por parte de la derecha intelectual "olvida" -por supuesto- el sentimiento revolucionario genuino del autor, su entrega como militante espartaquista, y comunista de buena fe inmerso en un engranaje terrible. Todo lo que hace es luchar por la revolución, contra el capitalismo. Su denuncia del estalinismo está hecha desde un entusiasmo revolucionario enajenado en un tiempo de  trágicos eclipses ideológicos. Por lo demás, se trata de una obra que una vez se comienza a leer, resulta difícil de abandonar.

* La primera edición en castellano (1941) fue de Editorial Claridad, Buenos Aires. La más reciente (2008) es de Editorial Seix Barral, Barcelona.