León Trotsky y la libertad de expresión
En 1936, el gobierno nacionalista burgués mexicano del general Lázaro Cárdenas fue el único que, en todo el mundo, abrió sus puertas para el refugio del viejo revolucionario León Trotsky y su esposa. Llegaron en enero de 1937. De inmediato comenzó una feroz campaña del pequeño Partido Comunista local, y de la conducción de la poderosa Central de Trabajadores Mexicanos (CTM), muy influida por la burocracia soviética encabezada por Stalin, repudiando el asilo otorgado a Trotsky y exigiendo su expulsión.
El enfrentamiento de México al imperialismo
En aquellos momentos la situación política en México se iba polarizando. En 1937 se había dado la huelga petrolera, y Cárdenas había otorgado el derecho de huelga y sindicalización a los trabajadores estatales. Luego vino la nacionalización de los ferrocarriles y expropiaciones de tierras a los grandes terratenientes. En marzo de 1938, Cárdenas anunció la expropiación de las compañías petroleras en manos británicas y yanquis. Hubo una violenta reacción por parte de Inglaterra y Roosevelt se ofreció de mediador, aunque sumándose a la exigencia de indemnizaciones.
El imperialismo hacía una fuerte presión y atacaba al gobierno nacionalista mexicano, con el apoyo de la prensa reaccionaria local. El principal dirigente de
La campaña contra la prensa reaccionaria y la posición de Trotsky
La crítica de Trotsky a las posiciones de Toledano fue una buena enseñanza sobre cómo responder a la limitación de la libertad de prensa por parte de cualquier gobierno burgués. Publicó un artículo con su categórico rechazo al reclamo de Lombardo Toledano de ‘doblegar’ a la prensa de derecha, sea a través de la censura o la prohibición directa.
“Tanto la experiencia histórica como teórica prueban que cualquier restricción de la democracia en la sociedad burguesa, es, en último análisis, invariablemente dirigida contra el proletariado […] cualquier ‘dirigente’ de la clase obrera que arma al gobierno burgués con medidas especiales para controlar a la opinión pública en general y a la prensa en particular, es, precisamente, un traidor. En última instancia, la agudización de la lucha de clases obligará a las burguesías de cualquier tipo a llegar a un arreglo entre ellas mismas; aprobarán entonces leyes especiales, toda clase de medidas restrictivas, y toda clase de censuras ‘democráticas’ contra la clase obrera.”*
Este ejemplo es aún más ilustrativo por el hecho de que se trataba de un gobierno nacionalista burgués como el de Cárdenas, que había refugiado a Trotsky, y que estaba siendo duramente atacado por el imperialismo, con la complicidad de los medios de derecha. Trotsky no titubeó en definir como altamente progresivas las medidas de expropiación de las compañías petroleras, y escribió muy útiles artículos para aconsejar cómo debían participar los trabajadores en la administración de las industrias y ferrocarriles nacionalizados. Pero distinguía tajantemente este tipo de medidas con la censura, prohibición u otras referidas a los medios de comunicación, aunque fuesen de la derecha pro imperialista. Alertó que las limitaciones a la libertad de expresión irían en perjuicio de los propios trabajadores
¿Y si gobiernan los trabajadores?
En el mismo artículo, polemizando contra los argumentos de los estalinistas, Trotsky decía: “[…] desde el punto de vista de los intereses de la dictadura del proletariado, proscribir a los periódicos burgueses o censurarlos no constituye en los más mínimo un ‘programa’ o un ‘principio’ o un ideal establecido. Medidas de esta naturaleza sólo pueden ser un mal temporal e inevitable.
“Una vez en el poder, el proletariado puede verse forzado, por cierto tiempo, a tomar medidas especiales contra la burguesía, si la burguesía asume una actitud de abierta rebelión contra el estado obrero. En ese caso, restringir la libertad de prensa va a la par con todas las otras medidas empleadas en sostener una guerra civil. […] Sin embargo, también en este ejemplo, si las medidas especiales se extienden hasta convertirse en un patrón permanente, llevarían en sí mismas el peligro de volverse incontrolables y de que la burocracia obrera logre un monopolio político que sería una de las fuentes de su degeneración.”
Trotsky reafirmaba su trayectoria cuando, junto con Lenin, al frente del gobierno revolucionario de los obreros y campesinos, basado en la democracia obrera, otorgaron amplias libertades, incluso para los sectores burgueses cuando aun no se habían levantado en armas, así como su lucha infatigable contra la dictadura de la burocracia de Stalin en la ex URSS.
Cómo combatir a la prensa reaccionaria
Así lo explicó Trotsky en el mismo artículo de la revista Clave: “Es esencial emprender una incansable lucha contra la prensa reaccionaria. Pero los obreros no pueden permitir que el puño represivo del estado burgués sustituya la lucha que ellos libran por medio de sus propias organizaciones y de su propia prensa. Hoy, el estado puede aparecer como bondadosamente dispuesto hacia las organizaciones obreras; mañana el gobierno puede caer y caerá inevitablemente en manos de los elementos más reaccionarios de la burguesía. En ese caso, cualquier legislación restrictiva será lanzada contra los obreros. Sólo aventureros que no piensan más que en las necesidades del momento serían capaces de no tener en cuenta este peligro.
“El modo más efectivo de combatir la prensa burguesa es extender la prensa de la clase. Por supuesto, vulgares periódicos amarillos como El Popular [dirigido por Lombardo Toledano] son incapaces de asumir esta tarea. Tales basuras no tienen lugar dentro de la prensa obrera, la prensa revolucionaria, ni incluso en una reputada prensa democrática. […] Su periódico no tiene programa ni ideas. […] la lucha contra la prensa burguesa empieza echando a los ‘líderes’ burocráticos de las organizaciones de la clase obrera. […] El proletariado mexicano debe tener una prensa honesta que exprese sus necesidades, defienda sus intereses, amplíe su horizonte y prepare el camino para la revolución socialista en México. Esto es lo que Clave se propone hacer. […].”
* “Libertad de prensa y la clase obrera”, publicado en la revista Clave en octubre de 1938. Véase Escritos, Pluma, Bogotá, 1979, tomo IX (1937- 38), vol. 2.
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