Perspectivas para Chile y el Movimiento Obrero

Posted by Nuestra publicación: on jueves, septiembre 02, 2010


Pedro Albornoz.
Socialismo Revolucionario.
CIT en Chile.


Introducción

Desde hace algún tiempo hasta esta parte ha estado en el centro de la discusión de la izquierda en general y de los marxistas, en particular, la situación general del movimiento obrero chileno; su nivel de conciencia y organización, así como su posible desarrollo en el próximo periodo.

Esta no es una discusión nueva para nosotros, es más, ha sido un tema recurrente y fundamental durante las últimas décadas; especialmente, después de la caída del estalinismo y la aguda implementación de políticas neoliberales por parte de la burguesía desde mediados de los años 80.

Hoy en una situación internacional de aguda crisis capitalista, la cuestión del análisis y perspectivas para el movimiento obrero y la juventud, se vuelven una cuestión crucial. A más de 3 años del inicio de la mayor crisis del capitalismo global desde la Gran Depresión, la burguesía a nivel internacional no encuentra la salida, e intenta a toda costa cargar sobre los hombros de los trabajadores y la juventud el costo de la crisis. Ante el desarrollo de estos dramáticos procesos, las masas se verán forzadas tarde o temprano a luchar por defender sus condiciones de vida. Entonces, inevitablemente los sectores más avanzados buscarán una alternativa política que plantee una salida al atolladero y la organización capaz de dar la acertada dirección revolucionaria. Tras décadas de reflujo, las ideas del genuino socialismo volverán inexorablemente a la agenda para millones de personas.

Es en esta nueva situación cambiante y de crisis, que debemos elaborar nuestras perspectivas para chile; analizar y descubrir las contradicciones que se desarrollan bajo la aparente superficie de calma social. Es necesario tomar el pulso al movimiento de trabajadores y la juventud, para intentar prever el posible desarrollo de las luchas en el futuro, para desarrollar las consignas transicionales correctas que sintonicen con el movimiento, que lo ayuden a elevar su nivel de conciencia y a sacar las conclusiones socialistas revolucionarias que se desprenden de la crisis capitalista.

Este documento es un borrador que pretende plantear, en mi opinión, los aspectos más generales y fundamentales de nuestra historia reciente, necesarios para desarrollar la discusión de las perspectivas para el movimiento obrero y la juventud. Esta es una tarea ineludible, si pretendemos robustecer las fuerzas del marxismo en Chile y tener un rol relevante en la futura construcción de un genuino partido revolucionario de masas.

La transición “democrática” y el nuevo contexto histórico

La interacción de varios factores históricos excepcionales determinan las condiciones objetivas, que terminan por condicionar el desenlace de la aguda lucha de clases bajo la dictadura, en favor de la burguesía.

Por un lado, el desarrollo de un ciclo ininterrumpido de crecimiento económico (tras la aguda crisis económica de 1982) que duraría casi 15 años y por otro lado el colosal colapso de los países estalinistas o mal llamados “socialismos reales”, que significaría el inicio de una enorme ofensiva ideológica de la burguesía a nivel internacional, en favor de su sistema como el único posible; relegando las ideas del genuino marxismo y la revolución socialista a un segundo y tercer plano, por todo un período.

A esto debemos añadir las terribles consecuencias de la derrota de la UP, aun quemantes, en la conciencia y confianza de toda una generación de trabajadores y jóvenes. Cabe señalar, que la derrota brutal del proceso revolucionario de la Unidad Popular, fue en este sentido, un factor determinante que explica en gran medida la ausencia de lucha del conjunto de la clase trabajadora (a través de huelgas generales, etc.) en la etapa de resistencia y combate contra la dictadura.

Todos estos factores históricos, sientan las bases objetivas que además explican la aceleración en la derechización de los partidos tradicionales de la clase trabajadora (PS y PC); que abandonan en la práctica la idea de la revolución socialista, adoptando una política de abierta colaboración de clases (PS) o su variante… la antigua idea de la “revolución por etapas”(PC).

A fin de cuentas, la burguesía logra descarrilar el proceso cuasi-revolucionario de resistencia contra la dictadura y no solo salva al régimen, sino al sistema capitalista en su conjunto, gracias a la ayuda consciente de la dirección del PS y PC. Esto significará una nueva derrota para toda una generación de jóvenes, pobladores y trabajadores luchadores, que tenían enormes esperanzas en una salida revolucionaria o más favorable, tras la dictadura.

En este sentido, las perspectivas que planteábamos a fines de los 80, se estrellaron ante la nueva situación objetiva. La clase dominante logró establecer gobiernos de colaboración de clases (Concertación) estables en una etapa compleja de la transición. Los gobiernos de la Concertación, entonces, profundizaron las políticas neoliberales (iniciadas por la dictadura) en todas las áreas de la economía, casi sin resistencia; en un contexto de reflujo generalizado en el nivel de conciencia y las luchas del movimiento obrero y la juventud.

La clase trabajadora y su nivel de conciencia

Como señalamos los marxistas, el desarrollo de la conciencia de las masas no es lineal, sino que a través de aproximaciones sucesivas, en base a su experiencia concreta. A través del ensayo y error, los distintos sectores en lucha van extrayendo las conclusiones necesarias para avanzar, para fortalecer sus organizaciones de clase y mejorar sus condiciones de existencia. Además, en la vida cotidiana bajo el capitalismo, el nivel de conciencia es sumamente desigual y heterogéneo en las distintas capas del movimiento obrero; como señalara Trotsky “el proletariado no accede a la 'unanimidad' sino en la culminación de los períodos revolucionarios” (El tercer período de los errores de la Internacional Comunista). Buen ejemplo de esto último, es el particular recorrido de lucha y aprendizaje del proletariado chileno hasta llegar a abrir el proceso revolucionario de la Unidad Popular.

Ahora bien, es evidente que el período post dictadura, se ha caracterizado por un retroceso enorme en el nivel de conciencia política del movimiento obrero en general, en el contexto de una nueva y adversa situación objetiva, como antes se explico. Sin duda, la doble derrota histórica (la UP y la transición) quemó a 2 generaciones, agudizando aún más el problema de la atomización y debilidad de las organizaciones de la clase trabajadora.

Los datos son elocuentes, el nivel de sindicalización se ha mantenido extraordinariamente bajo en todo el período. Actualmente, según datos de la OCDE el nivel de sindicalización fluctúa entre el 10 a 13 % para el total de la fuerza laboral. Sólo a inicios del “retorno a la democracia” (1992) se alcanzó un “pick” del 15 % de sindicalización, de ahí en adelante con la agudización de las políticas neoliberales ha habido un descenso.

La sobreexplotación, la precarización y tercerización del empleo son un problema objetivo que obstaculiza dramáticamente la recomposición de la clase trabajadora y sus organizaciones. Lo que a su vez dificulta el desarrollo de luchas exitosas, necesarias para avanzar en la confianza y conciencia política.

Pero entonces ¿cuál es el nivel de conciencia de la clase trabajadora? ¿se puede medir? Trotsky señala en el artículo antes citado, algunas orientaciones al respecto, al abordar la cuestión de la radicalización política de la clase trabajadora. Como por ejemplo: la actividad huelguística en un período dado, el carácter de esas huelgas (reivindicaciones políticas o económicas) y los sectores económicos involucrados (industria ligera o pesada); y por último, si esto se traduce en un crecimiento de los partidos tradicionales de clase.

A pesar del contexto histórico diferente, al que hace mención Trotsky en su escrito; si consideramos tales orientaciones para el análisis del reciente período histórico se pueden constatar fenómenos relevantes.

Al considerar la actividad huelguística legal, según los parciales informes oficiales de la Dirección del Trabajo, se puede observar igualmente una tendencia. Un aumento del número de huelgas en los primeros años de la transición que coincide con el ciclo de crecimiento económico, hasta la crisis asiática en 1998 (Ver Cuadro 1). Luego se observa una tendencia decreciente coincidente con la extensión de la crisis, que abarca los últimos años del gobierno de Frei y los primeros de Ricardo Lagos. Por último, recién a partir del 2004 -2005 se observa una incipiente reactivación que se vuelve relevante el año pasado, donde el número de huelgas legales (171) y el número de trabajadores involucrados (21.915) se acerca bastante a las cifras previas a la crisis de 1998.

En relación al carácter de las huelgas del período, claramente son movilizaciones para recuperar las conquistas o derechos económicos perdidos previamente. Esto es especialmente relevante en los primeros años post dictadura, donde huelgas de la minería contribuyen a un pick de actividad en 1991.

Pero, en general, las huelgas se han caracterizado por ser sectoriales y defensivas en el transcurso de las ultimas 2 décadas.

Cabe destacar, además, que las huelgas no involucran de manera relevante y consistente los sectores tradicionales de la clase trabajadora industrial. Es notoria la reciente participación huelguística de los trabajadores del sector de servicios, como así de trabajadores menos organizados o en vías de organización; como ha sido el caso de los trabajadores forestales, de la pesca o los subcontratistas de Codelco.

Todo esto refleja el gran retraso en la conciencia política de la clase trabajadora en su conjunto, y más allá, evidencia la fragilidad de sus organizaciones más fundamentales.

Sin embargo, después de todo un período de reflujo, la reactivación notoria de la lucha huelguística desde el 2006 (el año de la revolución pingüina) en adelante; con la participación creciente de trabajadores de la “industria ligera”, indica claramente el inicio del despertar del movimiento obrero, el comienzo de una radicalización de cada vez más amplios sectores de la población.


Los Partidos Tradicionales de la clase trabajadora

La evolución de los partidos obreros tradicionales chilenos (PS y PC) ha terminado siguiendo la línea general de otras organizaciones similares a nivel internacional. Tras el colapso del estalinismo y la ofensiva ideológica neoliberal han terminado capitulando, abandonando las ideas del genuino socialismo. Estos partidos se han transformado en administradores del modelo económico, participando en gobiernos de colaboración de clases (PS) o limitando su radicalidad a exigir su participación en el parlamento (PC). Estos partidos se han vaciado de militantes, quedando como aparatos burocráticos que han ahogado cualquier intento de participación democrática desde la base.

Es interesante observar que las luchas que se han desarrollado en el último tiempo no se han expresado en un crecimiento de estos partidos, o en la cristalización de corrientes de izquierda al interior de estos. Por el contrario, los intentos de desarrollar corrientes críticas al interior, han terminado en expulsiones o el simple alejamiento de la militancia (Ejemplo: Consejos Comunistas en el PC, el MAS en el PS).

Además, los sectores más combativos de la juventud y otros sectores de la población han planteado, en su momento, permanentes críticas agudas a la dirección y política de estos partidos (PS y PC).

Sin embargo, debido al nivel de retraso en la conciencia del movimiento, estos partidos siguen siendo un referente de “izquierda” para gran parte de la población; especialmente el PC. Estos partidos siguen controlando el aparato burocrático de muchas organizaciones sindicales, con dirigentes capaces de ocupar una fraseología radical en situaciones de crisis para finalmente acabar frenando o descarrilando las luchas. Esto se pudo observar claramente en el caso de la última lucha de los subcontratistas de Codelco y las importantes movilizaciones forestales a fines del 2009, que acabaron en una desastrosa derrota.


Una corroboración más de la confusión y retraso ideológico existente, es la alta evaluación de Bachelet, por parte de la población; quien en situaciones de mayor crisis podría representar un importante liderazgo para el PS, al servicio del capital.


Se precisa una actualización y mayor desarrollo de nuestras perspectivas para con estos partidos, pues mientras no se construya un nuevo y genuino partido de la clase trabajadora; el PS y especialmente el PC, podrían representar un polo de atracción para muchos trabajadores en una situación de aguda crisis social; esto no es descartable.


El nuevo gobierno de derecha y el equilibrio social precario

Como ya se ha discutido la elección de Piñera no representa un “giro a la derecha” en la sociedad chilena, ni mucho menos. Es el resultado del desgaste evidente de la Concertación tras 20 años en el poder, administrando el sistema capitalista y sin resolver las enormes desigualdades sociales que se incuban en la sociedad chilena como bombas de tiempo a punto de estallar.

Ahora, la burguesía llega al ejecutivo en una situación extremadamente delicada; tras un terremoto catastrófico y en medio de una colosal crisis capitalista que finalmente ha llegado a nuestras costas. Ahora, el margen de maniobra se ha estrechado para la clase dominante.


Las reservas fiscales (atesoradas gracias a los altos precios del cobre) que el 2007 alcanzaban a los 26 mil millones de dólares, ahora apenas llegan a los 11 mil millones de dólares. Por su parte el costo de la reconstrucción nacional se ha estimado preliminarmente en 40 mil millones de dólares. Así, pues las frías matemáticas señalan que considerando las reservas, los ingresos por impuesto y crecimiento económico estimado, etc., no se alcanza a cubrir la cifra; entonces, la diferencia deberá ser cargada sobre los hombros de los trabajadores y la juventud.

No hay otra alternativa bajo el capitalismo, ni para Piñera, ni para Frei o Bachelet. Para mantener sus niveles de ganancia, necesitan hacer recortes sociales masivos y privatizar: en educación, salud, minería, puertos, etc., etc. El programa es claro y ya ha empezado a implementarse.

La derecha ha llegado a la moneda sobre una débil base de apoyo y con un cuestionamiento cada vez mayor a la persona del presidente, por sus múltiples conflictos de intereses. Los planes de recortes, privatizaciones y alzas ya están creando descontento en la población, y estas tensiones ya se están reflejando en la hasta ahora pasiva oposición, llevándola a aponerse a la aprobación del royalty minero de Piñera, legislación fundamental del paquete de reconstrucción nacional.

La alianza y la concertación han puesto sus cartas sobre la mesa; sólo basta por conocer cual será la respuesta del movimiento de trabajadores y la juventud.


Las luchas que se avecinan

El terremoto de febrero en medio del impacto de la crisis del capitalismo mundial ha tenido un efecto, por ahora, paralizante en la clase trabajadora. Según informes recientes el terremoto ocasionó en las zonas afectadas la pérdida de aprox. 67 mil empleos netos, esta cifra probablemente superada por la realidad, ha sido un impacto durísimo para sectores de la población que han caído súbitamente a niveles de extrema pobreza.

Debemos recordar que las crisis económicas no conducen necesariamente a una radicalización de las masas, como tampoco el crecimiento conduce necesariamente a una mayor estabilidad social. En períodos de crisis el trabajador busca primordialmente mantener el empleo; si la coyuntura de crisis se da tras una derrota significativa, esto podría, incluso, ocasionar un reflujo importante del movimiento obrero. Ahora bien cuando hay reactivación económica, se produce la incorporación de nuevos trabajadores a la industria; lo que tiende a la aglutinación de fuerzas del movimiento obrero, con un aumento del nivel de organización y confianza. Entonces, solo bastaría un corto período de luchas económicas exitosas para rejuvenecer al movimiento obrero; esto bajo una crisis coyuntural podría gatillar un verdadero proceso de radicalización política.

Las enormes potencialidades de las nuevas generaciones en lucha, ya se evidenciaron en las masivas movilizaciones de los estudiantes secundarios y universitarios el 2006 – 2008. El desarrollo de las consignas, de las demandas sociales y políticas; junto con las formas de auto organización reflejaron las mejores experiencias del movimiento obrero. Esto demuestra que a pesar de décadas de enorme ofensiva ideológica pro capitalista, la burguesía no ha logrado apagar la llama de las más puras tradiciones de lucha y de clase del proletariado chileno, impresas a fuego en la conciencia colectiva.

Por ahora, estamos viendo el despertar inicial de nuevas capas a una lucha de resistencia contra las alzas y recortes sociales; ahora bien, dependerá del desarrollo de la crisis internacional y su impacto en la economía el como se den los ritmos en la toma de conciencia de sectores más amplios de la clase trabajadora.

Por el momento, las organizaciones de izquierda continúan atomizadas e incapaces de levantar una alternativa política de clase para los trabajadores. Mientras persista este vacío de dirección, la burguesía logrará encontrar una y otra salida a las situaciones de crisis que inevitablemente se producirán.

Por último, es de suma urgencia el prepararnos políticamente para intervenir de manera correcta en la nueva y, particularmente, cambiante situación histórica que se ha abierto ante nosotros. Es necesario desarrollar más agudamente las perspectivas del más probable desarrollo del movimiento obrero en esta situación de crisis; solo así nos armaremos con el programa correcto para ganar a los jóvenes y trabajadores más avanzados, en las luchas que se avecinan.





ANEXO



Cuadro 1. Cantidad de huelgas legales efectuadas y trabajadores involucrados
desde año 1990 a 2009.


Año ________Nº de huelgas legales______Nº de trabajadores involucrados
1990_____________176___________________ 25.010
1991_____________219___________________45.910
1992 ____________247 ___________________26.962
1993____________ 224___________________ 25.098
1994 ____________196___________________ 16.209
1995 ____________187___________________ 24.724
1996 ____________183___________________ 25.776
1997 ____________179 ___________________ 19.278
1998 ____________121___________________ 12.608
1999 ____________108___________________ 10.667
2000 ____________125___________________ 13.227
2001 _____________86___________________ 11.591
2002 ____________117___________________ 14.662
2003 _____________92___________________ 10.443
2004 _____________125__________________ 13.013
2005 _____________101 __________________11.209
2006 _____________134__________________ 15.602
2007 _____________146__________________ 17.294
2008 _____________159__________________ 17.473
2009 _____________171__________________ 21.915

Fuente: Dirección del Trabajo.