Y, se han robado el fútbol también.
Mario R. Fernández
Esto del Campeonato Mundial y el fútbol capta, de alguna manera, la atención de una buena parte de la gente del mundo -hombres, niños, mujeres, y de los comentarios de los medios de prensa que fluyen a borbotones cada día y, con similares argumentos (superficiales y respetuosos del status quo que representa la FIFA) nunca cuestionan el evento por lo que es, un negocio mundial dominado por una mafia del deporte. Para la falsimedia el fútbol y el Mundial son un festín, donde puede sin problemas ocupar su lugar desinformante como un hincha más (del deporte masivo, mercantilizado a su máxima expresión) y pretenderse “objetiva.” Al fin, ¿quien se atreve a criticar el “deporte”? ¿Quien apunta con pesadumbre a esas masas vuvuzélicas expresando sin descanso su nacionalismo pueril en tiempos de expansión global? ¿Quien cuestiona al espectáculo en Sudáfrica no como apertura al continente oprimido sino como negocio capitalista colonial de nuestros días?
Pocos, hacen uso de la crítica y la reflexión, conceptos tan antiguos como civilizados. Nada me ha llevado de nuevo a esos tiempos de mi niñez y juventud en Chile, como el artículo “La otra cara del mundial,” del escritor chileno Hernán Montecinos y que quizás mi distancia física y temporal de aquello contribuyó a que me tocara más hondo. Me hizo recordar que yo también, a pesar de no haber sido un jugador, le prestaba mucha atención a estos eventos, hace más de 40 años. Me importaban los clubes del pueblo. Los clubes y los jugadores profesionales, que eran parte de esa cultura, eran parte también de mi cultura. Todo esto, aunque también entonces la sociedad chilena estaba llena de contradicciones, de injusticias y opresiones sociales y familiares, como hoy. Pero a diferencia de hoy, aquel mundo era más sencillo y auténtico. Los jugadores de entonces eran estrellas pero no ganaban millones en el extranjero, la mayoría jugaban en los clubes del país, recibían el cariño de sus hinchas y la admiración de los niños que soñaban con ser ellos al crecer. Y los jugadores se conformaban con esto.
Hoy, los medios de difusión presentan el fútbol, insistentemente, de una manera idiotizante y exagerada. Se focalizan en el equipo nacional no porque este sea representativo del país, con jugadores arraigados en él, sino en busca y expresando un patrioterismo grotesco y falso. Los jugadores integrantes de la selección nacional chilena, han mostrado mayoritariamene una actitud sobria este Mundial. Muchos de ellos fueron niños modestos, algunos pobres, que, llevados por su pasión por el fútbol están donde están. Porque la pasión del fútbol es de los niños, alli comienza, es esa pasión la que favorce el desarrollo de este deporte y el florecimiento de tantos profesionales. Si algo positivo podemos decir del fútbol es justamente eso, que es pasión de niños y adolescentes de ambos géneros, que acrecentan el vigor y la vitalidad del deporte en todo el mundo votando por él, eligiendolo, practicándolo y disfrutándolo desde chicos.
En Chile, desde que se instaló la dictadura cívico-militar en 1973, no sólo se robaron y asesinaron los sueños y esfuerzos de décadas de lucha popular, también limitaron las opciones participativas reales de los chilenos en todo, incluso en el fútbol. La dictadura usó el deporte, usó el fútbol como herramienta de control popular, con la excusa de crear unidad entre los chilenos. Y los chilenos dejaron de ser participantes en los eventos deportivos nacionales para ser parte del gran circo internacional, entonces, para atender al Mundial-show se desatiende el fútbol nacional que los apasiona.
Luego, con la llegada de los gobiernos elegidos en 1990, se esperaba el fin de las manipulaciones de masas surgidas con la dictadura, se esperaba la creación de espacios racionales y humanizantes. Pero, sucedió todo lo contrario. Con la Concertación en la presidencia, en el gobierno por veinte años, el chovinismo y el patrioterismo barato, fingido, creció en Chile. Se usó el equipo nacional, con complicidad total de la falsimedia chilena, a tal punto que alcanzó incluso a los chilenos fuera de Chile.
Durante el Mundial de 1998, luego de que Chile había logrado pasar a la segunda ronda con tres empates en su grupo, le comenté a algunos compatriotas chilenos que el equipo nacional había logrado bastante, siendo que fuera del Mundial de 1962 que se hizo en Chile, las actuaciones del equipo nacional habían sido generalmente mediocres. Por este comentario, que estimo razonable y lógico, no faltaron los compatriotas que me acusaron de ser anti-chileno, convencidos de que la selección chilena era “una de las mejores en el mundo”. Esto del chovinismo futbolístico no quedó, como ven, dentro de los límites del pais, muchos que viven fuera de Chile también compraron este paquete. Incluso, en su borrachera patritoterista algunos que han hablado hasta el cansancio de un pasado “izquierdista” parecen haberse olvidado hasta de las razones del golpe de estado contra el gobierno popular de Salvador Allende , y tienen un país que nunca existió en la cabeza, con fútbol y todo. Puede que esto se deba a que extrañan Chile, y por eso lo magnifican en todo, o puede sea porque simplemente han aceptado los valores y la realidad que en Chile han impuesto los opresores durante las últimas cuatro décadas.
La sociedad chilena de hoy, de mucho engaño, circo y manoseo al fútbol, fue establecida por la dictadura pero la mantuvieron los gobiernos posteriores a ella como si fuera suya, sin grandes alteraciones. La mantuvieron de la misma forma que mantuvieron muchas instituciones fascistas disfrazadas de democráticas a pesar del supuesto cambio de gobierno. En esa sociedad que hoy es Chile, existen chilenos y chilenas que cuestionan, independientemente o en forma colectiva. Algunos de ellos son veteranos y ya tienen los ojos cansados de ver, en la convivencia diaria, tanta hostilidad a la razón. Otros, más jóvenes, emergieron usando la reflexión y la crítica como herramienta de propia liberación, necesitaban sacarse de encima esa ideología dominante impuesta en Chile (y muchos otros paises del mundo) para no asfixiarse. Entonces, como el escritor Montecinos hoy usa las letras para expresarse en medios alternativos, otros usan esas y otras formas de expresión para defender, tarea noble, la dignidad y la autenticidad propias y ajenas –ambas indispensables en nutrir la esperanza de liberación en general.
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