La Gran Implosión: El Sistema Financiero Capitalista al borde del hundimiento

Posted by Nuestra publicación: on lunes, octubre 13, 2008


Editorial Socialism Today, Octubre 2008.

Comité por una Internacional de Trabajadores (CIT / CWI)



En los últimos años, se nos han acusado frecuentemente de ser “catastrofistas”. Eso porque pronosticamos que la burbuja de la economía que fue posible por la deuda y dominada por el capitalismo financiero, de la altas ganancias, con alto riesgo, en cierto punto colapsaría, causando una recesión seria en la economía mundial. Como se puede ver revisando nuestros artículos, nunca hemos proclamado una catástrofe a cada paso, sino que hemos presentado un análisis cauteloso y balanceado de cada momento del desarrollo. Y ahora, nuestro análisis está siendo ampliamente confirmado.


Desafortunadamente, algunos de la izquierda sucumbieron a la idea de que el auge capitalista, basado en la globalización acelerada y las políticas de “ultra” mercado libre, podían continuar indefinidamente. Los acontecimientos de las últimas semanas luego del colapso de la burbuja del mercado inmobiliario y las consecuencias severas de la crisis de las hipotecas “subprime”, han cambiado la situación completamente. Ahora, los títulos de la prensa capitalista son “catastrofistas”: “Capitalismo en convulsión” dijo el título de The Financial Times el 20 de septiembre 2008.


El intento multi-billonario de George Bush de rescatar el sistema financiero, según John Plender, es “al costo de infligir un daño severo al modelo estadounidense del capitalismo de libre mercado” (Financial Times, 20 septiembre 2008). Después de los rescates financiados por el gobierno y la toma de Bear Stearns, Fannie Mae y Freddie Mac y American Insurance Group (AIG), etc., se ha vuelto común hablar de la “socialización” y “nacionalización” de las instituciones financieras. En realidad, las deudas inmensas del capitalismo financiero imprudente y predatorio están siendo cargadas sobre los hombros de la clase obrera y los pobres. Cuando el secretario de tesoro de EEUU, Hank Paulson, anunció su “Programa de Rescate de los Activos en Problemas”, el analista, Paul Krugman (un demócrata liberal), comentó, “ el camarada Paulson está tomando el control de la alta dirección” Un partidario del libre mercado financiero, Bill Perkins, puso un anuncio en el The New York Times, muestra a Bush, Paulson y el jefe de la Reserva Federal, Ben Bernanke, “los nuevos comunistas”, levantando una bandera americana sobre la tumba de la “iniciativa privada” y el “capitalismo”. Perkins cree que los bancos fracasados deben dejarse colapsar y no ser rescatados a costa del contribuyente. “Creo que es una especie de socialismo o comunismo desde arriba,” dijo, “Tienes el gobierno nacionalizando más instituciones que el de Venezuela.” (Guardian, 25 septiembre 2008)


No obstante, por unos días Bush, Paulson y Bernanke se habrían enfrentado contra la posibilidad de una nueva caída del sistema financiero al estilo de 1929. Si permitieran que pasara, como la Reserva Federal y el gobierno hicieron en 1929, amenazaría la sobrevivencia del sistema capitalista. Desde la perspectiva capitalista, no tuvieron otra opción más que intervenir para intentar restablecer el sistema financiero. Si el paquete de Paulson tiene éxito o no, todavía no está determinado. Hay una cadena de crisis que todavía está lejos de haber terminado.


Sin embargo, la acumulación de rescates y nacionalizaciones financiadas por el estado y ahora el plan de rescate de $700 billones es un golpe desastroso al prestigio del capitalismo estadounidense y la ideología del libre mercado.

Nacionalización por el régimen de Bush, por supuesto, no significa verdadero socialismo. Su meta es utilizar los recursos estatales, incluso un incremento masivo de la deuda pública, para restablecer al capitalismo y preparar la base para una eventual recuperación. El costo del rescate será entregado a la clase obrera y los pobres que contribuyen la porción más grande de los impuestos al gobierno estadounidense. Además, millones de familias de la clase trabajadora han sido atrapadas en la trampa de las hipotecas “subprime” por empresas financieras corruptas y ahora muchas están perdiendo sus casas. Millones se enfrentarán contra el desempleo y salarios pobres mientras la crisis financiera empuja la economía a una recesión aún más profunda.



Socialismo verdadero significaría la toma del sector financiero y control sobre la alta dirección de la economía por un gobierno de la clase trabajadora, para ser gestionado democráticamente por los que producen la riqueza. Un plan democrático reemplazaría la anarquía del mercado. La producción satisfacería las necesidades de la sociedad, no la ganancias de unos cuantos. No obstante, como Carlos Marx y Federico Engels observaron, aún las nacionalizaciones llevadas a cabo por el estado capitalista para sus propios fines muestran la redundancia de la economía privada y la posibilidad de un sistema económico alternativo y más avanzado.


Dominación del capital financiero

Ahora, muchos están culpando a la “avaricia” y al “temor” de los banqueros y gerentes de los Fondos de Inversión de Riesgo, Intermediarios de los mercados financieros, etc. Estas personas, sin duda, han jugado un rol predatorio y parasitario. Sus actividades especulativas han concentrado la riqueza y ganancias en las manos de una pequeña minoría súper-rica. El año pasado, por ejemplo, el ejecutivo normal del sector financiero ganó un salario 275 veces más que un trabajador normal. Sus motivos egoístas, sin embargo, son síntomas del sistema, no la causa de los problemas.



Durante los últimos 30 años, la clase capitalista de los EEUU, Gran Bretaña, y de otros lugares han dejado de invertir en actividad productiva, la producción de bienes y servicios requeridos por la mayoría del contribuyente. Buscaban niveles más altos de ganancias en el sector financiero, tanto en los países capitalistas avanzados como en China y otras economías “sub-desarrolladas”. Las pérdidas de la clase obrera de los años 80, seguidas por el colapso del Estalinismo en la Unión Soviética y Europa de Este permitieron a la clase capitalista intensificar la explotación de la clase obrera, especialmente de los países neo-coloniales del mundo “sub-desarrollado”. El sistema entero del capitalismo se puso más y más parasitario.


He ahí, la base sobre la que el capitalismo financiero parasitario se hizo dominante. Fue dejado libre por la globalización y política “ultra” libre mercado (neoliberalismo). Pero el crecimiento de la desigualdad grotesca con la reducción mundial de la porción de riqueza ganada por la clase obrera y pobre, restringió cada vez más el mercado del capitalismo. La clase capitalista, especialmente los que trabajan en el modelo anglo-estadounidense, han sostenido tazas relativamente altas de crecimiento sobre la base de volúmenes crecientes de deuda. En los años 80, la deuda global fue aproximadamente igual al Producto Interno Bruto (PIB) global. Desde entonces, sin embargo, la deuda global se ha disparado más de 3,5 veces del PIB global. Asimismo, el capitalismo financiero, el canal por donde esta deuda es intercambiada por ganancias, se quedó con alrededor de un tercio de las ganancias capitalistas.


Esta tendencia, como hemos señalado numerosas veces, no era sostenible. Sólo era una cuestión de tiempo antes de que el edificio entero colapsara. Eso es lo que está pasando ahora. El Sistema Bancario de las Sombras, la red de bancos de inversión no regulados, los Fondos de Inversión de Riesgo (hedge funds) , los vehículos utilizados por los bancos para esconder sus deudas, han implosionado. La red de las sombras fue desarrollada para evitar los bancos comerciales regulados. Pero los grandes bancos, que todavía forman el núcleo del sistema financiero no se han escapado de la crisis de liquidez y disponibilidad de capital. Los derivados, una complete serie de instrumentos financieros exóticos que deberían haber dispersado, si no abolido enteramente, el riesgo; en realidad han terminado por ser “instrumentos financieros de destrucción masiva” cómo avisó el financiero de la vieja escuela, Warren Buffet.

Habrá una reacción profunda dentro de los EEUU e internacionalmente a causa de la crisis capitalista y el rescate del capital financiero podrido. Aparte de las contradicciones económicas, la crisis producirá, sin duda, un escándalo monumental de prácticas corruptas, fraude y robos en una escala aún más grande que la de Enron. Los obreros y los pobres se verán forzados a organizarse y luchar en contra de los efectos de la crisis capitalista. Estos eventos cultivarán tierra fértil para el crecimiento del interés en el socialismo verdadero y el marxismo.



El conteo hacia el hundimiento

Los eventos de septiembre marcaron una etapa crítica de la crisis del sistema financiero global. El mundo fue llevado al borde del colapso al estilo 1929.

El 7 de septiembre, el tesoro estadounidense fue forzado a intervenir y tomar control de la dirección de Fannie Mae y Freddie Mac, los dos proveedores de hipotecas patrocinados por el gobierno. Esto siguió a la intervención estatal de Julio cuando garantizó su deuda hipotecaria de $5 billones a cambio de acciones de estas instituciones—en efecto, una nacionalización parcial. Pero aún eso no logró restablecer a estos gigantes. La “bazuca” de Paulson no había sido suficiente para asegurar los inversionistas extranjeros, particularmente de los bancos centrales asiáticos, que han estado vendiendo los bonos de “Fannie y Freddy”. La toma completa de parte del gobierno, efectivamente nacionalizando las instituciones, fue la única opción que le quedaba al gobierno.


Luego, el 14 y 15 de septiembre, Lehman Brothers y Merrill Lynch, dos de los cinco gigantescos bancos de inversión de Wall Street, estaban al borde de bancarrota. Otros bancos de Wall Street rechazaron a intervenir sin una iniciativa del gobierno de garantizar los bienes tóxicos de Lehman y Merrill. Paulson y Bernanke rechazaron hacerlo. Hubo una cantidad tremenda de presión política para evitar entregar más dinero del contribuyente. Además, los partidarios del libre mercado estaban exigiendo que ellos evitaran crear aún más “daño moral” al enviar más señales de que los especuladores imprudentes serán protegidos de sus propios errores por las garantías de un rescate del gobierno. Al rechazar el rescate estatal de Lehman y Merrill, Paulson y Bernanke esperaban enviar un mensaje que no habría más rescates—al estilo Bear Stearns—de bancos fracasados. Lehman Brothers entró en bancarrota y Barclays Internacional y otros buitres bancarios empezaron a picotear los bienes todavía valiosos de Lehman. Merrill Lynch, por otro lado, se apuró a venderse a Bank of America, un banco depositario con muchas más reservas de capital.


Paulson y Bernanke, sin embargo, cometieron un gran error de cálculo. Pensaron que podían trazar una línea límite, pero su rechazo de rescatar a Lehman y Merrill originó un declive general de acciones del banco. Esto señaló que numerosos bancos iban a seguir a Lehman y Merrill a la quiebra. Entre los más amenazados estaban los dos últimos bancos de inversión, Morgan Stanley y Goldman Sachs. El sistema entero de los bancos de la sombra, la red altamente especulativa, sin regulación, financiada por la deuda de los bancos de inversión y Fondos de Inversión de Riesgo, estaba implosionando. Debido a sus múltiples conexiones con los bancos grandes, que también utilizaban vehículos de inversiones no documentados, los bancos de inversión, amenazaban derribar muchas otras instituciones. Si Paulson y Bernanke hubieran rescatado a Lehman y Merrill, no hubieran parado la crisis (como mostró la bancarrota subsiguiente de Washington Mutual) pero por hacerse a un lado mientras Lehman y Merrill se hundieron, ellos aceleraron el ritmo de la crisis bancaria.


En Gran Bretaña, HBOS (Halifax-Bank of Scotland), un gran banco y proveedor hipotecario, se enfrentó con la bancarrota. Sólo fue salvado por un matrimonio rápido de conveniencia, impulsado por el Bank of England, con Lloyds TSB.


El fracaso de Lehman y Merrill tuvo un efecto contagioso sobre los mercados de dinero de corto plazo. Los fondos del mercado de dinero, usado por los bancos para financiar sus préstamos de corto plazo, normalmente han sido considerados tan seguros como efectivo. Un aspecto clave de la contracción del crédito fue la parálisis del mercado de dinero de corto plazo porque los bancos atesoraron efectivo y evitaron préstamos potencialmente riesgosos a otros bancos. Pese a los cortes drásticos de la Reserva Federal a las tazas de interés, la taza de prestar entre bancos - normalmente sólo una fracción más alto que la taza de la Fed -, voló a niveles sin precedentes. Tambaleándose bajo el impacto de las bancarrotas de Lehmnan y Merrill, el declive severo de crédito se convirtió en una parálisis completa de este mercado vital de dinero.



La Reserva Federal, cooperando con los otros grandes bancos centrales, fue forzada a inyectar US$180 billones al sistema bancario global (en esta ocasión, cambios de dinero, dólares por euros, libras, etc.). En los siguientes días, suministraron otros US$100 billones al sistema, y los bancos centrales de Bretaña y Japón, y el Banco Central de Europa también inyectaron liquidez adicional. Además, la Fed y otros bancos centrales acordaron aceptar una gama más amplia de “garantías” como colaterales por los préstamos, incluyendo acciones, bonos de las empresas, etc., en otras palabras, bienes mucho más riesgosos que los bonos del gobierno que previamente habían requeridos. Desde este entonces, más liquidez en la forma de préstamos de corto plazo ha sido inyectada por los bancos centrales.



Paulson había permitido a Lehman y Merrill colapsar pero ante la posibilidad del colapso de una gran empresa de seguros, American Insurance Company (AIG), el gobierno tuvo que intervenir. La crisis de AIG fue provocada por la bajada de categoría de su seguridad por una agencia de clasificación. Esto amenazó con provocar un pánico de los accionistas de AIG y así agotar sus reservas de capital. El problema no tuvo que ver con el negocio masivo de seguros de AIG dentro de los EEUU, Europa y Asia. La crisis se presentó debido a su participación en el Sistema Bancario en las Sombras mediante su negocio mundial de intercambio de riesgo crediticio, una forma de seguro utilizado para garantizar el estatus de inversión de una gran gama de valores (bonos respaldados por hipotecarios, bonos de empresas, bonos municipales, etc.) AIG había asegurado $447 billones de seguros de este tipo (incluyendo $300 billones a instituciones europeas).



La baja de categoría del estatus del crédito de AIG automáticamente significaba bajar la categoría de los títulos de intercambio de riesgo crediticio, asegurados por AIG. Asimismo, crearía problemas para cada casa financiera que usara bonos asegurados por AIG como colateral para sus propios préstamos. En otras palabras, un colapso de AIG significaría un incremento enorme de la cantidad de deuda tóxica en el sistema financiero global. Las pérdidas serían absolutamente asombrosas (una aproximación es que significaría por lo menos $180 billones para el sector financiero global) A la vez, el colapso de AIG significaría el colapso del negocio mundial de seguros. Para evitar una caída catastrófica, Paulson se vio forzado a intervenir para garantizar los $85 billones de los bienes de AIG a cambio de acciones de preferencia de la empresa de seguros.


Durante la semana crítica, el 15-19 de septiembre, las bolsas mundiales de acciones se hundieron. El rescate del gobierno de AIG no logró restablecer las bolsas. A la vez, el precio de petróleo, que tendía a caerse durante las semanas recientes, empezó a subir—probablemente por causa de la compra frenética de futuros de petróleo. Paulson y Bernanke evidentemente se dieron cuenta que se enfrentaban con una situación similar a la de 1929. Si no hubieran intervenido, sin duda el sistema financiero global habría colapsado y a la vez habría provocado un gran declive de la economía capitalista mundial. Habiendo aprendido las lecciones de la caída de 1929, cuando la Reserva Federal y el gobierno estadounidense no se involucraron y dejaban caerse todos los dominós financieros, Paulson y Bernanke decidieron que no tenían ninguna opción aparte que intervenir para salvar el sistema capitalista.

El 19 de septiembre, Paulson anunció su TARP, el plan de rescate de activos en problemas, un plan de US$700 billones para dar un piso a las instituciones financieras que estaban colapsando y restablecer el sistema bancario de los EEUU y el mundo. La declaración de Paulson evitó una caída global, por ahora por lo menos. Pero la verdad es que es una medida paliativa que en si misma no superará el declive del crédito y la parálisis del sistema bancario.


La bancarrota del Washington Mutual (WAMU) es el fracaso bancario más grande en la historia de los EEUU. WAMU fue intervenido por el regulador y vendido a JP Morgan Chase el 25 de septiembre.

Los Bancos europeos han sido golpeados por pérdidas enormes debido a los bonos hipotecarios tóxicos de las hipotecas “sub-prime”. El peor golpeado es el Banco Suizo UBS, que declaró sumas totales de alrededor de $50 billones (Más que Merril Lynch). The Financial Times ha comentado que muchos bancos europeos ahora no son “demasiado grandes para fracasar” pero que son “demasiado grandes para salvar”. Por ejemplo, las deudas totales de Deutsche Bank suman alrededor de $2000 billones o más del 80% del PIB de Alemania. Esto es simplemente demasiado para el Bundesbank o incluso para el estado alemán (25 de septiembre 2008).



El paquete de Paulson

Después de la crisis de Lehman Brothers y Merrill Lynch y la desaparición del mercado de dinero de corto plazo (pese a las inyecciones seguidas de liquidez de la Reserva Federal y otros bancos centrales), Paulson fue forzado a anunciar el 18 de septiembre un paquete de rescate, el TARP. Sin ofrecer detalles, Paulson propuso gastar US$700 billones de los impuestos de los contribuyentes para establecer una basural toxico para los bonos no rentables de los libros contables de las instituciones financieros.

Aproximadamente $500 billones de pérdidas ya han sido canceladas pero algunas estimaciones dicen que los bonos del mercado de viviendas que quedan llegan a $1.000 billones. Las bolsas mundiales se levantaron inmediatamente después del anuncio de Paulson. Casi inmediatamente, sin embargo, dirigentes del congreso, ambos republicanos y demócratas comenzaron a protestar contra del tamaño del plan de rescate de Paulson y los poderes extraordinarios que estaba tomando Paulson como secretario del tesoro.

Paulson propuso que el secretario de tesoro debiera tener (inicialmente por dos años) poderes sin límites para comprar los bonos de cualquier institución a cualquier precio de acuerdo con su discreción. Además, exigía inmunidad de cualquier tipo de acción de los cortes o agencias administrativas del gobierno. Inicialmente, propuso comprar los bonos solamente de bancos estadounidenses pero pronto lo expandió a incluir subsidiarios estadounidenses de bancos extranjeros.


Si era aceptado por el congreso, Paulson sería el secretario del tesoro más poderoso de toda la historia de los EEUU. En la portada de la popular revista estadounidense, Newsweek, se le nombró “Rey Henry”. En efecto, el secretario del tesoro sería el ejecutivo económico del capitalismo estadounidense, sin regulación (sólo informando al congreso dos veces al año), un rival al poder de la misma presidencia.

Igual que Bush después del 11 de septiembre, Paulson, apoyado por Bernanke, está intentando utilizar la amenaza de un colapso del sistema financiero global para conseguir la aprobación rápida del congreso de sus propuestas sin una evaluación profunda de su contenido. Paulson, por ejemplo, está exigiendo que el paquete sea “limpio” o sea, sin propuestas “perjudicadoras” como la adquisición de acciones de parte del gobierno por haber comprado deuda tóxica o límites sobre la remuneración de los directorios bancarios o apoyo a los dueños de casas bajo riesgo de ejecución. Mientras espera rescatar a los banqueros en bancarrota, Paulson rechaza brutalmente los reclamos legítimos de los que compraron casas.


Paulson está proponiendo pagar algo cerca del valor original, más de 60 centavos para cada dólar, en vez de su valor corriente de 20 o 30 centavos. Además, una variedad de bancos, casas financieras y otras compañías están abogando para que se expanda el alcance del rescate. Por ejemplo, hay demandas para que se incluya bonos municipales, deuda de tarjetas de crédito y deuda de la compra de autos. Las empresas de Wall Street también están previendo los pagos que van a ganar administrando las operaciones del programa de Paulson.

No sorprende, por eso, que las cabezas de las compañías financieras estén entusiasmadas por las propuestas de Paulson. No obstante, algunos republicanos lo han denunciado, calificándolo como “la socialización de la deuda”. El senador, Jim Bunning, un republicano de Kentucky, proclamó, “El libre mercado está efectivamente muerto en América”. Dijo que el plan de Paulson “tomaría el dolor de Wall Street y lo difundiría a los que pagan impuestos…es socialismo financiero y anti-americano”.


Dirigentes demócratas, por otro lado, están reclamando medidas para ayudar a los dueños de casa aproblemados. Paulson ha rechazado esta demanda bajo el argumento de que “los paquetes de seguridades tóxicas son demasiado complicados para permitir la reducción de los pagos de dueños individuales de casas”. Las industrias bancaria y de seguros están luchando en contra de estos cambios con toda su fuerza, igual que en Julio en contra de la ley de vivienda (International Herald Tribune, 24 septiembre 2008).

La propuesta actual de Paulson es completamente diferente de las medidas utilizadas para rescatar a los bancos de ahorros y préstamos durante los principios de los años 90. Esa vez, el gobierno estadounidense efectivamente nacionalizó a los bancos fracasados y vendió los bienes que quedaban antes de privatizarlos otra vez. El crecimiento robusto de la economía después de 1994 restauró el valor de la propiedad hipotecaria y permitió al gobierno recuperar una porción del costo del rescate.


Una medida similar fue tomada por el gobierno sueco luego del colapso de la burbuja de 1991-1992. El gobierno nacionalizó una porción grande del sector bancario sueco, sacando los accionistas de las instituciones fracasadas y luego otra vez, cualquier bien rentable fue vendido y después los bancos fueron devueltos al sector privado. No obstante, el rescate costó más o menos 4% del PIB de Suecia (aunque una porción fue recuperada eventualmente). La clase capitalista estadounidense, sin embargo, resistiría fuertemente una nacionalización completa del sector bancario estadounidense.

La propuesta actual de Paulson, con un costo de alrededor de US$700 billones, equivale a un 5% del PIB. No obstante, Paulson no tiene ninguna intención de tomar control de los bancos estadounidenses fracasados, solamente desea rescatarlos comprando su deuda tóxica permitiéndoles así restablecer su capital y seguir de manera normal. Paulson ni siquiera está exigiendo acciones de los bancos por el favor de comprar su deuda mala.

¿Logrará Paulson la aprobación del congreso? Dada la fuerza de la oposición del congreso, probablemente habrá algún tipo de demora y quizás Paulson sea forzado a aceptar algunas modificaciones, en particular a los poderes extraordinarios y sin regulación que está exigiendo. Sin embargo, enfrentado contra más caídas de los mercados financieros y la posibilidad de más convulsiones, parece probable que el congreso aceptará el paquete en una forma u otra antes de cerrarse para las elecciones del noviembre.



Una Alternativa Socialista

Paulson dice que a la gente no le importa quien es dueño de los bancos. A millones de dueños de casa, sin embargo, le importará que el gobierno esté usando los impuestos del contribuyente para rescatar a los bancos que han vendido y titularizado hipotecas tóxicas mientras millones sufren con tazas de interés criminales y la amenaza de expulsión de sus casas. De hecho, millones de estadounidenses ya están furiosos debido al plan de Paulson.

Organizaciones de la comunidad, sindicatos y todos los que defienden los intereses de los trabajadores y pobres deben exigir que en vez de la nacionalización de los bienes tóxicos y deudas malas, los bancos e instituciones financieras (compañías de seguro, Fondos de Inversión de Riesgo, etc.) deberían ser nacionalizados y dirigidos de acuerdo con un plan, democráticamente bajo el control y manejo de los trabajadores. La indemnización a accionistas y depositantes deben basarse solamente en la necesidad probada.


El sector bancario debe ser gestionado para promover los intereses de las industrias que proveen los bienes y servicios requeridos por la mayoría de la población, no para fundar actividades especulativas de la minoría financiera súper-rica. Los bancos deben proveer hipotecas baratas a la gente que compra casas particulares (con un limite para excluir las casas de lujo de los ricos). También, deben ofrecer crédito barato a los pequeños comerciantes y campesinos pobres que sirven a las necesidades de las comunidades locales.

Dichas medidas, por supuesto, levantarían para muchos la cuestión del control sobre sectores más amplios de la economía y la necesidad de una planificación democrática para reemplazar la anarquía del mercado y la búsqueda descarada de la ganancia personal. El gobierno estadounidense, por ejemplo, ahora está considerando un paquete de préstamos garantizados por el estado a las grandes empresas de autos: Ford, Chrysler y GM. Estas corporaciones están en una crisis profunda y deben ser tomadas, dirigidas y gestionadas democráticamente por los obreros y las comunidades para satisfacer las necesidades de la sociedad.


Sindicatos y grupos de la comunidad deben oponerse totalmente a todas las expulsiones de los hogares. Donde hipotecas malas han sido vendidas mediante el fraude o el engaño, deben ser anuladas. Los compradores de casas que no pueden cumplir con sus pagos hipotecarios deben tener el derecho de alquiler sobre la propiedad con una renta social a un precio justo. Donde, por expulsiones y la bancarrota de los constructores y empresas inmobiliarias, hay casas vacías, gobiernos departamentales y municipales deben tomar las casas desocupadas y alquilarlas con precios económicos. Las decisiones de impagos, expulsiones y los derechos de los dueños de casas en general, deberían estar tomadas no por oficiales del gobierno o cortes de quiebras sino que por comités populares y elegidos que resguardarán los derechos de la gente trabajadora.



Una nueva época

Si es aprobado por el congreso, el paquete de Paulson, probablemente con algunas modificaciones, tal vez evitará una caída financiera total. Todavía, habrá debates serios sobre los detalles. Sin embargo, el plan de rescate por si mismo no resucitará al sector financiero. La crisis estadounidense de viviendas, la raíz de la contracción del crédito, está lejos de haber terminado. Pérdidas enormes en el sector financiero significarán que la contracción del crédito continuará por años, incluso si la basura toxica es tomada por el gobierno.

El rescate del sector financiero no evitará una recesión de la economía estadounidense, que ya está comenzando. Asimismo, el declive de los EEUU, combinado con la crisis financiera de muchas otras economías, está empujando al mundo hacia un declive económico. Ahora, hay una recesión aguda de las economías europeas. Japón, luego de la recuperación débil de los últimos años, otra vez ha degenerado a cero crecimiento. China, todavía vista como un dinamo de la economía mundial, está esperando bajar de 11-12% de crecimiento a alrededor de 8% durante el 2008. Aunque el 8% es relativamente alto, tendría consecuencias serias dentro de China, económica y políticamente.

La crisis subyacente de la producción y ganancia capitalista ha sido postergada varias veces desde los años 80 por una serie de burbujas financieras que han estimulado los gastos de consumidores, basados en la deuda, en los EEUU y en otros lugares (dirigiendo la producción de bienes baratos de China y otros economías de costo barato). Pero ahora, es el día del Juicio Final. El colapso de la montaña de deuda extrema casi seguramente significa un periodo prolongado de crecimiento bajo de la economía capitalista global. Sin duda, habrá todavía un ciclo económico, pero no es probable un regreso al tipo de auge global que vimos entre los años de 2001-2007.

La fase reciente de globalización acelerada y políticas neoliberales sin restricciones está finalizando y un periodo completamente nuevo se está abriendo. La intervención estatal masiva en el sector financiero tiene implicaciones extensas para el intercambio, fluidez internacional de moneda y política industrial. Habrá tensiones aún más profundas entre las principales potencias capitalistas. El estancamiento prolongado puntuado por recuperaciones débiles y recesiones renovadas provocará una crisis social y luchas políticas poderosas. La crisis económica del capitalismo también es una crisis ideológica y política y esto pone, inevitablemente, de vuelta al marxismo en la agenda política.